BREVE HISTORIA DE ESPAÑA: PRIMER TERCIO DEL SIGLO XIX

 

Primer tercio del siglo XIX

En el siglo XIX volvemos a tener un cambio profundo en nuestra historia. Dejamos atrás el Antiguo Régimen y pasaremos a otro basado en la sociedad de clases, la economía capitalista y la monarquía constitucional. Hablaremos de revoluciones y de inestabilidad política que dificultará el progreso económico y la transformación social. Conoceremos a los espadones y hasta una república. Y unas cuantas Constituciones. Empezamos con una guerra de independencia contra los ejércitos napoleónicos y acabaremos con el desastre del 98. Pero vayamos poco a poco.

En este post trataremos del primer tercio del siglo XIX

CARLOS IV Y GODOY

Primer tercio del siglo XIX
El siglo comienza con una monarquía, la de Carlos IV, bajo mínimos, muy deteriorada y desprestigiada. ¿Porqué? Pues porque se encontraba inmersa en una profunda crisis del sistema de gobierno, el triunvirato del poder efectivo entre el propio rey, su esposa, María Luisa de Parma y, sobre todo, el favorito Manuel Godoy, quien desde 1802 había acumulado gran poder, estaba generando malestar e inestabilidad. 

Medidas como la desamortización ordenada por Godoy en 1798 para hacer frente a la tradicional crisis financiera, provocada por las guerras con Francia y el Reino Unido no había sido bien recibida, lógicamente, por la Iglesia que se había posicionado contra el valido y sus políticas. Medida, por otro lado, que además no fue de gran ayuda para las arcas del Estado y el déficit se fue agravando por las guerras y un sistema fiscal poco eficaz. Y esos nuevos ingresos, se supone, ayudarían a mejorar la Hacienda.

Pero el descontento tenía otras causas, por ejemplo, esa dependencia que teníamos respecto a la Francia napoleónica, especialmente en política exterior. Que nos llevaría a la derrota, por ejemplo, en la batalla de Trafalgar en 1805, donde fue destruida una gran parte de la armada española. 

Pero es que además volvimos a firmar un nuevo acuerdo con los franceses, el Tratado de Fontainebleau en 1807, que permitió la entrada de tropas francesas para ocupar Portugal, aliada tradicional de los ingleses, y dividirla en tres partes, una de las cuales seria para Godoy. 

Y al final, toda esta política de Godoy, consentida por el rey, fue levantando ampollas y recelo, entre los nobles y parte del clero, hasta conformarse una facción en contra del valido y a favor del heredero, Fernando. 

De esta forma, bien por informaciones francesas, interesados en fomentar los enfrentamientos en la Corte española, bien como consecuencias de investigaciones promovidas por el mismo Godoy, el 29 de octubre se secuestraron los papeles de Fernando. A partir de ellos se inició en El Escorial, donde se encontraba la Corte, un proceso en el que se formularon acusaciones de conspiración contra la figura del rey por parte de su hijo y sus seguidores, pero difíciles de probar y que terminó con el perdón del rey a su hijo y el destierro y posterior exculpación de los supuestos conjurados. Este proceso supuso un duro golpe para el prestigio de la Corona, un fortalecimiento de la figura de Fernando, pues se extendió la tesis de que había sufrido un complot urdido por Godoy, y quizás lo más importante a largo plazo, fue una prueba más para Napoleón, si es que la necesitaba, de la situación de profunda crisis en la que se encontraba la monarquía española.

EL MOTÍN DE ARANJUEZ

Las aguas no bajaban tranquilas y entre el 17 y el 19 de marzo de 1808 nos encontramos con el motín de Aranjuez que acabaría con la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando. Motín, por cierto, con sensación de popular, pues aunque la chispa que había prendido el motín era el anuncio de la partida de la familia real con dirección a Andalucía para luego embarcar hacia América, como había hecho la familia real portuguesa, dada la situación que comenzaba a presentarse con las tropas francesas en suelo español, y una vez convencidos los amotinados de que nadie había salido y la familia real continuaba en Palacio, pronto se puso de manifiesto que el objetivo primordial era el odiado valido.

A todo esto, España, como acabamos de comentar, se nos estaba llenando de tropas napoleónicas, (unos 70.000 mil) en teoría, camino de Portugal, que luego resultaría ser una excusa para quedarse aquí. El general Murat que había llegado a la capital el 23 de marzo jugó inteligentemente sus cartas y consiguió un documento firmado por Carlos IV en el que este declaraba nulo su decreto del 19 de marzo abdicando en favor de su hijo, es decir, volvía a ser el rey.

