EL EXPEDIENTE PICASSO

 

Expediente Picasso

El Expediente Picasso, consecuencia del estudio e informe de responsabilidades militares en lo que conocimos como Desastre de Annual, conllevó el procesamiento de varios mandos militares por su «negligencia o abandono de sus deberes» en el campo de batalla y en la planificación previa. Veremos el tortuoso recorrido de Juan Picasso para llegar a las conclusiones y hablaremos de las consecuencias que tuvo en nuestra sociedad el Desastre de Annual.

CONSECUENCIAS DE ANNUAL

Nos centraremos en este apartado en las consecuencias políticas y militares principalmente. Comencemos por las primeras y lo haremos de la mano de la profesora Rocío Velasco de Castro de la Universidad de Granada, quien considera la primera consecuencia, tras conocerse en la Península las primeras noticias de Desastre, la caída del gobierno de Allendesalazar (12-13 de agosto) y su sustitución por el gabinete conservador de concentración nacional presidido por Maura, en agosto de 1921, quien para su quinta presidencia designó a Juan de la Cierva y Peñafiel, nuevo ministro de la Guerra. Éste, dada la gravedad de la situación, ordenó al presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina, el general Aguilera, la apertura de una investigación que no sólo aclarase lo sucedido, sino que señalara, en su caso, a los responsables. Se trataba, en principio, de elaborar un expediente de carácter gubernativo “destinado a esclarecer las circunstancias que concurrieron en los sucesos de orden militar acaecidos en el territorio de la Comandancia General de Melilla en los meses de julio y agosto de 1921”. 

No obstante, el mismo de la Cierva marcó desde el principio los límites a los que se debía subordinar dicha investigación, para empezar, dejando fuera de investigación las decisiones del general Dámaso Berenguer.

Lo cierto es que desde el primer momento cuando se empezaron a conocer los detalles del Desastre, surgieron en el gabinete de Maura agudas discrepancias en torno a la política a seguir en Marruecos. El propio Maura y otros ministros eran partidarios de limitar sustancialmente la implicación de España en Marruecos, otros, opinaban lo contrario pues esa decisión envalentonaría a Abd el-Krim, dejaría las manos libres a Francia para actuar y supondría una deshonra para la posición internacional de España. La vía una vez más fue débil, indecisa y vacilante. Por una parte, nadie se atrevía al abandono de la presencia española en Marruecos, pero, por otro lado, tampoco había una decidida actitud combativa contra las cabilas.

Si el gobierno de Maura nació por la cuestión de Annual, esta misma fue la causante de su final y en marzo de 1922 dimitía siendo sustituido por el conservador Sánchez Guerra. Annual se había llevado por delante en ocho meses dos gobiernos, el de Sánchez Guerra también caería, en diciembre, y todavía quedaría el de García Prieto.

Siguiendo al profesor Moradiellos en el ámbito político-social, además de todos esos cambios de gobierno, síntoma de una profunda crisis, Annual precipitó un clamor popular para castigar también a todos los responsables políticos del Desastre, que quedaban excluidos del informe antes mencionado y que conoceremos como Expediente Picasso, que tuvo su eco en las Cortes. En particular, Indalecio Prieto, bastante escéptico con el resultado de este expediente, que proclamó el 20 de octubre: «La campaña de África es el fracaso total, absoluto, sin atenuantes, del Ejército español». Tanto en la calle como en el Parlamento, cuando se empezó a conocer la realidad de nuestro ejército en el Rif, mala preparación de los soldados para la campaña, las deficiencias materiales y formativas de las tropas encargadas de las operaciones e igualmente los casos de corrupción imperante entre los jefes y oficiales que mandaban esas fuerzas y que fueron reos de incompetencia y cobardía insólitas, provocaría un ambiente de indignación que agitó con fuerza el antimilitarismo y la exigencia del abandono del Protectorado. Aprovechando esta atmósfera, los partidos de la oposición antidinástica en las Cortes lograrían conformar una Comisión de investigación de responsabilidades que no tardaría en subrayar la íntima conexión entre el general Fernández Silvestre y el rey Alfonso XIII y, en definitiva, intentando implicar al rey en las responsabilidades del Desastre.

