CARLOS I, LOS COMUNEROS Y LA BATALLA DE VILLALAR
El inicio del reinado de CarlosI no fue nada fácil ni para él ni para sus súbditos. Reflejo de una larga
crisis política, social y económica que vivía el reinado desde la muerte de
Isabel I se tuvo que enfrentar al levantamiento de las Comunidades,
posiblemente la primera revolución moderna.
Inestabilidad social
Se vivía en una
inestabilidad preocupante y la noticia de la inminente llegada del nuevo rey
generó optimismo, cierto alivio y mucha expectación. Cierto que era un rey
extranjero que no conocía el idioma y poco de su nuevo reinado, de sus leyes y
costumbres, pero se confiaba en comenzar una nueva andadura más estable y
próspera.
Pero todo ese optimismo
se iría desvaneciendo poco a poco. El rey no mostraba mucho interés por conocer
a su nuevo reino y su gente, siempre rodado de su corte flamenca, que acaparaba
los cargos públicos en detrimento de la nobleza castellana. Y lo que era peor,
se veía como el dinero castellano salía en dirección a Flandes.
Un rey extranjero
La indignación se fue
extendiendo en poco tiempo y los roces con los flamencos iban in crescendo.
Mal ambiente para la reunión de Cortes de 1518 que tenían que jurar a
Carlos como rey en el que los procuradores mostraron un cierto talante altanero
y distante. Se le pidió al nuevo rey que aprendiera castellano, respetara las
costumbres y leyes del reino, que no saliera dinero y que no entraran
extranjeros en el gobierno. El joven monarca en un intento de contentar a los castellanos
incorporó una sección de la Casa Real de Castilla a su séquito, desdoblándola
en dos ramas, una que permaneció en Tordesillas junto a doña Juana y otra que
le acompañaba siempre, pero las élites del reino no se sintieron satisfechas y
continuaron desconfiando
Al año siguiente cuando
se encontraba en Barcelona ante sus Cortes, en la misma operación de juramento,
recibió la noticia de que se le había otorgado la corona imperial
poniendo rumbo a Castilla para pedir un subsidio extraordinario para cubrir los
gastos de dicha coronación. Estaba claro que la recepción no iba a ser festiva.
Las Cortes se iban a
celebrar en Santiago de Compostela y la población se amotinó en Valladolid para
que el monarca no saliera hacía allí. La tensión se palpaba y las Cortes
finalizaron en La Coruña bajo amenazas que lograron aprobar el servicio que se
pedía. Eso si, el rey tuvo su intervención en castellano.
Hacia la corona imperial
El 20 de mayo de 1520 el
monarca comienza su viaje hacia la coronación imperial dejando al frente a un
extranjero, el cardenal Adriano de Utrecht.
La mecha se encendió
rápidamente ante la ausencia del rey. Primero Toledo que reclamaba una reunión
de las ciudades para poner orden en el reino. La primera revuelta violenta se
produjo en Segovia y otras ciudades vivieron otros incidentes como Zamora,
Burgos, Guadalajara o León. Y otras que se mantenían en calma se vieron
agitadas al comprobar la represión que empezó a ejercer el cardenal.
Primeros enfrentamientos
El primer enfrentamiento
serio se vivió en Segovia que recibió al ejercito real mandado por
Antonio de Fonseca con otro liderado por Juan Bravo y ante la resistencia de
estos el cardenal ordenó traer artillería de Medina del Campo. Pero la ciudad
se negó. Siendo Medina del Campo la siguiente ciudad atacada e incendiada (22 de agosto de 1520)
La indignación prendió en
toda Castilla y nuevas ciudades se fueron incorporando a la lucha, como Valladolid, con gran júbilo para la causa comunera.
Al cardenal la situación
le explotó en las manos y ni él ni el Consejo Real pudieron atajar el peligro.
En septiembre de 1520 el ejercito comunero tomó la villa de Tordesillas. Los líderes del levantamiento se reunieron con doña Juana quien pareció
mostrar interés a la causa. Allí se trasladó la Junta que había nacido en
Toledo.