Y Napoleón que tenía muy claro su objetivo maquinó de forma inteligente en los asuntos internos de la familia real. De esta forma convocó una reunión en Bayona, al sur de Francia a Fernando y a su padre, en teoría para resolver esta disputa sobre la corona, con el resto de la familia real, a la que acudieron prestos a la llamada del emperador, entre el 20 y el 30 de abril de 1808.

EL 2 DE MAYO DE 1808

Cuando el pueblo de Madrid vio salir a los últimos representantes de la familia real hacia Bayona, se temió lo peor y se echó a la calle contra los franceses. Era el 2 de mayo de 1808. La represión francesa fue brutal. El ejercito napoleónico al mando del general Murat, viendo que la revuelta era seria puso toda la carne en el asador para reprimirla.

El primer tercio del siglo XIX

Mientras tanto en Bayona, Napoleón había obligado a Carlos IV y a su hijo a renunciar al trono y cedérselo a él, para, que a su vez coronara a su hermano José Bonaparte, que sería José I de España. Napoleón había puesto encima de la mesa sus cartas, de forma abierta y clara. Ya tenia el poder y su ejército en las calles. Pero no sabía lo que le esperaba.

La insurrección se extendió por todo el país, como una mancha de aceite según llegaban noticias de lo que sucedía en Madrid. Y el mismo día que estallaba Madrid, Andrés Torrejón, alcalde de Móstoles, una pequeña villa cercana a la capital, se presentaba como depositario de esa soberanía de la que habían sido incapaces de hacerse cargo las altas instancias del Antiguo Régimen y publicaba un bando llamando a todos los pueblos a la guerra contra los franceses.

El ejército francés se encontró en una situación desconocida para él, acostumbrado a enfrentamientos a campo abierto, contra otro ejército. Y ahora tenía que ocupar ciudades mal defendidas, sin un ejército regular, pero con sus ciudadanos decididos a no dejar pasar al francés a su casa. Así no pudo ocupar ciudades como Zaragoza, Gerona o Valencia, suyos sitios, en junio de ese año, fueron ejemplo de heroísmo y resistencia frente al invasor.

EL ESTATUTO DE BAYONA

A todo esto, como en un mundo paralelo, en Bayona se estaba preparando un nuevo sistema de gobierno para España. Basado en los nuevos aires traídos de Francia, con un liberalismo político, aunque con un marcado carácter autoritario y respetando ciertos aspectos de las tradiciones del país. 

Sistema que se vio reflejado en el estatuto de Bayona, en el que colaboraron ilustrados españoles, siguiendo directrices de Napoleón. Se trataba de una carta otorgada porque no respondía a una decisión popular, sino a la imposición imperial. Se le conoce como carta otorgada porque es un documento político en el que el monarca «otorga» ciertos derechos a sus súbditos, sin que estos intervengan en dicha concesión. Por eso no se considera una Constitución, no exento de polémica por que hay quien la considera como tal.

Lo aprobado constituía básicamente una transposición a la Península de las ideas y principios ya consolidados en el país vecino  en la etapa revolucionaria e imperial, sin olvidar la necesaria adaptación a la realidad española, muy visible por ejemplo, en el respeto a la religión católica como única, pese a ser un principio contrario a la libertad de cultos establecida en el Imperio. La gran novedad que hacía romper con el absolutismo y el Antiguo Régimen era que incluía una limitada declaración de derechos y alguna reforma de carácter liberal: libertad de imprenta, libertad de comercio y el habeas corpus.

Pues José I llegó a Madrid con la tarea encargada por su hermano. La imagen que la tradición nos ha dejado de José ha sido mas bien negativa. Pepe botella le llamaban. Pero eso fue producto de la propaganda patriótica de la guerra y su personalidad, la real, distaba mucho de eso. Lejos ya la caracterización del monarca como un rey borracho y aficionado al juego, estudios en profundidad han sacado a la luz su labor como gobernante reformista, perfectamente imbricado en la mentalidad de la época. Persona inteligente y preparada, no en vano era abogado,  muy consciente de que no era aceptado por el pueblo y que tenía las manos atadas para ejercer el poder. Así que buscó la colaboración y apoyo de ilustrados españoles, que luego serían acusados de afrancesados, y por lo tanto de traidores, para poner en marcha un plan de modernización del país. Pero sin margen de maniobra, dependiendo 100% de Napoleón poco podía hacer que no se saliera del guion establecido.

LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

Napoleón pensaba que controlar España iba a ser un camino de rosas, teniendo en cuenta sus arrolladores éxitos por Europa. Nos consideraba un pueblo atrasado y dependiente de curas y monjas.  Pero esto se le atragantó y no se lo esperaba.

Para colmo se encontró con una derrota donde mas le dolía, a campo abierto. Sucedió en Bailén el 19 de julio de 1808. Esto obligó a un repliegue de sus fuerzas y José I tuvo que abandonar Madrid.

Primer tercio del siglo XIX

Y no le quedó más remedio que tomarse esto en serio, así que se vino y se trajo más soldados, veteranos de guerra, mas curtidos que los que habían venido al principio. El 2 de diciembre de ese mismo año entró en Madrid, trayendo consigo a su hermano, el rey. Estuvo un par de meses organizándolo todo, desde los aspectos militares a los políticos. 

Fue ahora cuando mas patente se hizo el deseo de José de ser un verdadero rey de los españoles, lo que le llevó a oscilar entre su fidelidad a Francia y al emperador y a sus nuevos súbditos, enrareciendo las relaciones con su hermano. Fueron unos meses de intensa labor legislativa por parte del gobierno josefino. La grandeza de España, las órdenes militares y civiles, los derechos señoriales, la antigua administración, el clero regular, las leyes que dificultaban la agricultura, la educación...fueron temas abordados esos meses.

A todo esto, un ejército inglés, al mando del duque de Wellington, desembarcó en la Península para ayudar a los portugueses en agosto de 1808. Y que resultaría de gran ayuda para los españoles.

El nuevo ejército napoleónico se fue haciendo con el control de la guerra y en Ocaña, en octubre de 1809, consiguió una victoria que les abrió el camino hacia el sur de la península y le permitió ocupar casi toda España, quedando libres sólo Cádiz y el este levantino, Alicante en concreto. De hecho, entre 1810-1812 las tropas napoleónicas alcanzaron el máximo control sobre suelo español. En esa etapa llegó a haber cerca de 360.000 soldados franceses en territorio español.

Pero la guerra en Rusia cortaría ese avance y en 1812, Napoleón tuvo que retirar tropas de España para derivarla a otros frentes europeos. Cuestión que fue aprovechada por Wellington.

Así se consiguieron victorias reseñables en Ciudad Rodrigo y los Arapiles, en la provincia de Salamanca en julio de 1812. Las Cortes españolas nombraron a Wellington comandante en jefe de los ejércitos españoles, que actuaron desde entonces completamente bajo su mando. Los franceses, ante este avance enemigo, tuvieron que abandonar de nuevo Madrid y dirigirse a Valencia, donde permaneció el gobierno josefino durante varios meses.

Las cosas pintaban mal para los franceses. Su derrota en Vitoria en junio de 1813 precipitó el abandono de España de José I. Y a finales de junio el todavía rey de España estaba ya en tierras francesas.

Napoleón estaba al borde de la derrota en Europa, España estaba perdida y necesitaba focalizar sus esfuerzos bélicos en otros puntos. Así, firmó con Fernando VII el Tratado de Valençay en diciembre, por el que finalizaban las hostilidades en España, y Fernando VII era repuesto en el trono. 

CÁDIZ Y LAS CORTES

En la ciudad de Cádiz de estaba fraguando  una revolucionaria constitución. Las Cortes se reunieron allí por ser fácil de defender y estar libre de la ocupación francesas. El 22 de mayo de 1809 se anunció la celebración de Cortes para el siguiente año. Jovellanos se erigió como protagonista de este periodo preconstituyente.

Cómo deberían formarse las Cortes y qué asuntos fundamentales deberían tratar fueron los dos terrenos en que se plantearon las discusiones iniciales. Respecto al primer tema se siguió las recomendaciones de Jovellanos apostando por el modelo británico. Y sobre el segundo, se organizó una gran encuesta a modo de consulta al país, no menos de 150 instituciones y personas, que constituían las elites individuales e institucionales.

El 24 de septiembre de 1810 las Cortes se reúnen en Cádiz. En palabras del conde de Toreno fue «el verdadero comienzo de la Revolución española».