El 21 de julio de 1922, el Pleno del Congreso acordó nombrar una Comisión encargada de estudiar todos los documentos del Expediente Picasso. Comisión de la que formó parte Indalecio Prieto. El 14 de noviembre se presentó el dictamen, inculpando a Berenguer y Navarro (todavía en cautiverio) y extendiendo responsabilidades en el ámbito político. No obstante, la mencionada Comisión de Responsabilidades, quedaría sin efecto al término de la legislatura. El 3 de julio de 1923 se vuelve a reactivar dicha Comisión de Responsabilidades sobre Annual, pero tampoco sirvió de mucho porque el Congreso cerró por el periodo estival aplazando la continuidad de la Comisión hasta el 1 de octubre para entregar conclusiones, pero sus actuaciones quedaron interrumpidas por el golpe de Estado del general Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923.

Porque los militares, descontentos con el rescate de los prisioneros, como ahora veremos y, sobre todo, por los derroteros que estaba tomando la resolución del Expediente Picasso, que interpretaban como un juicio en toda regla al Ejército por el que se veían amenazados, y las Comisiones Parlamentarias, el 13 de septiembre de 1923, como ha ya hemos avanzado, el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, disolvió las Cortes y proclamó al Dictadura. Y una de sus primeras consecuencias, nada casual, y de las que el monarca fue uno de los principales beneficiados, fue el frenazo en seco del Expediente Picasso que volvió de forma urgente al Consejo Supremo de Guerra y Marina, salía del ámbito Parlamentario y se circunscribía exclusivamente al militar. Dicho Consejo acabaría emitiendo su fallo, y pese a que las condenas fueron escasas y muy leves, todas ellas quedarían sin efecto, ya que el 4 de julio de 1924, el Rey firmaba una amnistía. El Expediente quedó sepultado en el olvido hasta la Segunda República.

Volvemos al profesor Enrique Moradiellos, cuando dice que, en el ámbito militar, Annual propició un «crudo, modélico y sincero análisis introspectivo de la situación del Ejército español, bien reflejado posteriormente en el Expediente Picasso, que conllevó el procesamiento de varios mandos militares (...) Como resultado de sus pesquisas y resultados, el Consejo Supremo de Guerra y Marina condenó a 37 jefes y oficiales imputados por el general Picasso y extendió la medida a otros 39 jefes y oficiales, incluyendo al propio Berenguer, que hubo de cesar en su cargo de Alto Comisario.

La relación de deficiencias del Expediente obraron como un auténtico revulsivo duro pero necesario que no omitió ni una sola faceta del aspecto militar (el político quedaba fuera de su jurisdicción): falta general de preparación suplida con improvisación, exceso de confianza del alto mando que generó un sistema defensivo frágil con multiplicidad de posiciones vulnerables y dispersas, desconsideración de aseguramiento de aljibes con reservas de agua o con puntos de aguada lejanos e inseguros, deficientes comunicaciones, escasez de medios de transporte, relajación  de la disciplina y deberes de servicio y negligente cumplimiento del deber de oficiales y tropas que carecían de experiencia en combate y estaban poco instruidas en su cometido.

Expediente Picasso
De igual modo, y en parte como resultado de esa introspección pública y descarnada, la campaña militar para hacer frente al Desastre propició la formación de un nuevo ejército colonial y profesional, un ejército que denominamos ya propiamente “africanista”, muy diferente ya del peninsular por su experiencia de combate (…). En este sentido, Annual fue un auténtico revulsivo para los militares españoles. José Ortega y Gasset apreció ese cambio en la mentalidad y práctica de los militares con una frase bien conocida y certera: «Marruecos hizo del alma dispersa de nuestro Ejército un puño cerrado moralmente dispuesto para el ataque». De hecho, si hasta 1921 la guerra de África evidenció las características de campañas coloniales clásicas, a partir de Annual el esfuerzo bélico se orientó en una nueva dirección, no solo por el empleo cada vez mayor de más medios modernos (aviación, tanques, armas automáticas, etc.), sino por las nuevas concepciones tácticas y estrategias (bombardeos aéreos, operaciones anfibias navales y terrestres, prácticas de contrainsurgencia)».

