EL INICIO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Cuando el 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán
cruzó la frontera polaca iniciando un nuevo episodio de fuego y sangre en la
vieja Europa que se extendería por todo el globo, se iban a cumplir dos meses
después, solo veintiún años desde que el ruido de artillería y el olor a
pólvora había dado paso a un silencio sepulcral en esos mismos campos. Daba comienzo la Segunda Guerra Mundial.
Aquella
tragedia colectiva parece tan lejana pero asusta
pensar que está mas cerca de lo que pensamos, en la que murieron cerca de 60 millones de
personas.
JUEGO DE ALIANZAS
Tras la invasión alemana de Polonia, Francia y el
Reino Unido declararon la guerra inmediatamente a Alemania. Ésta contó con la
ayuda italiana pero no hasta junio del año siguiente. El 21 de junio de 1941 entra en liza la URSS
al invadir Alemania su territorio. Japón, que ya formaba parte del Eje, ataca
la base naval estadounidense de Pearl Harbor precipitando la entrada en la
guerra de éstos.
La paz, tan ansiada tras la devastadora Primera Guerra Mundial, se quebró para dar paso a la Segunda en tan breve espacio de
tiempo. El ser humano no había aprendido nada de todo aquello y, de nuevo, se
dejó llevar por la barbarie, la sed de venganza y revancha. La ambición
desmesurada de Hitler y la política de apaciguamiento y consentimiento de
franceses y británicos puso una alfombra roja a tan lamentable desenlace. Pero
un acontecimiento de esta índole no tiene una sola causa, como no la tuvo la
anterior guerra mundial.
TRATADO DE VERSALLES, FIN DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL,
¿INICIO DE LA SEGUNDA?
Es una teoría aceptada que este conflicto bélico comenzó
precisamente cuando terminó el primero. No físicamente, pero sí en aquel no tan
lejano 1919, con los Tratados de Versalles, cuando se sembró la semilla del
odio y la revancha que germinarían veinte años después.
Las duras condiciones económicas, políticas,
territoriales y militares que las potencias vencedoras impusieron especialmente
a Alemania dieron pie a que en ésta floreciera una corriente nacionalista que
como la espuma fue creciendo y que el mismo pueblo alemán la acogió con
esperanza. La esperanza de quien está desesperado y con un futuro no incierto,
sino negro. Los motivos de los aliados vencedores, a saber, intentar evitar de
cualquier modo que se repitiese la historia maniatando al gigante alemán,
consiguieron precisamente todo lo contrario. Ni Wilson, ni Lloyd George, ni
Clemenceau podían imaginarse qué lejos estaban de conseguir sus propósitos.
ECONOMÍA: TRAS LOS FELICES AÑOS 20, EL CRACK DEL 29
Una cuestión clave en este periodo fue la económica
y los números no ayudaron a la estabilidad mundial. Tras los «felices años 20»
llegó el crack del 29 de la Bolsa de Nueva York. Wall Street se desplomó
dejando en la ruina a miles de persona. Se produjo la mayor crisis económica
conocida hasta entonces y que tuvo su repercusión negativa en el maltrecho
viejo continente. Estados Unidos comenzó, no tenía otra alternativa, a reclamar
la devolución de aquellos créditos que habían concedido a países europeos
además de reducir el mercado internacional. Y uno de los países más
perjudicados fue la malherida Alemania. Su industria se hundió más aún, el
marco se devaluó drásticamente y en consecuencia el paro se disparó hasta
alcanzar a casi la mitad de la población en edad laboral.
Hitler, Goebbels y toda la cúpula del partido
Nacionalsocialista alemán aprovechó la tesitura tejiendo con paciencia, pero
sin perder tiempo, una formidable tela de araña para, primero, encandilar al
pueblo y, segundo, hacerse con el poder. Una vez en lo más alto de las
instituciones políticas alemanas y con la connivencia de británicos y franceses
principalmente fueron dando sus pasos de forma contundente.
En 1930 su presencia parlamentaria era notable
superando el 18% de los votos. Algo impensable solo unos pocos años antes; solo
tres años después, el 30 de enero de 1933 Hitler se aupó a lo más alto de la cancillería.
HITLER EN EL PODER
Sus movimientos eran elocuentes y nada disimulados,
abandonó la Sociedad de Naciones, inició la remilitarización de Alemania,
instaurando el servicio militar e incrementando las fuerzas navales y áreas. A
nivel interno comenzó su política antisemita que fue creciendo con el paso de
los años. Todo ello despreciando los acuerdos de Versalles de tan solo dos décadas
atrás.
Al mismo tiempo su política diplomática tampoco
dejaba lugar a dudas con las alianzas con la Italia de Mussolini o con el
Imperio del Sol Naciente. Países con característica políticas análogas. Il
Duce había llegado al poder italiano unos años antes, en 1922. En otros países
europeos también existían partidos fascistas en la oposición que vieron la
oportunidad de aumentar su presencia al albor de las nuevas tendencias. Japón
invadió Manchuria en 1931 y Mussolini Abisinia en 1933.
