GRANDES ENEMIGOS DE CARLOS I

 

Carlos

La llegada a la corona hispánica como su ascenso a emperador no fueron un camino fácil para Carlos de Habsburgo. Heredero de un vasto territorio heterogéneo y diseminado por Europa, el norte de África y lo que se conocía de América. Y ante esta situación utilizó dos instrumentos en su política integradora: el mantenimiento de la unidad religiosa en torno al catolicismo y la idea de una monarquía universal, una idea heredada de la Edad Media, el Imperio. No es difícil imaginar la cantidad de enemigos con los que tuvo que luchar durante su reinado. Enemigos internos y externos.

CARLOS I DE ESPAÑA Y V DE ALEMANIA

En 1516 Carlos I (1500-1558) asumía la importante herencia territorial de los Reyes Católicos: las coronas de Castilla y Aragón, con sus posesiones en Italia, en el norte de África y América.  En 1518 las Cortes de Valladolid y de Zaragoza reconocen a Carlos como rey de ambas coronas.

Pero por otro lado recibiría también la herencia borgoñona de su padre, Felipe el Hermoso (el Franco condado, los Países Bajos y Borgoña), que ya había pasado a su poder un año antes. Al morir su abuelo Maximiliano de Austria en 1519 heredó también sus posesiones en Alemania y Austria. Además de los derechos al título de emperador del Sacro Imperio.

Carlos llegó a España rodeado de un grupo de consejeros extranjeros, principalmente flamencos. No se ganó precisamente la confianza de las Cortes castellanas, donde además estaba abierta la herida de la subida al trono dejando de lado a su madre Juana, pero es que en la Corona de Aragón pasó algo parecido. ¿Y cómo solventó estas dificultades? Pues gracias a la concesión de prebendas y recompensas.

Carlos V
Cuando muere su abuelo Maximiliano I de Austria en 1519, se convirtió en candidato al título de emperador. Inmediatamente marchó a Aquisgran para ser coronado como Carlos V. La empresa del Imperio en la que puso todo su empeño significó para los reinos hispánicos, sobre todo para Castilla, una fuerte presión fiscal. Y eso que tuvo apoyo financiero por la banca europea del momento, alemanes y genoveses, así como los metales preciosos que llegaban del Nuevo Mundo.

ENEMIGOS INTERNOS: LOS COMUNEROS Y LAS GERMANÍAS

En su ausencia, mientras se fue a coronar Emperador tuvieron lugar dos graves acontecimientos en la Península, y aquí encontramos a sus primeros enemigos, en este caso internos.

En Castilla existía un gran descontento por los subsidios requeridos para la empresa imperial y su marcha a la coronación. No entendían esa ambición universalista de la idea imperial de Carlos. A lo que sumamos el nombramiento de extranjeros para los altos cargos. El aumento de la presión fiscal provocaría la revuelta de las Comunidades en 1520. Las principales ciudades castellanas se negaron en Cortes a pagar más impuestos. 

Enemigos de Carlos V
La revuelta se extendió por gran parte de Castilla, favorecida por el vacío de poder a causa de la ausencia del rey. Sus principales líderes fueron Juan Bravo, Juan de Padilla y Maldonado. Al final todo acaba cuando las tropas reales derrotan a los comuneros en Villalar en abril de 1521.

Casi a la vez se produjo en Valencia y Mallorca la revuelta de las Germanías (1520-1522) que fue un conflicto social, no político. Fue una pugna entre la burguesía media (artesanos) y la nobleza por el control de las ciudades, pero también fue una lucha entre campesinos y señores en el mundo rural. Además, se añadió pronto la guerra religiosa con matanzas de moriscos a los que los agermanados acusaban de colaborar con los nobles. En 1522, los nobles, con apoyo de tropas castellanas, derrotaron a los sublevados.

La resolución de ambos conflictos reforzaría la monarquía, que se impuso a las Cortes y demostró a la nobleza que necesitaba del ejército real para contener el malestar social.

En 1530 Carlos es coronado emperador en Bolonia por el papa Clemente VII. La elección imperial abrió una nueva fase en la historia de las relaciones internacionales.

¿Qué enemigos se encontraría en el exterior?