EL RESCATE DE LOS PRISIONEROS

¿Y qué pasaba con los prisioneros españoles en manos de los rifeños? ¿se habían olvidado de ellos? El 6 de septiembre de 1921, Abd el-Krim, ni un mes había pasado de la matanza de Arruit, daba a conocer sus condiciones para el canje de prisioneros: excarcelación de todos los prisioneros rifeños en manos españolas y tres millones de pesetas que luego ascenderían a cuatro. Entre septiembre y abril de 1922, sin embargo, se fueron dando “rescates parciales” de unos 400 civiles y militares, bien mediante canje de prisioneros, mediante gratificaciones y siempre con la colaboración de los jefes de las cabilas, que salían ganando con estos tratos mejor que ceder a los prisioneros a Abd el-Krim, aunque al final tuvieron que ceder.

Los prisioneros fueron trasladados a Axdir, capital del Rif en un total de 545, de los que finalmente fueron rescatados 367. La diferencia falleció en cautiverio por heridas de guerra, enfermedades y malos tratos. El pago de las indemnizaciones creó tensión entre los militares y en el Parlamento. Los primeros porque lo consideraban una humillación, claudicar a las exigencias del rifeño, si había que rescatarlos tendría que ser en una operación militar. Entre la clase política la duda venía por los temores albergados de que el dinero fuera empleado en armamento y se volviera contra España, cuestión de la que no estaban muy desacertados. Estas dudas e indecisión alargarían el proceso y la patata caliente pasaría a los sucesivos gabinetes.

El siguiente gobierno, el cuarto desde la crisis, fue el liberal de García Prieto, donde la cuestión dio un giro gracias a sus posicionamientos civilistas en la gestión de la cuestión marroquí.

El 23 de enero de 1923 se producía la liberación.

EL EXPEDIENTE PICASSO

En virtud de la Real Orden de 4 de agosto de 1921 se creaba una comisión de investigación presidida por el general Juan Picasso González, hasta entonces representante militar español ante la Sociedad de Naciones. Conocido por su reputación (refrendada por una Laureada concedida por méritos durante la campaña de Melilla de 1893), miembro del Consejo Superior de Guerra y Marina, se le encargó la investigación, en la misma plaza de Melilla, de los hechos ocurridos en Annual, a fin de delimitar responsabilidades militares. El informe se conocerá como Expediente Picasso. Para tal fin, Picasso, como juez instructor, fue auxiliado como secretario por el auditor de Brigada Juan Martínez de la Vega y Zegrí. El 13 de agosto el general Picasso inició en Melilla la instrucción del expediente, obstaculizado por Berenguer, que quería limitar las responsabilidades a los planes de Silvestre y que reunirá en dos piezas todas las informaciones y documentos relativos a los hechos. Tras nueve meses de trabajo, Picasso regresó a Madrid con un abultado y contundente expediente de 2.433 folios, muy crítico con la actuación y corrupción de los mandos sobre el terreno, que un 18 de abril de 1922 entregó al Consejo Supremo de Guerra y Marina.

Su expediente afirmaba que los abusos constantes habían generado una fuerte animadversión contra la labor colonizadora española; también revelaba la torpeza, ineficacia y cobardía de algunos altos mandos del estamento militar; descubría las malas relaciones entre las máximas autoridades del Protectorado, así como los problemas derivados de las carencias de equipamiento o en el entrenamiento de los combatientes, de los desfalcos, del contrabando de armas con el enemigo, etc.

Las conclusiones que se derivaban del expediente, que no fue dado a conocer (sería publicado en los años de la República) dieron pie a que el máximo tribunal militar, el Consejo Supremo de Guerra y Marina, acordase procesar a un buen número de militares, incluido el general Berenguer. 

María Ángeles Recio García, en su trabajo El desastre de Annual en el Parlamento español: las Comisiones de Responsabilidades destaca como el general Picasso expuso en su informe los siguientes motivos de la «catástrofe»:

  • La desmesurada extensión del frente de operaciones, con una cantidad enorme de guarniciones, que calificaba de «absurda».
  • Dejar cabilas armadas en la retaguardia, conforme las iban sometiendo.
  • No haber sacado conclusiones de Abarrán. Resaltando aquí, que seis días después de caer Abarrán, Silvestre ocupó Igueriben.
  • Haber confiado la seguridad del territorio de retaguardia al cúmulo de posiciones organizadas de manera deficiente, mal provistas e insuficientemente guarnecidas.
  • Sin líneas de apoyo, por si fuera necesario un repliegue.

La concurrencia de los anteriores motivos ―escribía Picasso―, provocó el «descalabro y la desastrosa retirada, sobrevenida impensadamente para el mando».