CON PASO FIRME
La Remilitarización de Renania en 1933, la anexión deAustria (marzo de 1938), la de los Sudetes checos (octubre de 1938), su apoyo
al banco franquista en la Guerra Civil española (1936-1939) fueron muestras inequívocas
de que no se iban a quedar solo ahí y que su idea de expansión era clara y sin
ambages. En Múnich (30 de septiembre de 1938) se escenificó uno de los dramas
más significativos de este periodo cuando se legitimó el destino de los Sudetes,
de Checoslovaquia y, en definitiva, el de toda Europa. Se conoció como la «traición
de Múnich». Chamberlain regresó a Londres enarbolando la bandera de la paz,
como héroe que había evitado la guerra. Y lo mismo hizo Deladier en París.
«Consideramos el tratado suscrito anoche, así como
el pacto naval anglo-alemán, como un símbolo del deseo ardiente de nuestros
respectivos pueblos de que jamás volverán a hacerse la guerra mutuamente.
Así mismo hemos acordado que en lo sucesivo todas
las cuestiones pendientes serán resueltas mediante negociaciones y trataremos
en adelante de eliminar toda posible fuente de diferencias para seguir
manteniendo la paz en Europa.»
Y en realidad lo que pasó es que habían alimentado a
la bestia que era insaciable. Porque Hitler jugaba esa carta, la del temor de
sus enemigos a una nueva guerra. Mientras el presupuesto alemán para reforzar
su arsenal iba creciendo, el de Francia y Reino Unido iba decreciendo.
A mediados de marzo de 1939 las tropas alemanas
marchaban sobre Praga. Ya tenía su industria en su poder.
¿Y la URSS? ¿Cuál era su posicionamiento? Comenzó
siendo ambiguo, alejado de los postulados alemanes, pero más alejado aún, si
cabe, de los occidentales sobre todo después de los Acuerdos de Múnich. De esta
forma fue aproximando posiciones a Alemania hasta concretarlos en la firma del
Pacto Mólotov-Ribbentrop de agosto de 1939. Como diría Churchill «los
acontecimientos siguieron su curso como si la Rusia soviética no existiese, por
lo cual pagamos un alto precio más adelante».
El siguiente objetivo era la ciudad portuaria de Danzing,
en Polonia. El 21 de marzo de 1939 Hitler envió al gobierno polaco sus exigencias:
anexionar al III Reich la ciudad de Danzing y su pasillo para comunicar
Alemania con Prusia Oriental. A modo del cruce del Rubicón de Julio Cesar, a
primeros de septiembre la suerte estaba echada. Solo faltaba la reacción aliada
que esta vez sí, no se hizo esperar. Otra vez se sucedieron las declaraciones
de guerra y el mundo se abalanzó al desastre.
Un día antes de la invasión, Hitler firma la
siguiente directriz:
«Al generalísimo de las Fuerzas Armadas
Ultra-confidencial
Berlín, 31 de agosto de 1939
Directriz núm. 1 para la marcha de la guerra
I.- Ahora que están agotadas todas las posibilidades
políticas para resolver por medios pacíficos una situación en la frontera del
Este que es intolerable para Alemania, he decidido recurrir a una solución
mediante la fuerza (…)».
Para terminar la misma:
«Deberán efectuarse preparativos para posibles
ataques al territorio inglés, sin perder de vista que un éxito parcial con
fuerzas insuficientes debe evitarse siempre y en todas las circunstancias».
A la mañana siguiente un millón y medio de soldados
alemanes cruzarían la frontera polaca, poniendo en marcha la temible Blitzkrieg o guerra relámpago.
El día 3 de septiembre W. Churchill interviene en
los Comunes:
«…No es ésta una guerra de dominación y
engrandecimiento imperial, de ganancias materiales. Es una guerra pura en sus
cualidades inherentes, una guerra para asentar sobre bastiones inexpugnables
los derechos del individuo y es una guerra para establecer y revivir la
estatura moral del hombre».
Neville Chamberlain, primer ministro británico en su
discurso a la nación el 3 de septiembre de 1939:
«Estoy hablándoos desde el despacho del 10 de
Downing Street. Esta mañana el embajador británico en Berlín ha entregado al
gobierno alemán una nota final que establece que, a menos que nos comunique a
las 11 en punto que están preparados para retirar sus tropas de Polonia, se
declarará el estado de guerra entre nosotros. He de deciros que hasta ahora no
se ha recibido ninguna garantía, y que en consecuencia este país está en guerra
con Alemania».
Fuentes:
La Segunda Guerra
Mundial, editorial Argos, 1969
Gran Crónica de la
Segunda Guerra Mundial, tomo 1, La irrupción blindada; guerra o acuerdo. Edilibro
Segunda Guerra Mundial
1939-1945, tomo 1, Alemania desafía a los vencedores, biblioteca El Mundo
Los años de la infamia,
crónica de la IIª Guerra Mundial. Manuel Leguineche
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