Carlos y Francisco I de Francia protagonizaron un enfrentamiento prácticamente constante durante toda su existencia. Entre 1521 y 1544 mantuvieron cuatro guerras, dos en la década de los años veinte, otra en la de los treinta y una cuarta en la de los cuarenta. Por otro lado, el acceso al trono de Carlos fue coetáneo con el estallido de la Reforma luterana. Muchos príncipes germánicos abrazaron la causa de la Reforma para usarla como móvil de oposición política contra el Emperador y beneficiarse de la secularización de los bienes de la Iglesia. Y, por último, los turcos en 1529 habían protagonizado un primer asedio a Viena que repitieron tres años después, mientras tanto ellos como sus aliados berberiscos desarrollaban una fuerte campaña de hostigamiento contra los dominios hispánicos en el Mediterráneo, que requería una defensa mas eficiente por parte del rey, quien recibía reproches de abandonismo desde la península. Esta lucha contra los infieles se conoció como Universitas cristiana. Pero jamás pudo liderar una Europa cristiana unida contra los turcos, porque en todo momento franceses y protestantes alemanes se entremetían. Veamos cada caso un poco más de atención.

FRANCIA Y FRANCISCO I

La rivalidad franco-hispana, ya existía antes de la llegada al trono de Carlos, ya que la idea de un asedio diplomático a Francia ya la había promovido Fernando el Católico al forjar la alianza hispano-germano-inglesa, que Carlos reforzó. En definitiva, el enfrentamiento con los Valois no es sino la amplificación de los conflictos que décadas antes habían enfrentado a Francia con España y con los Habsburgo.

Enemigos de Carlos V


Francisco I, rey francés, también pretendiente al trono imperial, siempre mantuvo una actitud de constante hostilidad respecto a Carlos. No en vano, Francia estaba rodeada: al norte, Carlos dominaba Flandes y el Artois; al sur, las coronas de Castilla y Aragón; al este, el Franco-Condado, por ello el objetivo de la política francesa era resistir el poder de los Habsburgo, aliándose a sus enemigos.

El enfrentamiento entre Carlos y Francisco para obtener la corona imperial parecía llamado a desembocar necesariamente en un conflicto armado. A lo largo de 1520 ambos soberanos trataron de ganarse el apoyo del inglés Enrique VIII, recibiendo de este, en ambos casos, promesas de apoyo.

El enfrentamiento entre Carlos y Francisco tiene su origen en la posesión de Borgoña por la corona francesa y en las aspiraciones de los dos monarcas de dominar Italia. 

Primera guerra hispano-francesa (1521–1526): la primera oportunidad que tuvo Francisco se la brindaron la marcha de Carlos a su coronación imperial y los comuneros, para intentar invadir Navarra y Flandes en 1521 sin éxito. Pero el foco de la historia se centró en el Milanesado, en poder de Francia, pero crucial para Carlos, cuyo control le permitiría soldar sus dominios centroeuropeos con los mediterráneos del sur de Italia. El 24 de febrero de 1524 tuvo lugar la batalla de Pavía, donde, además de ser derrotado, Francisco cayó prisionero y fue trasladado a Madrid, donde en enero de 1526 acabaría firmando un tratado humillante por el que recuperó su libertad comprometiéndose a entregar el ducado de Borgoña, a renunciar a cualquier pretensión sobre Nápoles y Milán y a tomar como esposa a la hermana de emperador, Leonor, viuda entonces del rey portugués Manuel I. Pero al llegar a Francia, Francisco anunció que se había visto obligado a formar el tratado de Madrid y que nos pensaba devolver Borgoña.

Segunda guerra (1526–1529): las tropas imperiales asaltaron y saquearon Roma en 1527 (Saco de Roma), obligando al papa Clemente VII, aliado de Francisco I —tras la Liga de Cognac, junto a Inglaterra—, a refugiarse en el castillo de Sant´Angelo. Importante y decisivo sería el abandono del almirante genovés Andrea de Doria de su temporal alianza con Francia y su transferencia a la causa imperial, incorporando Carlos a la suya una flota naval que controlaba el mediterráneo occidental.

En 1529 se firmaron las paces de Barcelona y de Cambrai o de las Damas (por ser negociada por Margarita de Austria y Luisa de Saboya) por la que Francia renunciaba a sus aspiraciones sobre Milán, Génova y Nápoles y Carlos dejaba sus reivindicaciones sobre Borgoña. El éxito de España en Italia no dejaba ni resquicios ni lugar a dudas. Sancionó dicho éxito la solemne coronación imperial de Carlos.