Este movimiento si
preocupó al emperador al que todo lo anterior no pareció darle importancia. Y
por ello tomó importantes medidas como dispensar de pagar el tributo acordado
en las Cortes de La Coruña a todas aquellas ciudades que se mantuvieran leales
a la corona, intentó captar adeptos entre otras ciudades y se preocupó de
hispanizar su gobierno lo que perjudicó a la causa comunera. Por otro lado, la
situación se radicalizaba cada vez más lo que provocaría que la alta nobleza
viendo peligrar sus intereses se uniera al rey.
La batalla de Villalar
Ya en 1521 el ejército
real retomó la villa de Tordesillas retirándose el ejército comunero a
Torrelobatón buscando el amparo de Zamora o Toro. Juan Padilla líder
comunero intentaba detener el progresivo declive de la moral de su ejército
acuciado por no cobrar las pagas. Los realistas liderados por el condestable de
Castilla, Íñigo de Velasco, estaban acantonados no muy lejos de allí, cerca de
Peñaflor de Hornija.
Padilla, consiente de la
situación, valoraba la posibilidad de dirigirse a Toro confiado en que el apoyo
del pueblo le permitiera afrontar con más garantías un posible ataque mientras
llegaban refuerzos.
Pero su indecisión fue
clave para que el ejército leal al rey sí recibiera refuerzos y reagrupara
fuerzas.
Camino de esta última
ciudad el ejército comunero fue interceptado por la caballería real en
Villalar. La fuerte lluvia impidió avanzar a la infantería comunera. El 23
de abril los comuneros sufrieron una espectacular derrota. La causa comunera tocaba a su fin y aunque Toledo
resistió casi un año, hasta febrero de 1522, que acabó rindiéndose el último bastión.
Juan de Padilla, Juan
Bravo y Francisco Maldonado, los principales líderes de la
revolución castellana, fueron hechos prisioneros y sentenciados a muerte.
Así cuenta la tradición
que Padilla se dirigió a Bravo en los últimos momentos de sus vidas: “Señor
Juan Bravo, ayer era día de pelear como caballero; hoy de morir como
cristiano”. Los líderes comuneros fueron decapitados; la represión contra los
rebeldes había comenzado.
Conclusiones
Se ha estudiado mucho
sobre el tema de las Comunidades y generalmente se llega a la conclusión que
era una idea y un grupo heterogéneo que finalmente mostró fisuras, lo que
desembocó en la derrota. La radicalización que empezó a mostrarse en
otoño de 1520 comenzó a mostrar esas fisuras y muchos comenzaron a apartarse.
La idea inicial de la
unión de ciudades poco a poco fue difuminándose. Toledo aspiraba a parecerse a
una ciudad-Estado como las de Italia; Valladolid tenía como imagen a doña Juana
y Burgos acabó desligándose de la Comunidad.
A nivel social
también hubo diferencias, empezando por la burguesía urbana, poco homogénea,
donde se encuadraba desde notarios y médicos a mesoneros y tenderos. Una
realidad social dispar con interese diferentes. En ese grupo se incluiría
la baja nobleza, ciertos sectores eclesiásticos o alumnos y profesores de
Universidad.
Pero es que también se
unieron a la causa los más bajos sectores sociales, de la ciudad y el campo que
dieron ese tinte de violencia que enturbiaron a las Comunidades. Sus demandas
eran distintas y en algún caso chocaban con las de otros sectores de los
comuneros.
La espiral de
violencia ahuyentó a sectores que en un principio comulgaban con los
ideales comuneros. Lo mismo sucedió con la falta de disciplina de parte del
ejercito comunero más preocupado del pillaje que del objetivo final. Lo que
ocasionó disensiones y diferencias notables entre los líderes en la estrategia
a seguir.
Esta derrota provocó el
inicio de una etapa en la que el poder de los nobles se diluyó, así como el
poderío de la economía castellana debido a la imposición de impuestos a la que
se vio sometida. La peor parada fue la industria textil.
Las Cortes de Toledo de
1538 fueron las ultimas en las que se convocó a la nobleza como estamento.
Pero de lo que no hay
duda es de que el levantamiento fue un aviso al rey. Tanto Castilla como el
propio rey tardarían en olvidar lo sucedido.
Fuentes:
Nueva Historia de España.
La historia en su lugar, volumen I. Castilla contra su rey: las comunidades
Historia Moderna
Universal. Alfredo Floristán (coord.) Cap. 5 Las Monarquías dinásticas:
Francia, Inglaterra, España por José Martínez Millán
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