Y no fue fácil pues la elección de los diputados tropezó con grandes dificultades, por la ocupación militar y por la presencia de diputados precedentes de América. Entre los diputados existían, como en el resto de la sociedad, varias sensibilidades: lo que no querían modificar el sistema absolutista; los que pretendían un modelo intermedio con soberanía en la nación, como Jovellanos; y los mas radicales que querían una constitución que debía recoger las novedades aportadas por la revolución francesa.

Esta ultima posición triunfó porque muchos diputados no pudieron acudir a la convocatoria y fueron sustituidos por otros presentes en Cádiz, que era un importante centro comercial y una de las ciudades donde los liberales tenían gran influencia. Destaca el predominio de diputados pertenecientes a las clases profesionales frente a un reducido número de miembros de la burguesía mercantil o financiera. Algo mas de una tercera parte eran miembros del clero, no regular, sino secular, de talante reformista. Y la participación nobiliaria no llegó al 5%.

El número de diputados durante esos años fue de 300. Estuvieron presentes 104 en el momento de la inauguración, 184 cuando se aprobó la constitución y 223 en el momento de la clausura. Expulsados los franceses, las nuevas Cortes ordinarias se trasladaron a Madrid en enero de 1814.

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Se suele dividir la labor realizada por las Cortes en tres periodos:

  • Una primera etapa de 1810 a 1812 en el que predominan las reformas políticas
  • Una segunda mas social entre 1812 y 1813
  • Y una final centrada en temas económicos 1813-1814

LA PEPA

Los primeros decretos esbozaron el carácter liberal que marcaría el paso. El 24 de septiembre los diputados declararon que la soberanía residía en la nación y se encarnaba en las Cortes, decretando la división de poderes. Luego llegó la libertad de imprenta, la abolición de la tortura y la incorporación a la nación de los señoríos jurisdiccionales.

Y se comenzó a trabajar en la nueva Constitución. Donde se resalta, igual que pasó con el texto de Bayona, que se respeta la cuestión religiosa en pro del catolicismo.

En Cádiz, la sensación de ciudad sitiada llena de refugiados, con una activa vida social en cafés, plazas, periódicos y en la propia Cámara, alentó a los Diputados, que vieron en su labor legislativa una ocasión para sacar a España del atraso y la ineficacia. En ese ambiente nació la prensa política y la opinión pública, gracias al decreto de libertad de imprenta que las Cortes aprobaron el 10 de noviembre de 1810. 

Si bien el tema de la soberanía quedó claro desde el principio, no así fue el tema de la forma de Gobierno, solo habló de monarquía moderada hereditaria, aunque si recoge la separación de poderes. Así como el sufragio universal, masculino, indirecto y que para ser elegido diputado hay que tener una renta anual. Respecto al poder judicial, podemos hablar de luces y sombras. Y la organización territorial también quedó esclarecida con una orientación centralizadora.

La Constitución se promulgó el 19 de marzo de 1812, por coincidir con el cuarto año del reinado de Fernando VII. La nueva Constitución se conoció como “La Pepa” por ser aquel día la fiesta de San José.

Pero la constitución apenas pudo aplicarse debido al contexto de la guerra. La restauración absolutista de 1814 la abolió. Su espíritu y su programa fueron una referencia durante la mayor parte del siglo XIX. Y se convirtió en un mito para el liberalismo universal y un modelo para las revoluciones liberales a lo largo del siglo.

FERNANDO VII REGRESA A ESPAÑA

Primer tercio del siglo XIX
El tratado con el que se pone fin a la guerra firmado por Napoleón y Fernando VII fue el de Valençay de diciembre de 1813. El rey volvió a España, entre manifestaciones de alegría del pueblo, no en vano se le llamó el Deseado, pero a todo eso que se había hecho en Cádiz no le dio valor alguno y no aceptó aquellas reformas legislativas. Volvíamos a ser súbditos. Y el contexto internacional le favorecía y le hacía sentirse fuerte porque casi todas las monarquías europeas eran absolutistas.

Al cruzar la frontera le recibió el capitán general de Cataluña, el general Copons al que el rey trató de forma fría con una frase elocuente refiriéndose al pueblo como sus vasallos.

Y ya en Valencia en abril de 1814, fue recibido por el general Elio con un discurso pro absolutista y por el diputado Mozo de Rosales, portando un manifiesto de apoyo, adhesión y defensa del restablecimiento de la monarquía absoluta, conocido como el Manifiesto de los Persas, firmado por 69 diputados absolutistas. Una dura crítica a la obra liberal, especialmente a la constitución de 1812.

