EL ASCENSO DE HITLER AL PODER. 1933
A principios de 1933 un
suceso aparentemente sin trascendencia y encuadrado dentro de la vida política de un país, supondría unos pocos años después el desastre más absoluto, no solo
para su país, sino para toda Europa y parte del globo terráqueo. Estoy hablando
de la cesión del poder del presidente alemán, mariscal Hindenburg, a Adolf
Hitler en febrero de 1933.
No dejó de ser una
sorpresa por que el partido nazi estaba en declive respecto a las últimas
elecciones, eran conocidas sus dificultades como partido político además de las
financieras, y no parecía en la mejor posición para alcanzar el poder. ¿Se
trató de una conspiración? ¿O Hitler supo mover sus piezas de forma inteligente
para acercarse a la Cancillería?
ANTECEDENTES
Habría que remontarse a
la firma del Tratado de Versalles, donde Alemania sufrió la ira de sus enemigos
y pagó un alto tributo por todo lo que había provocado. Desgarro territorial,
desmantelamiento del ejército, grandes indemnizaciones económicas…una
humillación que haría mella en la población alemana y que solo esperaba que alguien
se aprovechara de ella.
Si a todo esto sumamos la
grave crisis económica que agitó el mundo en aquellos días el cóctel se iba
fraguando. La economía alemana fue especialmente sensible a la crisis de 1929
por su excesiva dependencia de capitales extranjeros. En junio de 1931 el Reichsbank
suspendió sus pagos al exterior. El siguiente paso del canciller Brüning fue la
política deflacionaria, decretando en diciembre de 1931 la reducción de los
salarios a niveles de 1927. Pero no fue la solución y no pudo competir con
otras economías. Lo único que supuso fue agravar la crisis económica acentuando
la inactividad de productores y consumidores y disparando el paro que de 1.3
millones en septiembre de 1929 subió a tres millones al año siguiente, a 4.3 en
el siguiente, a 5.6 al siguiente llegando en 1933 a 6 millones. Entre 1929 y
1932 la producción industrial cayó un 17%.
Al Partido Alemán
Nacional-Socialista de los Trabajadores se le había puesto un alfombra roja
hacia la Cancillería prácticamente sin buscarla en ese momento. Basado en una ideología
nacionalista de fundamentos racistas, perfectamente diseñada en su Mein
Kampf, y aderezada por su idea de aglutinar y unir bajo el paraguas del
Reich a todas las poblaciones germanas diseminadas por el Viejo Continente y
con la mira puesta en el Este en busca de su “espacio vital”.
ASCENSO AL PODER
En estas circunstancias y
tras los procesos electorales entre 1930 y 1932 fueron convirtiendo al partido
de Hitler en un autentica y real posibilidad sin la cual la gobernabilidad de Alemania
no sería posible.
El caso es que la alegría
entre sus seguidores se desbordó y el de gran parte de la población pensando
que era la solución a los problemas de Alemania, sus enemigos, sin embargo se temían lo peor
y algunos decidieron hacer las maletas y no esperar desagradables
acontecimientos como al final sucedió.
El 30 de enero de 1933
Adolf Hitler fue nombrado canciller de Alemania. Millones de alemanes veían en
él la venganza de la Primera Guerra Mundial.
Las pugnas entre el
canciller Schleicher y Von Papen beneficiaron, y de qué manera, a Hitler. Von
Papen se fue aproximando a Hitler, a través del banquero von Schröeder, con la
única idea de utilizarle en su propio beneficio. La idea inicial era entregarle
la Cancillería a Hitler, pero solo con dos carteras ministeriales.
Se necesitaba el
beneplácito de Hindenburg que estaba indeciso. Su gran preocupación era la
cartera de Defensa, la joya deseada por todos los pretendientes. Finalmente, el
viejo presidente llama a una persona de su confianza, el mariscal Otto von
Blomberg.
Franz von Papen |
A todo esto, las
reuniones entre Von Papen y los dirigentes nazis, por un lado, y los
movimientos desesperados de Schleicher, por otro, se multiplicaban en un enero
alemán muy intenso. Incluso en los mentideros berlineses corrió el rumor de que
se estaba preparando un golpe militar. Un paso en falso, o posiblemente la última
bala que le quedaba a Schleicher fue el detonante para que Hindenburg
desconfiará definitivamente en el canciller y se confirmaran sus sospechas de
complot. El viejo general acabó cediendo el poder a Hitler.
Esa misma noche, Hitler,
plenamente satisfecho, presidió desde la ventana del segundo piso de la
Cancillería un desfile de antorchas portadas por unos veinticinco mil miembros
de las SA y las SS como celebración de la toma del poder.
PRIMERAS CONSECUENCIAS
La imposición de la
dictadura nazi no se hizo esperar. En febrero de 1933 el incendio del Reichstag
puso en marcha la maquinaria de la depuración. La nueva cámara parlamentaria
resultante de las elecciones del 5 de marzo dio a Hitler plenos poderes. Weimar
y el régimen de las libertades habían muerto.
La forma de combatir la
crisis económica cambió al 100% con un nuevo sistema de controles,
planificación selectiva y de impulso a las inversiones públicas, con un
objetivo especial, el ejército y su rearme.
El éxito en este combate,
la masiva utilización de la propaganda movilizadora y el sistema represivo y de
terror implantado aseguraron a Alemania un crecimiento increíble.
Culminaba en primera
instancia el ascenso vertiginoso de la marea fascista que inundó Europa. El
proceso de derrumbamiento del edificio democrático europeo que parecía en su
plenitud después de la Gran Guerra empezaba a tener efecto. Once años antes con
la llegada de Mussolini al poder en Italia se había dado el primer paso. En
años sucesivos otros países habían tomado nota como España, Portugal, Grecia,
Hungría o Yugoslavia.
Mención destacada en todo
este proceso de ascenso hitleriano la tuvo una figura fundamental, la del jefe
de propaganda del partido, del NSDAP, Joseph Goebbels que desde 1930 ayudó de
forma eficaz a Hitler en todo el trayecto, organizando mítines y desfiles
militares que provocaron expectación cuando no temor en una masa alemana
deprimida y desilusionada por el presente y el futuro próximo. “Es como un
sueño…la esperanza y el miedo luchan en nuestros corazones; hemos sido burlados
tan a menudo que nos es imposible creer en el milagro que estamos presenciando”
escribía Goebbels.
Una vez aceptado el hecho
de ver a Hitler en lo más alto del poder, el mariscal Ludendorff, compañero de
armas de Hindenburg sentenció de forma tristemente profética: “Le prevengo (a
su amigo el presidente) solemnemente que ese fanático llevará a nuestra Patria
a la perdición y sumirá al país en la más espantosa de las miserias. Las
futuras generaciones le maldecirán en su tumba por lo que ha hecho”.
Fuente:
Revista Aventura de la
Historia, nº 52 (febrero de 2003), La conspiración de Hitler, 1933, asalto al
poder.
Historia Contemporánea
(1914-1989), Hipólito de la Torre Gómez (coordinador), editorial universitaria
Ramón Areces (UNED)
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