Expediente Picasso


Para abordar con algo más de profundidad el tema del Expediente Picasso y saber en realidad qué pasó aquellos días de julio y agosto de 1921 seguiremos el artículo publicado en la revista Aventura de la Historia de febrero de 1999 del historiador Juan Pando, autor del libro Historia Secreta de Annual, quien tuvo acceso directo al archivo particular del general Picasso en julio de 1997

Picasso se encontraría con multitud de piedras en su camino, pero lo tenía meridianamente claro, si se podía encausar a alféreces de 20 años con mayor razón habría que incluir al alto comisario y jefe del ejército de África (Berenguer) y al segundo de Silvestre, Navarro.  Y aunque serían constantes las presiones institucionales para que de la Cierva cesara a Picasso, el ministro siempre apoyó al general.

El trabajo de Picasso y sus colaboradores fue titánico, en sesiones maratonianas, interrogando a los supervivientes del desastre del verano. Hubo confesiones, contradicciones, verdades y mentiras, como era de esperar. Y, sobre todo, mucho horror. Esa montaña de testimonios compondrá el juicio de las responsabilidades históricas:

  • Las de una acción colonial nefasta, saqueadora de los bienes indígenas y provocadora de su venganza: el asesinato de Arruit, el 9 de agosto de 1921, de 2.568 españoles que habían capitulado, por los cabileños de Beni Bu y Metalza, las tribus privadas de sus tierras en 1914.
  • Las de un penoso abandono de la responsabilidad y de la honradez: 47 jefes y oficiales se suicidaron; 41 oficiales perdieron sus carreras por sentencias de Tribunales de Honor; 59 jefes y oficiales, 30 de ellos en África, fueron acusados de desfalcos y malversaciones, según datos hechos públicos en el Congreso en 1922, por el comandante y diputado conservador Felipe Crespo de Lara. 
  • La incongruencia de mantener un doble consulado (nepotismo militar) en el Marruecos de 1921, sin ninguna concordancia operativa entre Berenguer, en Yebala, y Silvestre, en el Rif.
  • Y hasta un frívolo entendimiento, en la jefatura del Gobierno y en la del Estado, de lo quera colonizar o mandar un ejército, mal adiestrado y peor equipado, en suelo enemigo.

Las declaraciones de ciertos militares no implicados en los desastres de Annual y Monte Arruit, pero con experiencia de mando en la zona, casos de los tenientes coroneles Dávila y Fernández Tamarit y del coronel Riquelme, aportaron visiones objetivas de la crisis. 

Y de las declaraciones de los presentes en el territorio podemos saber que sucedió realmente. Como por ejemplo por las del teniente médico Felipe Peña se conoció que el capitán Antonio Lobo Ristori, al mando del campamento-arsenal de Ben Tieb (a 18 km al sur de Annual), quedó sin órdenes ni instrucciones, y al pedirlas por teléfono a sus jefes y no recibirlas, presentó un ultimátum: si en cinco minutos nada se le decía, «tomaría el silencio por orden de evacuar». Lobo mandaba sobre 651 hombres y contaba con 6 cañones para su defensa. Recordemos que Ben-Tieb era el objetivo que comunicó Silvestre en su último telegrama donde se dirigiría la retirada de Annual, que luego se convertiría en huida caótica y no se detendría en este lugar. Angustiado por la suerte de los 70 heridos que cuidaba Peña, tomó una decisión humanitaria, aunque desastrosa: evacuó Ben-Tieb, privando al general Navarro de su flanco derecho, su izquierdo lo había perdido él mismo al no dar órdenes a García Esteban, en Bu Beker, para que reagrupase a todas las tribus en Drius. Los heridos de Peña ganaron solo día y medio de vida, ya que el 24 de julio fueron rematados por los rifeños en la retirada de Drius a El Batel. De los 24 oficiales de Ben-Tieb se salvaron 7, y Lobo no estuvo entre ellos, pues sería asesinado en Arruit.

Los testimonios del teniente coronel Pérez Ortiz y de los comandantes Armijo y Fernández Mulero, sirvieron para retratar la desmoralización reinante en Drius y comprender el error del general Navarro al abandonar aquel campamento, bien fortificado, con el agua del Kert discurriendo a 30 metros de sus muros, y disponiendo de 10 o 12 cañones con abundante munición.