Muy pronto marcó la línea editorial de lo que quería que fuese su reinado. Así firmó un decreto el 4 de mayo de 1814 que abriría el camino al restablecimiento del Antiguo Régimen y que supuso un auténtico golpe de estado: restauró el poder absoluto del monarca y abolió toda la legislación de las Cortes de Cádiz. E iniciaba un periodo de depuración y persecución de quienes participaron en la obra revolucionaria.

Restauró la Inquisición, los antiguos consejos, la Mesta, los gremios, el régimen señorial, las instituciones feudales, se estableció la devolución de los bienes desamortizados, etc… Una vuelta al pasado en temas sociales, económicos y religiosos. Puso en marcha todo un mecanismo de represión, cárcel, destierro o pena de muerte para los líderes de la revolución liberal. Resultado de ello fue el primer exilio de la España contemporánea, que afectó a afrancesados y liberales. Eso sí, los exiliados no dejarían de promover continuas conspiraciones para establecer un sistema constitucional.

La situación era complicada con una guerra abierta por la independencia en las colonias americanas y con la ya tradicional crisis financiera del Estado. Podemos definir este periodo como de una inestabilidad absoluta, provocada por la multitud de cambios en el gobierno. Como curiosidad por la volatilidad de los ministros que duraban una media de seis meses en su cargo. 

No hubo ni ideas, ni programas coherentes. Fernando VII y sus ministros querían restaurar y mantener el Antiguo Régimen, sus instituciones y estructuras, y a la vez solucionar unos problemas que requerían cuando menos una profunda reforma del viejo sistema. Pero el golpe de estado de aquel 4 de mayo  había supuesto el triunfo de los enemigos de cualquier iniciativa que pudiese suponer un cambio. Además, cualquier tipo de reforma en la Hacienda fracasaría y recibía la oposición de los propios grupos sociales que apoyaban ese absolutismo.

Los exiliados, por otro lado, mantuvieron su actitud beligerante y pusieron de moda los pronunciamientos militares que caracterizaron todo el siglo XIX español. Entre 1814 y 1820 hubo hasta ocho, aunque solo el de enero de 1820, como luego veremos, triunfó. Y estos pronunciamientos como no tenían el apoyo popular lo buscaron en los militares descontentos. Algunos de esos pronunciamientos fueron los de Espoz y Mina en 1814, Díaz Porlier en 1815, Richart en 1816, Lacy en 1817. Entre   1817 y 1819 hubo nuevas conspiraciones en ciudades del sur y del levante pero todos fracasaron por ser facciones minoritarias en el ejército.

EL PRONUNCIAMIENTO DE RAFAEL DE RIEGO

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Rafael de Riego un 1 de enero de 1820 se sublevó con el ejército acantonado en Las Cabezas de San Juan (Sevilla). Estaba esperando para viajar a luchar en la insurrección americana, pero poco predispuestos para embarcarse en una nueva guerra y en unos buques cuyas condiciones eran muy mejorables. Parecía que iba a tener el mismo resultado que los pronunciamientos anteriores porque no consiguió apoyos, pero pronto la revolución se extendió por Andalucía y otras ciudades españolas, por lo que el 7 de marzo de 1820 Fernando VII tuvo que jurar la Constitución de 1812, solo para salvar su cuello porque evidentemente no estaba para nada convencido. Finalizaba el sexenio absolutista y comenzaba el trienio liberal o constitucional.

«Marchemos, y yo el primero, por la senda constitucional »

EL TRIENIO LIBERAL

Entramos en lo que conocemos como trienio liberal que duró hasta 1823. En el que se inició una labor legislativa que recuperaba muchos decretos de las Cortés de Cádiz. Volvieron ilustres exiliados para formar parte del primer gobierno liberal como Agustín Arguelles, que fue el ministro de gobernación, o José Canga Arguelles, de Hacienda. Se retomó la línea de las libertades políticas con la libertad de los presos políticos, la supresión definitiva de la Inquisición, la reposición de las autoridades constitucionales en ayuntamientos y diputaciones, con elecciones a Cortes y la creación de la Milicia Nacional, que era un cuerpo de voluntarios para la defensa del sistema constitucional, uno de los símbolos del liberalismo del siglo XIX o la libertad de imprenta.

