EL DERRUMBE COMUNISTA EN LOS PAÍSES DE EUROPA ORIENTAL

Derrumbe comunista

La política aperturista de Gorbachov en la URSS con su perestroika y glasnost, fue entendida como una oportunidad hacia la democracia, máxime cuando se había reducido el riesgo de intervención militar como había pasado en Budapest o Praga en décadas pasadas. ¿Cómo afectó la caída de la URSS en sus países satélites europeos?.

Los procesos de transición que se originaron en estos países del Este europeo bajo la influencia de la URSS fueron muy complejos aunque todo se desencadenara de forma fulgurante. Jugaron muchos factores, políticos, económicos, sociales y culturales.

DEBILIDAD DE LOS PARTIDOS COMUNISTAS

Partimos de  una creciente debilidad de los partidos comunistas que las políticas reformistas de Gorbachov incrementaron al abrirse dos líneas de pensamiento, reforma o continuidad; el rápido incremento de la disidencia política que ya habían aparecido en la década de los 70 pero de forma muy minoritaria, ahora se empezaban a agrupar. El despertar de la sociedad civil, esa mayoría silenciosa, y en algunos países el papel de la Iglesia, especialmente en Polonia.

Existieron pequeños movimientos que en principio no molestaron a la URSS pero que eran el inicio de algo mas grande. Rumanía se desmarcaba en su política exterior. Polonia, Hungría y hasta cierto punto la República Democrática Alemana (RDA) desarrollaron marcos de permisividad social y reforma económica claramente alejados del modelo soviético.

Pero lo que más avivó el cambio fue el planteamiento reformista de Gorbachov en la URSS y esa decisión de no intervención tal y como venía siendo lo normal hasta el momento.

DIFERENTES MODELOS DE TRANSICIÓN

Podemos diferenciar hasta tres modelos.

El primero, el de transición liderado por la oposición de fuera del régimen. Este fue el caso de Polonia, con las demandas del sindicato Solidaridad y su apuesta por una transición hacia la democracia. La inestabilidad y las demandas de los trabajadores habían comenzado en la década de los 70. En el verano de 1980 se produjo una nueva oleada de huelgas y movilizaciones bien articuladas por Lech Walesa con el apoyo de la Iglesia y de la intelectualidad disidente, consiguiendo con éxito que sus demandas fueran atendidas por el gobierno, primera vez que sucedía en un país comunista. En septiembre de 1980 se creaba el sindicato Solidaridad, dirigido por el propio  Walesa, que muy pronto se convirtió en la fuerza social más importante del país.

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La situación empezó a verse con preocupación en Moscú y se barajaba la intervención militar, pero el 13 de diciembre de 1981, el general Jaruzelski al mando del poder polaco decretó el estado de guerra y la ley marcial. Adelantándose así a una posible intervención soviética. Ya el movimiento de disidencia y rebelión era imparable.

Con la llegada al poder de Gorbachov y sus reformas, Jaruzelsky se dio cuenta que sin el apoyo soviético para sofocar cualquier atisbo de revolución no era posible mantener una política efectiva de resistencia por lo que decidió apostar en abril de 1989 por el acuerdo, aceptando la convocatoria de elecciones generales aun sabiendo que el partido comunista no tenía posibilidades de ganar, como así fue. Solidaridad fue la gran vencedora lo que dio lugar a la constitución del primer gobierno no comunista en un país del Este de Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El líder del sindicato Lech Walesa fue elegido presidente de la nueva Polonia democrática. Había sido galardonado con el premio Nobel de la Paz en 1983.

Este mismo modelo fue seguido por Checoslovaquia, donde el llamado “Foro Cívico”,

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creado en noviembre de 1989, dirigió la revuelta contra el gobierno amparado por Moscú. El líder checo fue Vaclav Havel procedente del mundo cultural, que consiguió unificar los distintos grupos opositores. Se la conoció como la “revolución de terciopelo”, caracterizada por la rápida descomposición del Partido Comunista checo, el ordenado relevo generacional de la clase política y la pacífica transición hacia el Estado de derecho.

El país ya conocía la represión tras la Primavera de Praga de 1968 y la depuración que sufrió la sociedad. Pero la semilla estaba plantada. Aprovechando los acuerdos en el Acta de Helsinki, Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa, donde ya se hablaba del principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados o del respecto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, la oposición se organizó a través de la Carta 77, solicitando el respeto de los derechos humanos, la libertad de expresión y las mejoras de las condiciones de los trabajadores. 

Casos de transición pacífica, pero también hubo movimientos desde el interior de los propios partidos comunistas, en sus sectores reformistas, que formarían un segundo modelo, el del cambio.

Es el caso de Hungría donde en 1988, que ya había conocido la represión soviética tras su revolución de  1956, los reformistas expulsaron del poder a Janos Kadar. La oposición se había ido agrupando y organizando en los años 80, articulándose en el moderando foro Democrático Húngaro y la más radical Alianza de Demócratas Libres.

O el caso de Bulgaria donde se produjo un golpe interno que alejó del poder a Todor Yivkov, quien había intentado una especie de perestroika búlgara lo que permitiría a los reformadores iniciar un proceso de transición. 

Podemos incluir en este grupo el caso de la RDA, posiblemente el más importante, que dio paso posteriormente a la reunificación alemana. La crisis económica, la debilidad del partido Comunista y la decidida actuación del canciller federal de la República Federal Alemana, Helmut Kohl, produjo una rápida y peculiar transición. En 1989 las manifestaciones en las principales ciudades de la RDA iban creciendo, al tiempo que aumentaba el éxodo de ciudadanos hacia la RFA, unas 400.000 personas se calculan, principalmente cuando los húngaros decidieron abrir la frontera con Austria. La primera medida del gobierno de Hoennecker fue la represión, pero sin la ayuda de Moscú era poco efectiva. 

El 9 de noviembre de 1989 se anunciaba la apertura del Muro de Berlín. Al año siguiente se consumaba la reunificación de las dos Alemanias.

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El tercer modelo seria una transición violenta como pasó en Rumanía y del dictador Ceaucescu. El caso mas grave de degeneración del sistema comunista. A la general identificación entre Estado y partido aquí se vio superada por la patrimonialización del Estado por parte del dictador y su familia a través de un extenso culto a la personalidad. 

Quedaría al margen el caso de Yugoslavia, país ya de por si diferente al resto, que no formaba parte del Pacto de Varsovia pero liderado por ideas comunistas desde Josef Tito. Pero con una estructura territorial parecida a la URSS y que tanto afectó al modelo de transición.


Fuentes:

Historia Contemporánea (1914-1989) El desplome del universo comunista, Juan Carlos Jimenez Redondo (Editorial universitaria Ramón Areces)

Historia del Mundo Actual, de la caída del muro a la Gran Recesión, Juan Avilés e Isidro Sepúlveda (Editorial Síntesis) 

Geopolítica. Claves para entender un mundo cambiante. Eva M.ª Martín Roda (coordinadora)(Editorial universitaria Ramón Areces)

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