Tercera guerra (1535–1538): En 1535 murió sin descendencia el duque de Milán Francisco II Sforza y comenzaron las hostilidades por el Milanesado que concluyeron con la tregua de Niza (1538), conseguida gracias al arbitraje del papa Paulo III que mantuvo la situación, aunque supuso un avance para los franceses al dejar Saboya y el Piamente en sus manos. Llegaron a una serie de compromisos: frenar a los turcos, intentar detener el avance del luteranismo y apoyar la convocatoria de un Concilio.

Cuarta guerra (1542–1544): concluyó debido a la reanudación del conflicto con los protestantes en Alemania. Agotados, los dos monarcas firmaron la Paz de Crépy, mediante la cual España perdió territorios del norte de Francia próximos a Flandes; una vez más Francia renunciaba a Italia y Países Bajos, entrando Milán en la política matrimonial mediante un previsible enlace hispano-francés.

EL IMPERIO OTOMANO

Otro adversario aún más temible que el francés tuvo ocupado a Carlos durante décadas en el frente balcánico y en el berberisco norte de África. El Imperio Otomano tenía como objetivo principal la expansión armada en dirección a Europa, toda su estructura interna estaba concebida en función de la guerra, de modo que el organismo estatal equivalía a una inmensa máquina bélica. 

Los turcos no satisfechos con sus conquistas territoriales iniciaron una expansión marítima por el Egeo, el Jónico y el mediterráneo oriental, donde chocaron pronto con Venecia. En 1480, traspasaron el Adriático y pusieron pie en la península italiana, con la conquista de Otranto. Cundió la alarma en la Europa cristiana y se formó una liga entre el Papado, Francia, Venecia, España y Hungría, cuyas fuerzas les obligaron a desalojar Italia y a retirarse a sus bases orientales. 


Enemigos de Carlos V


Con Solimán el Magnífico el imperio turco llegó a su máximo apogeo. En 1529 los turcos habían protagonizado un primer asedio a Viena, que repitieron en 1532. Ésta fue la última amenaza grave que sufrió el Imperio por su flanco oriental en época de Carlos. Fernando, rey de Bohemia y Hungría, firmó treguas con los turcos a partir de 1533 y el Emperador pudo desentenderse durante un tiempo del frente terrestre con Turquía. 

Tras la paz de Cambrai, la actividad diplomática anti-hispánica de la monarquía francesa no cesó durante este tiempo, intensificando sus relaciones con el Imperio Turco (todo era válido con tal de dañar a Carlos). Este fue el período que Carlos dedicó sus esfuerzos a frenar el empuje de los turcos en el Danubio y a intentar solucionar el problema protestante en Alemania. 

Solimán había reemprendido enérgicamente el avance en los Balcanes y a finales de 1521 la fortaleza de Belgrado caía en sus manos, por otro lado, el ataque que realizó contra Hungría concluyó con la victoria de Mohacs (1526) donde perdió la vida el soberano magiar y se desmoronó todo su imperio, pasando en gran parte a dominio otomano —el resto quedó en poder de los Habsburgo— la ofensiva turca continuó, quedándose, como hemos visto a las puertas de Viena en dos ocasiones. Además, junto a sus aliados berberiscos desarrollaban una fuerte campaña de hostigamiento contra los dominios hispánicos en el Mediterráneo. 

Entre 1533 y 1543 se desarrolló la fase Mediterránea del emperador. Carlos tenía vastos dominios en el Mediterráneo, tanto hispánicos como italianos, hostigados continuamente desde el norte de África por los musulmanes. El emperador aplicó una política de contención del adversario, pero también intervino el ideal de cruzada, de defensa de la cristiandad contra el infiel. Dicha defensa la ejerció con la cesión de algún territorio, como la isla de Malta y la ciudad de Trípoli a los caballeros de la Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén, y el establecimiento de relaciones de vasallaje con autoridades de reinos musulmanes. La conquista de Túnez por parte de Barbarroja, aliado de Solimán, en 1534 pone en peligro todo el sur de Italia. Al año siguiente se prepara una movilización general cristiana y Túnez es recuperado, Muley Hacén, aliado del emperador, repuesto en el trono e instalada una guarnición española en La Goleta. 