Jiménez Arroyo, el coronel del regimiento África, que debería encontrarse al frente de su unidad, acantonada en Bu Beker, unos 1.500 hombres de los que se salvarían 493, y a la que tenía abandonada, ¡desde el mes de mayo!, solo pudo llegar a El Batel desde donde aconsejó a su sustituto, García Esteban, que «resistiera a la espera de refuerzos», estando este a 60 kms de distancia y rodeado de territorio sublevado; después se dirigió a Arruit, pero se asustó y abandonó la defensa. Junto al capitán Carrasco, jefe de la compañía de la Policía Indígena responsable de la seguridad del campamento, abandonó la base y retornó a El Batel.

Allí subió a un coche, junto a Carrasco y un hijo suyo y escapó a Melilla. Por la pista alcanzaron al capitán de artillería Ruano, que se replegaba con su exhausta tropa y le dijeron «que detrás venia la Policía», cuando la verdad era que la Policía Indígena, ante a huida de su jefe, se había sublevado y hecho una matanza entre la guarnición. Jiménez Arroyo incluso tuvo tiempo de facturar su equipaje en un tren, que al llegar a Nador, fue interceptado por los guardias civiles del teniente Fresno. Este oficial, el mejor defensor de Nador junto con el guardia Almarcha, hizo bajar del tren a un tropel de hombres «completamente desmoralizados», entre ellos «dos o tres» que viajaban «conduciendo el equipaje del coronel Jiménez Arroyo». 

Ante Picasso el indigno coronel manifestó que había sufrido «un vahído precursor de una congestión cerebral, de la que ha tenido anteriores ataques», pero el capitán de artillería Ruano declaró que «ni en el aspecto del uno ni en el otro notó nada extraordinario».

En Nador, Pardo Agudín planteó una defensa vacilante. Luego alegaría que «agotó los medios de resistencia, pero que no le fue posible cumplir la orden del Alto Comisario de resistir». Berenguer se mostró irritado por tales afirmaciones: el 1 de agosto, al saber que Pardo había entrado en tratos de rendición con los rifeños, le ordenó que «no se rindiese» y le sugirió que sería «muy conveniente demorar (la evacuación) seis o siete días». Cuando Pardo se rindió (el 2 de agosto), su tropa aun tenía 150 fusiles y 3.000 cartuchos. Su capitulación salvó la vida de su gente, pero acabó con toda posibilidad de salvación para la guarnición de Arruit.

En Dar Quebdani, la deshonrosa capitulación del coronel Araujo, por cinco mil pesetas reunidas por la oficialidad, confundida por su propio jefe y obligada a votar si debían rendirse, huir o luchar cuando las órdenes de Navarro eran salir y fortificarse en la línea del Kert, derivó en el holocausto de 998 hombres de aquella columna, poco más de 40 fueron los supervivientes, incluyendo la compañía del capitán Amador, que se negó a rendirse y cayó, casi íntegra, defendiendo la aguada.

Tras la repatriación (enero de 1923) de los principales retenidos por Abd el-Krim, se conoció la verdad al converger los primeros testimonios con los del teniente Casinello, compañero de Amador. Se supo entonces que cuatro de los 29 oficiales, capitanes Cuadrado y Vietgitz, teniente Relea y alférez Montealegre, habían tenido el coraje de acompañar a sus vendidas tropas en el momento de entregar las armas, muriendo con ellas.

Al dictar Alfonso XIII, el 24 de julio de 1924, su amnistía e incluir en ella a Araujo, Picasso formuló un enérgico voto disidente, pero el Estado alfonsino prefirió ocultar la tragedia y la indignidad del coronel con su indulto.

Concluida la fase pericial y testimonial en Melilla, Picasso regresó a la Península el 23 de enero de 1922. El 18 de abril presentó Picasso su Expediente al Registro del Consejo Supremo de Guerra y Marina: 2.433 folios. El contenido se limita a estudiar técnicamente las operaciones militares que habían conducido al desastre, sin tocar cualquier cuestión política. Tres días después se remite Real Orden Comunicada del Ministerio de la Guerra al Consejo Supremo de Guerra y Marina para que, en base al Expediente Picasso, el fiscal militar elabore un dictamen.  El 28 de junio, el dictamen del fiscal militar sirve para que el Consejo Supremo de Guerra y Marina acuerde la formación de varias causas para depurar las responsabilidades de los hechos ocurridos, adjuntándose la información gubernativa de Picasso como antecedente en la instrucción de estos procesos.

