LOS TRIUNVIRATOS EN LA ANTIGUA ROMA

 

Los triunviratos en la antigua Roma

El triunvirato es una alianza política constituyendo una forma de gobierno con tres personalidades aliadas, con suficiente poder, prestigio y reconocimiento, generalmente militar. En la Roma antigua se conocieron dos casos justo al final de la República. 

PRIMER TRIUNVIRATO

Cuando Cicerón acabó con la sublevación de Catilina todo auguraba que el peligro para la República había pasado, que todo volvía a su orden natural y que el futuro de Roma no corría peligro.

Nada mas lejos de la realidad. La aparición en la escena política de Julio Cesar cambiaria las reglas del juego enfrentándose a los dos personajes más ricos y ambiciosos de ese momento: Pompeyo y Craso.

Pompeyo regresó victorioso de Oriente en el año 61 a.e.c. tras derrotar a piratas y a Mitrídates, pensando en que nadie le haría sombra en Roma. Pero a duras penas logró que se le permitiera celebrar el triunfo y no consiguió que se aprobara la medida que más deseaba, la asignación de tierras a los veteranos de sus legiones. Enfrente se encontró a Cicerón, todo un referente en esos momentos, que desconfiaba de sus intenciones, a Craso con el que mantenía una fuerte rivalidad personal y, lo que era mas grave, al propio Senado que se negaba a ratificar los acuerdos que Pompeyo había firmado en Oriente y temía que, si continuaba acaparando poder, esto iría en merma de las propias competencias del Senado.

La situación era tensa, Pompeyo y Craso, los hombres mas poderosos de Roma enfrentados entre sí y ambos con la oligarquía senatorial, lo que llamaba a gritos a un acuerdo de mínimos entre ambos políticos, cuestión que ya habían hecho diez años antes para aspirar los dos al consulado. Pero ahora no era tan fácil, cada uno desconfiaba del otro y ese acuerdo parecía lejos.

Se necesitaría de una tercera figura que lo facilitara y aquí entra en escena Julio Cesar, protegido de Craso y que ya venía navegando entre esas dos aguas. Acababa de regresar de desempeñar su propretura en Hispania y a su vuelta a Roma hizo de mediador, dando lugar a la formación de esa alianza privada que hemos conocido como el primer triunvirato de Roma.

Esta es por lo menos la versión oficial que siempre hemos estudiado pero la historiografía ha discutido en innumerables ocasiones la veracidad de lo comentado. Por ejemplo, se discute, sobre todo, de quién partió la iniciativa, el papel de Cesar en la constitución de la alianza, y el momento en la que se llevó a la práctica, que no debió se antes de diciembre del 60 a.e.c. Probablemente los primeros acuerdos se realizarían entre Cesar y Pompeyo, más afines ambos en sus intereses inmediatos. La inclusión de Craso debió ser algo posterior, probablemente por iniciativa de Cesar, por su inmensa fortuna y por tener en el senado algunos círculos favorables, según expone el profesor de Historia Antigua de la UNED Javier Cabrero Piquero en el manual Historia Antigua Universal III, Historia de Roma.

Los triunviratos en la Antigua Roma


No se conocen con detalle los acuerdos del pacto al que llegaron los tres personajes, que con toda seguridad se basaban en un principio de ayuda mutua, comprometiéndose a no realizar acción alguna que perjudicase a cualquiera de los tres. Cesar deseaba el consulado para después poder obtener el mando de un territorio y ser administrador de aquél en calidad de procónsul, es decir, pasar de ser general a detentar un imperium y tropas a su servicio, y a cambio del apoyo de Craso y Pompeyo, una vez elegido cónsul trabajaría para que el Senado ratificara los acuerdos alcanzados por Pompeyo en Oriente y diera luz verde a la creación de colonias destinadas al asentamiento de los veteranos de las legiones pompeyanas; por su parte Craso aspiraba a lograr una posición de poder que se igualase con la de Pompeyo, pero, sin duda sus deseos se cuantificaban en orden económico buscando una rebaja en el arrendamiento del cobro de los impuestos en Asia.

En definitiva, este acuerdo privado no significó un reparto de poderes pues todas las instituciones siguieron funcionando con normalidad, sin verse afectadas de manera directa, pero el poder de los tres partícipes en él influiría en la vida política de Roma sobre las decisiones que marcarían su futuro. El triunvirato obedeció a intereses de particulares que crearon una nueva forma política en la cual obrarían bajo el amparo de ellos tres. Su increíble prestigio, influencia, prestigio y miedo mutuo fue lo único que los logró unir.

Fue a partir del consulado de Cesar en el año 59 a.e.c. cuando de forma pública se empezaron a ver los resultados de esa alianza provocando que voces autorizaras comenzaran a denunciarlo. Marco Terencio Varrón lo calificó como «monstruo de tres cabezas» y Cicerón comenzó a criticarlo desde ese mismo momento.