Barbarroja no quedó tan roto como pensaba el Emperador pues tomó y saqueó Mahón, en Menorca. Argel era la base de operaciones y razias piratas de donde salían las expediciones de ataque y saqueo contra las costas y naves españolas, de ahí que fuera el blanco preferido para una acción en el norte de África. Ese era el gran objetivo.

El paso en 1528 de Andrea Doria con la armada genovesa al campo imperial, que ya he mencionado, supuso la pérdida para Francia de cualquier posibilidad de control en el Mediterráneo, quedándole solo una alianza con Barbarroja. La alianza franco-turca atrajo a varios estados a una aproximación al Imperio. Una coalición marítima entre España, el Papado y Venecia se enfrentaron a los turcos en la batalla de La Préveza (1538) con una estrepitosa derrota de la fuerza naval capitaneada por Andrea Doria. Se demostraba que la potencia marítima turca había llegado a tal grado de superioridad sobre cualquier otro estado cristiano considerado individualmente que sólo el poder coaligado de las potencias mediterráneas podría vencerlo y no siempre. 

En 1541, Carlos, pone por fin en marcha la tan esperada empresa de recuperar Argel, pero la empresa fracasó y produjo notables pérdidas. En el norte de África se irán perdiendo sucesivamente varias bases: Trípoli, mal defendida por los caballeros de Malta, cae en poder del corsario Dragut, sucesor de Barbarroja, en 1551; le siguen el Peñón de los Vélez en 1554 y Bujía en 1555. El Mediterráneo se había convertido casi en un lago otomano, mientras los movimientos de la mayor potencia europea, la española, quedaron condicionados, al menos hasta Lepanto, por la amenaza que suponía el imperio otomano.

LOS PRÍNCIPES ALEMANES Y LA REFORMA PROTESTANTE

El luteranismo había penetrado en los Países Bajos desde 1518. Carlos, aunque rechazaba decididamente el luteranismo, también rechazaba la intervención papal y durante el resto de su reinado intentó mantener el control de la política religiosa. Dos meses después de la publicación de la bula que excomulgaba a Lutero, el emperador publicó un edicto en el que ordenaba la quema de todos los libros luteranos (20 de marzo de 1521). Comenzaba el pulso con el papado para controlar la situación en los Países Bajos y la Inquisición.

Enemigos de Carlos V


Carlos firmó, en esta línea, el Edicto de Worms (25 de mayo de 1521), declarando a Lutero hereje y quedando sujeto de la acción represora de los poderes de la Corona Imperial. Se oficializa la ruptura del luteranismo con la Iglesia católica. Aquél es salvado de esa acción y de su ejecución por Federico III el Grande, duque de Sajonia, Gran Elector del Imperio, ocultándolo en el castillo de Wartburgo. Subliminalmente, Lutero, en su Carta a la Nobleza cristiana de la Nación alemana, excitaba el sentimiento nacional, llamando a una respuesta contra los excesos de la curia romana, siendo ésta, por reacción, la que podía ser capaz de aglutinar los intereses tan contrapuestos como los que generalmente separaban a todos y cada uno de los principados alemanes en las reuniones de la Dieta. A partir de la Dieta de Worms se alzan posturas que derivaran en irreconciliables. Así, mientras Carlos aparecía inequívocamente como campeón de la fe tradicional de la ortodoxia y de la unión con Roma, Federico III a la cabeza de otros príncipes, se configuraba cabeza del “sentimiento nacional” de reacción contra Roma, protegiendo al hereje rebelde, Lutero. La Dieta germánica reunida en Spira en 1526 no aceptó las presiones del emperador para que se consumase el edicto de Worms y se aceptó la situación existente en tanto se reunía el Concilio. Tras una nueva convocatoria de la Dieta en la ciudad de Spira en 1529, el frente común adoptado por los Estados contrarios a la Reforma impuso la detención de la expansión de las doctrinas luteranas sobre los principados católicos, aunque tal acuerdo suponía nada menos que el reconocimiento de la división religiosa como un hecho consumado. Los príncipes y las ciudades luteranas protestaron formalmente contra la resolución de la Dieta el 19 de abril de 1529, momento del que data el apelativo de “protestantes”. Carlos siguió buscando una solución de compromiso y lo intentó en 1530 en la Dieta de Augsburgo que fue convocada con un talante pacificador, sin éxito alguno.

