LA VOLADURA DEL MAINE

LA VOLADURA DEL MAINE

En 1898, Cuba se encontraba en plena guerra por su independencia de España. En este contexto, los Estados Unidos identificaron una oportunidad para intervenir y beneficiarse de la situación. Esta intervención se concretó cuando, a finales de enero, el acorazado estadounidense Maine arribó al puerto de La Habana.

OBJETIVO DEL MAINE EN LA HABANA

El objetivo del acorazado enviado por el gobierno de McKinley era apoyar a los ciudadanos estadounidenses en la capital cubana. En los primeros días, el capitán Charles Sigsbee mantenía relaciones cordiales con las autoridades españolas, contando con su beneplácito a pesar de la tensión desde Estados Unidos.

El 15 de febrero a las 21:40, el Maine saltó por los aires. La explosión en los pañoles de munición bajo los camarotes de la marinería provocó su hundimiento. De los 355 tripulantes, murieron 256 marineros y oficiales. El capitán resultó herido.

La voladura del Maine



¿Qué sucedió en realidad? ¿un sabotaje? ¿un ataque deliberado? ¿un accidente?

Analicemos cómo se llegó a esta situación.

ANTECEDENTES

La situación en Cuba se había ido deteriorando durante el siglo XIX. Aunque el gobierno español de Cánovas consideraba que los conflictos en Cuba, Puerto Rico y Filipinas eran asuntos internos, la presión estadounidense ya era evidente.

En 1895, la guerra en Cuba comenzó de nuevo con el Grito del Baire el 24 de febrero. El gobierno español primero intentó pacificar la situación con negociaciones poniendo al frente a Arsenio Martínez Campos, pero al fallar recurrieron a la respuesta militar también sin éxito. Valeriano Weyler fue enviado con 300.000 hombres, aunque las bajas por enfermedad y la falta de efectividad no ayudaron a obtener los resultados esperados.

El posicionamiento en Madrid era claro. Tanto Cánovas en el gobierno como Sagasta en la oposición, estaban decididos a emplear todos los recursos necesarios para mantener Cuba, la cual consideraban parte inseparable de la nación.

Los esfuerzos de Weyler eran baldíos y los insurrectos fortalecían sus posiciones. Contaban con un aliado a la sombra, o casi. Los EE. UU. les proporcionaban armas, municiones e incluso voluntarios. La guerra se iba haciendo cada vez más larga y los estadounidenses aumentaban la presión.

En 1897, la unidad política en España respecto a Cuba comenzó a desmoronarse. Sagasta no consideraba posible el triunfo militar y apostó por conceder autonomía a la isla, mientras que Cánovas mantenía su enfoque militar. En agosto de ese mismo año, Cánovas fue asesinado en un balneario durante el periodo estival por un anarquista. La muerte de Cánovas coincidió con el aumento de la presión estadounidense.

Sagasta reemplazó a Cánovas y propuso la autonomía. En Cuba, Blanco sustituyó a Weyler para liderar esta opción. Pero era tarde, los insurgentes no aceptaron la autonomía y buscaron la independencia total. Aprovechando la debilidad española, los estadounidenses atacaron y tomaron la iniciativa.

TAMBORES DE GUERRA EN EE. UU.

Estados Unidos tenía sus razones para la guerra que eran de índole política, estratégica y económica. A finales del siglo XIX, se había consolidado como nación, su sistema político era estable y había alcanzado un avanzado desarrollo en la agricultura, industrias, comercio e infraestructuras. Por ello, no era sorprendente que surgieran grupos de opinión que promovían una política exterior más activa, buscando un papel destacado en la escena internacional. Su interés se centraba en el Caribe y Sudamérica, así como en el Pacífico y Asia.

Pusieron sus ojos en Cuba justificándose en la idea de que la lucha cubana era legítima para defender su propia soberanía, argumentando que España gobernaba Cuba de forma intolerante y autoritaria. El apoyo iría creciendo, pero con poco respaldo por parte de su ciudadanía que veía el problema muy lejos de sus intereses. Y aquí entró en juego el papel de la prensa que hábilmente manejada fue influyendo en la opinión popular. Algunos sectores, sobre todo empresariales, vieron la posibilidad de obtener beneficios y empezaron a apoyar la intervención. Solo necesitaban un evento que ayudara, y el Maine se lo proporcionó.

Desde el punto de vista político, el presidente McKinley  veía a Cuba como un elemento fundamental tanto para la seguridad y defensa del país como para su posicionamiento estratégico en la zona ante la inminente apertura de un canal interoceánico.

LA JUSTIFICACIÓN

En febrero de 1898, los estadounidenses aprovecharon la explosión del Maine para justificar sus intereses. El informe oficial afirmó que una mina hundió el barco, lo que generó indignación pública y demandas de represalias. La prensa amplificó este sentimiento, extendiéndolo por todo el país. Ahora sabemos que fue un complot y que el informe no era cierto, pero sirvió para iniciar una guerra con graves consecuencias para España.

La voladura del Maine


El 17 de febrero el periódico estadounidense Journal titulaba: «El buque de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo» El propio capitán en su primer telegrama desde La Habana, mencionó la ayuda que habían prestado las autoridades españolas y matizó: «Se deberá acallar a la opinión pública hasta nuevo informe». Pero el objetivo se había cumplido, las semanas siguientes recorrió el país una corriente de agitación por parte de la prensa como el Journal. El 18 de febrero el World titulaba: «Todo el país está sacudido por la fiebre de la guerra».