Dos medios sirvieron de altavoz a esta política liberal, por un lado, la prensa, con más de 700 cabeceras en esos años, clave en la libertad de expresión y las sociedades patrióticas, lugares de reunión, siguiendo el modelo de los clubes, cuya función era propagar las ideas liberales. Entre las mas conocidas se encontraba la Fontana de Oro, inmortalizada por Galdós en su obra con el mismo nombre.

Pero estas ideas liberales se encontraron con dos grandes y peligrosos enemigos: el entorno internacional con el predominio de monarquía absolutistas a las que no gustaba nada la situación en España y, por otro lado, el propio Fernando VII que no dejó de conspirar contra ese sistema constitucional.

Más difícil todavía porque surgió el fenómeno juntero. Heredado de la época de la guerra, recordemos aquellas Juntas que ocuparon el poder ante el vació que originó la invasión, y que provocó la existencia de un doble poder: el del gobierno, basado en un liberalismo institucional, y el de las juntas, que representaban un liberalismo de base popular. Así nos encontraremos con liberales moderados, proclives a buscar un acercamiento a las antiguas clases dominantes y el rey, para que aceptaran las reformas, y unos liberales exaltados, que querían volver a la Constitución de 1812 y planteaban reformas radicales basadas en un liberalismo “popular”.

Los primeros en gobernar fueron los moderados con medidas que no gustaron a los exaltados como la disolución del ejército del pronunciamiento de Riego o la supresión de la sociedades patrióticas, a las que el gobierno veía como una amenaza revolucionaria. Los moderados pretendían reformar en sentido conservador la Constitución de 1812 con la introducción del sufragio censitario y la creación de una segunda cámara. Y se encontraron frontalmente con los exaltados que hicieron de la defensa de la Constitución el eje de su lucha política e hicieron fracasar esos intentos.

Entre otras medidas adoptadas destacó, por ejemplo, la ley de supresión de órdenes monacales y reformas de regulares. Una ley de octubre de 1820 suprimió todos los conventos, medida de carácter exaltado a la que el gobierno se plegó por la presión popular. Y se aprobaron dos importantes reglamentos  que afectaban al ejército y a la educación.

Hubo más reformas, como la abolición de los gremios, la desamortización de los bienes de la Iglesia y la supresión de las vinculaciones y mayorazgos de la nobleza, que iban dirigidas a dinamizar la economía, sanear la Hacienda y eliminar el freno que para la prosperidad suponían las instituciones del Antiguo Régimen.

Pero la labor era muy complicada con conspiraciones de los exaltados a las que se sumaron intrigas del rey y la acción de la guerrilla realista, que se levantó contra el gobierno a comienzos de 1821. Sin olvidarnos de la guerra de independencia de las colonias, las maniobras internacionales de la Santa Alianza y la permanente crisis económica.

Hubo un intento de golpe de Estado de la Guardia Real del 6 al 7 de julio de 1822 que cambió el signo de esta etapa. La conjura, fomentada por el rey y su entorno, fue descubierta y frenada por la Milicia Nacional y el Ayuntamiento de Madrid. A partir de ese momento se formaron gobiernos exaltados y aumentó la presión internacional sobre el régimen constitucional.

LOS CIEN MIL HIJOS DE SAN LUIS Y LA DÉCADA «OMINOSA»

En ese contexto, la Santa Alianza decidió intervenir y Francia envió un ejército, los Cien Mil hijos de San Luis, que invadió España en abril de 1823 y ocupó el país con apoyo de tropas realistas españolas. La resistencia fue escasa, al contrario de lo que ocurrió en 1808. El 1de octubre de 1823 Fernando VII restauraba su poder absoluto y ordenaba una persecución implacable contra los liberales.

Entramos en lo que se ha conocido como la Década «ominosa» de 1823 a 1833. En lo que sería la segunda restauración de la monarquía absoluta. Lo primero que hizo el rey antes incluso de regresar a Madrid fue ordenar ejecutar a Rafael de Riego, símbolo de la revolución de 1820. Comenzaba una década considerada como uno de los periodos más oscuros de nuestra historia. Otra vez la represión y la persecución del enemigo político y eso que desde el propio ejército invasor se cursaron órdenes para controlar y suavizar esa crueldad. 

Por que aunque se había restaurado a Fernando como rey absoluto, el monarca no estaba en condiciones de ejercer plenamente su soberanía. El triunfo se había logrado gracias a la intervención de un ejército extranjero y, al no poder estar seguro de la fidelidad de su propio ejército, Fernando se vio obligado no sólo a aceptar, sino incluso a demandar la permanencia de las tropas francesas por un tiempo.