Tito Livio en sus Períocas nos transmitirá tiempo después que Julio César «quería controlar la República» y que para dicho propósito se realizó «un pacto conspirado entre los tres ciudadanos principales, Gneo Pompeyo, Marco Craso, y Cayo César».

Cada uno de los tres obtuvo lo que deseaba. La relación entre ellos era tensa, especialmente entre Pompeyo y Craso, mientras que Cesar mantenía una inteligente postura de cordialidad. El que se consiguieran los objetivos propuestos de ante mano era síntoma de que este primer triunvirato había sido un éxito.

Los triunviratos en la Antigua Roma


¿Cómo terminó el experimento? 

Desde el inicio de su consulado, Cesar desató una implacable campaña contra el Senado y los intereses de la oligarquía. Todo con la oposición de su colega de consulado, Bíbulo.

Cesar se aseguró su futuro por ley, y así se le entregaba durante cinco años el gobierno de la Galia Cisalpina y de Iliria, a las que sumó la Galia Narbonense. Antes de partir a hacerse cargo de las provincias gestionó que dos hombres de confianza de los triunviri fueran elegidos cónsules, L. Calpurnio Pison y A Gabinio y consiguió, para evitar problemas en su ausencia, que sus principales opositores abandonaran la ciudad, de esta forma a Catón se le envió a Chipre para confiscar ese reino, y a Cicerón se le enjuició por haber ejecutado a ciudadanos romanos ilegalmente en el proceso contra Catilina y fue desterrado.

En el año de consulado Julio Cesar consiguió aumentar su prestigio y se convirtió en el hombre fuerte del triunvirato.  Cuestión que no agradó especialmente a Pompeyo quien con Cesar en la Galia intentó recuperar terreno buscando nuevos aliados, como Cicerón. Pero los tres triunviros seguían necesitando ante la presión de la oligarquía del Senado. 

Cesar convocó a sus dos aliados en Lucca (abril del año 56 a.e.c.) para renovar el pacto que tenían, limar asperezas y asegurarse el futuro personal de cada uno. A Cesar se le prolongaba el mando en la Galia y sus dos colegas se debían presentar a las elecciones consulares para el 55 a.e.c., y una vez desempeñado el cargo debían recibir el mando de Hispania en el caso de Pompeyo y el de Siria, Craso, ambos por cinco años. Todo lo pactado se llevó a cabo. Pero a partir de ahí el triunvirato se descompondría.

En el año 54 a.e.c. fallece la mujer de Pompeyo, Julia, hija de Cesar, con lo que la alianza familiar entre ambos se rompe. Y un año después Craso pierde la batalla de Carras, pereciendo en la misma. A la par se producen en Roma graves desórdenes, declarándose la ley marcial y nombrando a Pompeyo único cónsul. Posición que le permitió actuar contra Cesar. 

Los triunviratos en la Antigua Roma


La decisión de Cesar fue volver son sus legiones cuestión que hizo a finales del año 49 a.C., cruzando el Rubicón entrando en Italia. Ello contravenía una ley que prohibía a los generales entrar en Italia con su ejército, lo que seria el inicio de una nueva guerra civil.

Es una carta fechada el 9 de diciembre del año 50 a.e.c. en Roma, Cicerón se lamentará de que a César se le hubiese entregado demasiado poder político y militar para poder desarrollar su guerra en la Galia, lo que conllevó a hacerlo inmensamente rico e influyente:

«Todo esto lo ha hecho a él [César] tan poderoso, que la única esperanza que lo puede detener descansa es un solo ciudadano [Pompeyo]. Realmente deseo que este último no le hubiese dado tanto poder en primer lugar, en vez de esperar a que él [Pompeyo] fuera demasiado fuerte para luchar con él [César]»

SEGUNDO TRIUNVIRATO

La guerra terminaría con la victoria de Julio Cesar que volvería a Roma a finales del verano del año 45 a.e.c. como único dueño del poder. Al nombramiento de dictador por diez años (año 46) se unió el de cónsul por otros diez, que Cesar rechazó inmediatamente y se le permitió usar el praenomen de imperator, que sería hereditario.

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Pero el 15 de marzo del año 44 a.e.c., en los idus de marzo, Julio Cesar sería asesinado. En ese momento emergían dos figuras claves: Marco Antonio, lugarteniente de Cesar, dueño de su testamento y su dinero y Octavio, principal beneficiario de testamento de Cesar, hijo de su sobrina y adoptado por este. El enfrentamiento entre ambos no se hizo esperar y Octavio vence a Marco Antonio en Módena, obligándole a huir a la Galia y regreso victorioso a Roma. 

M. Antonio contaba con los ejércitos provinciales y la alianza de Emilio Lépido, lo que obligó a Octavio, ya Octaviano, una vez reconocida su adopción por Cesar, a pactar con ellos, conformando el Segundo Triunvirato. M. Antonio, Lépido y Octaviano tendrían la potestad consular cada uno por un espacio de cinco años. Los tres se presentaban, de una forma u otra, como auténticos herederos de Cesar.