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McKinley aprovechó rápidamente la situación tras el incidente, y el 9 de marzo consiguió del Congreso 50 millones de dólares para reforzar la marina y el ejército. EE. UU. se preparaba para la guerra. Las comunicaciones con España fueron intensas e intimidatorias, incluyendo una solicitud de armisticio y negociación de la independencia de Cuba. La negativa española llevó a McKinley a pedir oficialmente al Congreso permiso para empezar la guerra el 11 de abril.

«Intervenimos por causa de la humanidad y para poner término a las barbaridades de la lucha, a la efusión de sangre, al hambre y a la horrorosa miseria que en la actualidad asolan la isla (…) Estamos obligados a garantizar a nuestros ciudadanos en Cuba la protección e inmunidad de sus vidas e intereses materiales (…) La situación actual de la isla de Cuba es una amenaza constante para nuestra paz interior e impone al gobierno de los Estados Unidos gastos enormes, consecuencia de un conflicto que dura desde hace años en una isla tan próxima a nuestro país y tan unida a nosotros por importantes relaciones comerciales y en la que corren constante peligro la vida y la libertad de nuestros ciudadanos».

Y el embajador británico en Madrid, apostillaba: «España prefiere ir a la guerra que llegar a un acuerdo que pudiera ser considerado de tipo mercenario o causa de descrédito (…) Temo que los próximos meses estarán marcados por el desastre»

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El 21 de abril EE. UU. declaró la guerra a España. La guerra fue breve y decisiva. Tras perder la flota, Santiago cayó el 12 de mayo y se firmó el Protocolo de Washington el 12 de agosto, poniendo fin al conflicto. Las negociaciones de paz concluyeron en París el 10 de diciembre de 1898, confirmando la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

LOS INFORMES

Tras el incidente se pusieron en marcha dos Comisiones para preparar sendos informes, una por cada bando. Los españoles propusieron una conjunta, inaceptada por los estadounidenses.

En la Comisión de Estados Unidos, el capitán Sigsbee dio un testimonio ambiguo. Se tomaron declaraciones de supervivientes y se visitó La Habana, pero no se consultó a expertos externos. La conclusión fue que el Maine había sido hundido por una explosión de mina exterior submarina. Con el apoyo de cierta prensa, esto influyó en la opinión pública.

La Comisión española, compuesta por los capitanes Del Peral y De Salas, se enfrentó a todo tipo de obstáculos de la diplomacia estadounidense. Interrogaron a los ingenieros que inspeccionaron los restos del Maine y sus conclusiones diferían de las oficiales estadounidenses. Descartaron la teoría de la mina y atribuyeron la explosión a una combustión espontánea de carbón cercana a los pañoles de munición, concluyendo que la explosión fue interna.

En 1911 la Armada de los Estados Unidos reflotó el Maine e inició una nueva investigación, muy superficial, para volver a ratificar el resultado de la Comisión de años atrás.

La posibilidad de fraude ha sobrevolado la historia del Maine hasta que, en 1974, Hyman Rickover, un almirante estadounidense que nunca apoyó esta teoría, emprendió una investigación privada. Revisando ambos informes oficiales, periódicos de la época y documentación oficial sobre la construcción del buque, concluyó que la causa de la tragedia fue el calor producido por el incendio de una carbonera adyacente al pañol de reserva. «Si el barco hubiera saltado por los aires en un puerto estadounidense o extranjero amigo…es poco probable que una comisión hubiera echado la culpa a una mina».

CONSECUENCIAS

La guerra con Estados Unidos fue breve y resultó en una derrota decisiva para España, que perdió Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Para Estados Unidos, esto fortaleció su expansión y liderazgo mundial.

La "crisis de fin de siglo", o el desastre del 98, impactó negativamente en la política exterior española, reduciendo su influencia internacional. Internamente, se cuestionaron los objetivos nacionales, la situación política, los problemas sociales, el papel del ejército, la configuración del Estado y la economía. Surgió un movimiento regeneracionista para corregir errores y modernizar el país. Pese a la derrota y pérdida de colonias, el sistema político mostró solidez, manteniéndose la Constitución, la monarquía y el parlamentarismo, sin crisis económica.

Si que hubo una crisis en la conciencia nacional que llevó a una profunda reflexión sobre el futuro del país. Se hablaba de una España «sin pulso», que estaba en una fase crítica. El pesimismo se extendió y la palabra predominante era «Desastre». Sin embargo, esta percepción no reflejaba la realidad política y económica de ese momento. España se encontraba dentro de la normalidad de su entorno.



Fuentes:

Historia Contemporánea de España 1808-1923. Blanca Buldain Jaca (coord). Cap 23 La «crisis» de fin de siglo, 1895-1902 Mª Dolores Elizalde Pérez-Grueso.

Memoria del 98, De la guerra de Cuba a al Semana Trágica, editorial El País. Cap 7 La explosión del Maine, Hugh Thomas.
La Aventura de la Historia, número 2 (1998). Sagasta saldó el Imperio

Para saber más:

How the Battleship Maine Was Destroyed, Hyman Rickover, 1976

The «Maine» An Account of her destruction in Havana Harbour. The personal narrative of Captain Charles D. Sigsbee. New York The Century Co. 1899



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