Se calcula que entre 15.000 y 20.000 personas tuvieron que marcharse, entre ellas lo más selecto de la clase media ilustrada y liberal como Alcalá Galiano, Arguelles, el conde de Toreno, Martínez de la Rosa, Mendizabal, Villanueva, Álava, Mina, el duque de Rivas, etc. Otra vez Reino Unido y Francia fueron los destinos más habituales y continuaron con su actividad conspiratoria.

El aparato represivo absolutista se articuló con cuatro instrumentos básicos:

    • La superintendencia General de la Policía y de las comisiones militares, creadas en 1824, que se ocuparon de la depuración de funcionarios y militares. 

    • El cuerpo de voluntarios realistas, creado en 1823, una milicia absolutista opuesta a la Milicia Nacional liberal. Que pasaron de los 70.000 miembros, al inicio de la década a los 284.000 al final. 

    • Los tribunales de justicia 

    • Y las Juntas de Fe, herederas de la Inquisición.

El decreto de 1 de octubre de 1823 restableció las instituciones anteriores a 1820, aunque algunas no subsistieron, como la Inquisición (ahora llamada Juntas de Fe) o el Consejo de Estado, que desapareció. 

Prioritario fue afrontar reformas de la Hacienda y la administración. La pérdida de las colonias agravó aún más la crisis crónica de la Hacienda. La necesaria reforma fiscal vino de la mano del ministro de Hacienda, Luis López Ballesteros, posiblemente el gobernante más valioso de la década. Intentó recuperar viejos impuestos, que no dio resultados; y se centró en reducir los gastos, así diseñó los primeros presupuestos del Estado de la historia de España en 1828-1829; creando la Real Caja de Amortización y el Tribunal de Cuentas; reduciendo la deuda pública, cuyos intereses supondrían la cuarta parte del presupuesto; y con un plan de la minería, mediante alquiler a compañías extranjeras.

También se llevaron a cabo cambios en la administración del Estado de gran calado como la creación del Consejo de Ministros en 1823, la promulgación del código de comercio en 1829, la creación del Banco de San Fernando ese mismo año, antecedente del Banco de España, la fundación de la Bolsa de comercio de Madrid en 1831 y la creación del Ministerio de Fomento en 1832.

Estas reformas y una cierta suavización del Antiguo Régimen extendieron la idea entre los absolutistas de que el rey estaba en manos de los liberales. Nada más lejos de la realidad. Y los más radicales se empezaron a organizar en torno al hermano del rey, Carlos María Isidro.  Por este motivo comenzaron las insurrecciones absolutistas. El más importante tuvo lugar en Cataluña en 1827, la guerra de los agraviados o malcontents. El objetivo era coronar a Carlos María en sustitución de su hermano al que tildaban de débil y ceder en exceso con los liberales. Se ha considerado como un ensayo general de la primera guerra carlista.

EL PROBLEMA SUCESORIO

Fernando VII no tenía descendencia y en mayo de 1830 anunciaban el embarazo de la reina, María Cristina de Borbón. Un mes antes se había publicado la Pragmática Sanción de 1789 que derogaba la Ley Sálica, lo que permitía reinar a las mujeres. En octubre de 1830 nacía una niña, la futura Isabel II. Comenzaba así la llamada «cuestión sucesoria» y la aparición del carlismo con Carlos María a la cabeza.

La presión absolutista sobre el rey fue tal que en el verano de 1832 tuvieron lugar los sucesos de La Granja: durante una crisis de salud de rey los absolutistas lo convencieron para derogar la Pragmática Sanción, lo que suponía que su hija no podría reinar. Pero, tras recuperarse, el rey revocó esta decisión, formó un gobierno más moderado y nombró heredera a Isabel.

Pero el carlismo crecía. En mayo de 1833 Carlos y su familia marchaban a Portugal en un exilio encubierto. Mientras, dos amnistías permitieron el regreso de los exiliados liberales. El clima de guerra civil se anunciaba cuando Fernando VII falleció el 29 de septiembre e Isabel II, son solo dos años fue proclamada reina.

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA DE LAS COLONIAS AMERICANAS

Esta guerra daría comienzo en 1810 en Caracas y Buenos Aires, mientras que en España se desarrollaba otra guerra, la que se libró contra la invasión francesa. Este proceso se prolongó hasta 1824, al año siguiente de comenzar la Década «ominosa», en que la victoria del ejército liberador en Ayacucho supuso la independencia de casi todas las colonias españolas.