Este segundo triunvirato difería del primero, que no dejaba de ser un pacto secreto y privado. En este caso el pacto gozaba de un rango constitucional y sus componentes funcionaban como «III Viri» dotados de potestad consular, reuniendo en su seno el poder ejecutivo, legislativo y consular.

Pero los defensores de la República, aquellos que habían atentado contra Julio César, no estaban fuera de combate. En Oriente se habían reunido en un ejército: Casio estaba en Siria y Bruto en Macedonia. En el año 42 a.e.c. M. Antonio derrota en Filipos, llanura situada al norte de Grecia, a las fuerzas combinadas de aquéllos. Los únicos contingentes republicanos que quedaban estaban en la flota de Sexto Pompeyo, hijo de Pompeyo el Grande, adversario de César. 

Los triunviratos en la Antigua Roma


Pero las diferencias entre ellos eran notables, sobre todo entre Octaviano y M. Antonio. En Brindisi se firmó un nuevo pacto con un mas claro reparto de poder:

a) A M. Antonio le correspondió Oriente, en donde ya se encontraba.

b) A Octaviano, Occidente

c) Y a Lépido, África

Octaviano aprovechó su situación para ganarse el favor del patriciado conservador, desengañados con los otros triunviros, contrayendo matrimonio con Livia Drusila, de una de las familias más poderosas de la aristocracia senatorial.

En el año 36 a.e.c. se produce un nuevo pacto entre M. Antonio y Octaviano dejando ya a Lépido a parte como Pontífice Máximo. M. Antonio y Octaviano quedan, pues, frente a frente. M. Antonio seguiría en Oriente donde conoció a Cleopatra VII. La unión de estos últimos tuvo importantes consecuencias. M. Antonio fue atraído por la vida en la corte y el pensamiento de los antiguos monarcas ptolemaicos, asimilando la ideología oriental y transformándose en un monarca helenístico, adaptándose a su nueva capital: Alejandría. Ambos pretendían formar un reino helenístico de corte oriental, pero estas maniobras no pasaron inadvertidas a Octaviano.

Este no desaprovechó la oportunidad de desplegar toda su artillería propagandística en contra de M. Antonio, desde criticar su relación con Cleopatra VII reina de Egipto a criticarle que sus conquistas de nada habían beneficiado a Roma, pasando por que dilapidaba las fuerzas y los recursos de Roma. Le pintó como un juguete en las manos de la reina de Egipto. Octaviano consiguió dar lectura pública al testamento de M. Antonio, que confirmaba las concesiones vergonzosas que había hecho a Cleopatra. Igualmente hizo creer que M. Antonio pretendía, llegado el momento, trasladar la capitalidad del incipiente Imperio romano a Alejandría. Vendió la imagen de M. Antonio como un enemigo de Roma y consiguió del Senado poderes extraordinarios para combatir a M. Antonio.

Los triunviratos en la Antigua Roma


Tarde o temprano el enfrentamiento se veía venir. Y este sucedió cuando el 2 de septiembre del 31 a.e.c. la flota de Octaviano venció a la de M. Antonio y Cleopatra en la batalla de Actium. Todavía hubo un ultimo intento de M. Antonio y Cleopatra para negociar con Octaviano y conseguir una resolución peor este no cedió. Al final tanto M. Antonio como Cleopatra se suicidaron antes de que Octaviano entrara en Alejandría y los capturara. Egipto pasó a ser una nueva provincia romana.

Esta victoria supuso que Roma contaba con un solo «Princeps» y un solo Imperio. Se abría una nueva etapa en la Historia de Roma, se decía adiós a la República y comenzaba el Imperio.


Fuentes: 

Historia Antigua Universal III. Historia de Roma. Fe Bajo Álvarez, Javier Cabrero Piquero y Pilar Fernández Uriel. UNED 2008.

Roma se tambalea. El aumento de los personalismos a fines de la República. Andrés Cid Zurita. Revista Electrónica Historias del Orbis Terrarum, 2011


Comentarios

  1. Excelente e interesante articulo,,

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  2. Muy interesante, como todos tus artículos.

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  3. El arrojo de Julio César al enfrentarse a los dos personajes más poderosos del momento como eran Pompeyo y Craso fue todo un alarde de ambición personal. Imagino que le vendría bien a sus propósitos que Pompeyo estuviese enfrentado a Craso y al Senado. Es muy interesante e inteligente por su parte que Julio Cesar mediara entre ellos para formar el triunvirato.
    De modo que, según otras interpretaciones, César, a pesar de ser el protegido de Craso se entendía mejor con Pompeyo...
    En fin, me ha parecido muy interesante toda la descripción histórica que haces en el post.
    Gracias por compartirlo.
    Te invito a comentar también alguno de mis posts, el que desees.
    Muchas gracias de antemano.
    Saludos

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Marcos, es muy interesante tu aportación e invitación

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