El Expediente llegaba al Congreso el 18 de julio y allí estaría 14 meses, hasta que el 13 de septiembre de 1923, en el que un profesor de la Escuela de Ingenieros Agrónomos, presidente de la Comisión de los «Veintiuno», Bernardo Mateo Sagasta Echevarría, lo sustrajo para evitar su destrucción por la dictadura recién proclamada. 

Picasso pasó a la Reserva, en 1923, con el grado de teniente general, rodeado del desdén oficial y con la salud perdida a causa de las terribles revelaciones que había tenido que escuchar, de las presiones recibidas, del recelo de sus compañeros de milicia, de la ocultación de su Expediente… Así llegaría a 1931, con la caída de la monarquía y la proclamación de la II República. 

El viernes 5 de abril de 1935, el general fallecía en su domicilio madrileño, calle de la Amnistía 5, victima de un cáncer de garganta. No hubo discursos ni pompa. Solo en Melilla y desde 2017, ni en Madrid ni en su Málaga natal, hay una calle en su honor. Sus interrogatorios cubren 141 páginas, con relación a las 135 posiciones de despliegue operativo de Silvestre. Solo para conocer lo ocurrido en Annual, Picasso interrogó a 79 declarantes (75 militares y 4 civiles).

Para terminar, recojo nuevamente las palabras del profesor Moradiellos, en su ponencia que en fuentes especifico, concluyendo que «Annual y sus repercusiones, en la forma de la campaña de búsqueda de responsabilidades por la tragedia humana y militar, propiciaron el contexto para la quiebra final del sistema liberal-parlamentario de la Restauración, al socavar la hegemonía y legitimidad de sus partidos y de sus líderes (incluyendo al propio rey). Y, a la par y de manera correlativa, Annual y sus repercusiones fueron creando el clima para que reapareciera, firme y seguro, un nuevo protagonismo político e institucional del Ejército español. Era un renacido militarismo pretoriano que llevaría, en septiembre de 1923, a la implantación de la primera dictadura militar de la historia de España en el siglo XX: la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, con patrocinio real, una de cuyas primeras decisiones fue precisamente disolver la comisión de responsabilidades por la tragedia (y meses después, amnistiar a la mayoría de los condenados, incluyendo a los generales Berenguer y Navarro)».


Fuentes:

El informe Picasso fue recuperado en su totalidad y transferido al Archivo Histórico Nacional en 1990. El Expediente Picasso propiamente dicho consta de 10 piezas y 2418 folios. Todo este contenido ha sido digitalizado y puede consultarse en el Portal de Archivos Españoles (http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/6831854), donde aparece como "Información Gubernativa instruida para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de posiciones del territorio de la Comandancia General de Melilla en el mes de julio de 1921 (Expediente Picasso)" con signatura "FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO, Exp.50". La primera pieza contiene un valioso índice del mismo y en las páginas web de cada pieza se detallan en líneas generales los respectivos contenidos.


El desastre de Annual en el Parlamento español: las Comisiones de Responsabilidades. María Ángeles Recio García Universitat de les Illes Balears. 2018 Revista Digital Guerra Colonial

España y Marruecos: del Desastre de Annual a la Dictadura de Primo de Rivera (1921-1930). Rocío Velasco de Castro (Universidad de Extremadura) 2022 Hispania Nova Revista de Historia Contemporánea

Aventura de la Historia nº 4 febrero de 1999 Los terribles papeles del general Picasso, por Juan Pando Despierto

Podcast. Memorias de un tambor. El Desastre de Annual 1921-2021 https://go.ivoox.com/rf/72514704

Real Academia de la Historia Annual 1921 https://www.rah.es/annual-1921/ 

El Desastre de Annual de 1921. Una reconsideración historiográfica. Enrique Moradiellos (2021). Boletín de la Real Academia de la Historia.

Historia contemporánea de España 1808-1923. Quinta parte: el reinado de Alfonso XIII de 1902-1923. Susana Sueiro Seoane (Blanca Buldain Jaca, coordinadora) AKAL 2013

Annual: Una aproximación bibliográfica 1921-2021 Biblioteca Centro de Documentación de Defensa patrimoniocultural.defensa.gob.es

Historia Secreta de Annual. Juan Pando. Temas de hoy. 1999


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