Podemos enumerar las siguientes causas: 

Por un lado, se había incrementado el control económico y administrativo sobre las colonias americanas, cuyos principales puestos de gobierno se concedían a peninsulares, dejando fuera a los criollos, es decir, a los hijos de españoles nacidos en América. Aunque en teoría su situación jurídica era idéntica a la de los peninsulares, la realidad era muy distinta. Ricos y educados e veían postergados por los europeos.

La progresiva liberalización del comercio peninsular con América desde los decretos de 1765 y 1778 benefició más a los comerciantes peninsulares que a los criollos, sometidos a los intereses de la metrópoli.

La revolución americana, iniciada en 1776, que supuso el nacimiento de los EE. UU fue un gran acicate, así como la revolución francesa de 1789, cuyas ideas inspiraron el pensamiento emancipador. Tanto Bolívar como Miranda, dos de los más destacados líderes de la independencia, conocieron de cerca este acontecimiento.

Y, por último, los intereses del Reino Unido. Que prefería países independientes en América con los que poder comerciar libremente.

El malestar se iba fraguando con todo esto. Además, la obsesión intervencionista y recaudatoria de la monarquía en América, sobre todo en los «estancos»  que eran los monopolios de la Hacienda real sobre el comercio de la sal, pólvora, el tabaco, la plata etc. que generaban elevados ingresos, añadió más leña al fuego. 

Respecto a sus fases podemos destacar en el proceso de independencia de las colonias las siguientes: 

Una que iría de 1808 a 1815 coincidiendo con la guerra de independencia en la península ibérica, creándose un vacío similar al de España. También se formaron Juntas leales a Fernando VII, que al principio no cuestionaron la administración española. Juntas que se revolverían en podo tiempo, así en 1810 comenzaría la desvinculación definitiva con la metrópoli, y así  las juntas de Caracas, Buenos Aires y Santa Fe de Bogotá proclamaron su intención de separarse de España.

Las reformas de las Cortes de Cádiz, con numerosos diputados americanos, no detuvieron la rebelión. Y otros territorios se fueron contagiando como Venezuela, Uruguay, Paraguay, Ecuador y América Central. Venezuela fue la primera en declarar su independencia en agosto de 1811.

Y una segunda fase que va desde 1816 a 1824 donde la lucha estuvo más organizada. Aquí aparecen las figuras de Simón Bolívar y San Martín que iniciaron una serie de campañas que culminaron en la conferencia de Guayaquil, donde acordaron sus áreas de influencia. José de San Martín, que había servido en las tropas españolas y que en 1812 abrazó la causa independentista, atravesó la cordillera andina y derrotó a los ejércitos realistas en Chacabuco y Maipú, lo que dio lugar a la independencia de Chile en 1817. En 1820 avanzó hasta Perú.

Bolívar, por otro lado, tuvo que llegar a un armisticio con el general español Morillo, tras lo cual se alió con los llaneros de Páez. Juntos consiguieron vencer a los españoles en Carabobo y Ayacucho en 1824.

México consiguió la independencia en 1821, de la mano de un general conservador, Agustín de Iturbide, quien se coronó rey por poco tiempo.

Solo quedaría Cuba y Puerto Rico. Con la independencia fueron apareciendo diversos Estados que forman actualmente Sudamérica; la mayoría adoptaron la república como forma de gobierno en sus constituciones, inspiradas en Cádiz. El poder político y económico quedó en manos de la minoría criolla. El resto de la población fue excluida del gobierno. Los países recién creados mantuvieron la dependencia económica pasando de la española a la británica, francesa y estadounidense

Esta serie de artículos sobre la Historia de España están basados en el temario de 2º de Bachillerato. Historia de España, serie Descubre, editorial Santillana. Curso 2020-2021. Forma parte de una serie del mismo nombre publicada como podcast en ivoox por Historia Sin Pretensiones.

Fuentes:

Historia contemporánea de España 1808-1923 Blanca Buldain (coordindora). El reinado de Fernando VII, Ana Calara Guerrero Latorre. Editorial Akal

Nueva Historia de España. La Historia en su lugar (diferentes volúmenes)




Comentarios

  1. Nombra la Batalla de Talavera en la Guerra de la Independencia que tuvo mucha importancia y dejó a la ciudad en ruinas ya que los franceses destruyeron todos los alfares que encontraron

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