Enemigos de Carlos V
En marzo de 1531 los príncipes protestantes alemanes se habían reunido en la llamada Liga de Smalkanda, que suponía para el emperador una amenaza creciente puesto que, por ejemplo, esta Liga estaba dispuesta a aliarse con Francia, gran rival por entonces del emperador, de hecho, sellaron una alianza con Francisco en 1532. Durante varios años Carlos no pudo actuar contra la Liga por culpa de la coyuntura internacional, pero todo varió en 1545: firmó la paz de Crépy con Francia, alcanzó una tregua con los turcos y consiguió el compromiso papal de convocar un Concilio en Trento. Ante la imposibilidad de llegar a una solución pacífica decidió volcar todo su poder en la erradicación del protestantismo y con el apoyo papal resolvió ir a la guerra. La batalla decisiva sería en Mühlberg (24 de abril de 1547), donde los príncipes de la Liga fueron derrotados y tras la cual Carlos convocó la Dieta de Augsburgo (septiembre de 1547) en la que se plantearon los problemas surgidos con la separación religiosa.

El 30 de mayo de 1548, Carlos dictó el Interim cuyo título era Declaración de su Majestad Imperial y Real que determina cual ha de ser la religión en el Sacro Imperio Romano hasta la celebración de un Concilio General, lo que expresa muy bien a las claras la inspiración del proyecto, ideado como una especie de catecismo en la espera de que se convocara el Concilio (de Trento). El documento expresaba la aspiración del Emperador al respecto de la cuestión luterana: “hallar una vía media, un acuerdo entre católicos y protestantes”.

La represión imperial ejercida después de Mühlberg desató una campaña de desprestigio contra Carlos y una nueva liga de príncipes luteranos se debatía en verdadera conjura, a cuyo frente estaba Mauricio de Sajonia que mantenía aparentemente su afecto hacia el emperador, pero negociaba con Francia y otros príncipes alemanes en el tratado de Chambord (1552). Con las espaldas al oeste bien cubiertas, los príncipes se levantaron contra Carlos y lo batieron en Innsbruck en marzo de 1552. El inmediato tratado de Passau, en junio siguiente, vendría a reconocer su imposibilidad de resolver el problema religioso de Alemania, anulaba las decisiones integradoras de las dietas anteriores, dejaba solo en el recuerdo la victoria de Mühlberg y abría el obligado camino a la paz que se concretaría en la Dieta de Augsburgo entre el 5 de febrero y el 27 de septiembre de 1555, donde se consumó la división geográfica y religiosa de Alemania.

En definitiva, en la década de los 50 se estaba resquebrajando el esquema de conformidad religiosa en que se había basado el intento de centralización de los Habsburgo. Los problemas de los protestantes de los Países Bajos emergerían como un torrente durante el reinado de Felipe II, hasta convertirse en una de las mayores dificultades de lo que queda del siglo XVI y gran parte del XVII.

FINAL

Cansado, envejecido y sintiéndose sin fuerzas de proseguir la lucha, Carlos se decide a abdicar de sus estados. En octubre de 1555, en una solemne ceremonia celebrada en Bruselas, abdica el gobierno de los Países Bajos en favor de su hijo Felipe. Cinco meses después renuncia a sus reinos de España e Italia, y cede a su hermando Fernando la corona del Sacro Imperio. Dos años mas tarde morirá en su retiro extremeño de Yuste, concretamente el 21 de septiembre de 1558 y será a su hijo Felipe II a quien corresponderá finalizar las guerras entre los Habsburgo y los Valois.


Fuentes:

Historia Moderna Universal, Alfredo Floristan (coord.). Capítulo 7 La rivalidad hispano-francesa y la amenaza otomana (1494-1559) Josep Juan Vidal. Editorial Ariel

Historia del Mundo Moderno, Luis Ribot (coord.). Capítulo 11 Las relaciones internacionales (1494-1598) Carlos Gómez-Centurión Jiménez. Actas Editorial 2010.

Blog Universidad de Alicante: https://blogs.ua.es/carlosv/2010/12/26/los-enemigos-del-imperio-i/





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