CANNAS: JAQUE DE ANÍBAL A ROMA
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La muerte de Emilio Paulo en la batalla de Cannas por John Trumbull (1773) Universidad de Yale
Cuando en la primavera
del año 219 a.C. Aníbal ataca Sagunto y quebranta, según la historiografía
romana clásica, el Tratado del Ebro, Roma no podía imaginarse que tan solo unos
años después, su hegemonía itálica e incluso su propia historia fuera a estar
tan amenazada. Aníbal y su ejército cartaginés fueron arrasando los campos
de la península itálica de norte a sur ante la impotencia de las legiones
romanas que fueron sufriendo derrotas una detrás de otra. Realmente dio un
jaque a Roma, pero no mate.
PARTIDA DE ANÍBAL
A finales de abril del
año 218 a.C. Aníbal parte de Qart Hadasht (actual Cartagena, en la península ibérica) en
dirección a los Pirineos, con un magnífico ejército más sus elefantes. Pasó la
cordillera pirenaica, sumando efectivos a su ejército y pactando con las tribus
celtas que encontraba a su paso para evitarse enfrentamientos que retrasaran su
objetivo.
Y todavía quedaba el reto
más importante, el que supuso la gran sorpresa para los romanos que no podían
imaginarse una hazaña tal. El ejercito cartaginés cruzó los Alpes y llegó al
valle del Po, un tanto maltrecho por las penurias de la travesía, y algunos ataques
sufridos, pero que solventaría en un espacio de tiempo relativamente corto,
reclutando
tropas desafectas a los romanos y aumentando de forma considerable sus tropas
auxiliares. Roma tuvo que reaccionar
con urgencia y envió a Publio Cornelio Escipión (padre del vencedor en Zama) al
Ródano para frenar el avance cartaginés. Tarde, porque Aníbal ya estaba en suelo
itálico. Escipión envió a su hermano Cneo a Hispania con parte de las tropas, para atacar a los cartagineses en su base, y
él mismo se unió a las legiones de Manlio y Atilio acantonadas en el valle del
Po. Sempronio que iba a embarcar dirección al norte de África también cambió de
planes y se tuvo que dirigir al norte de la península itálica para sumarse a esa
concentración de tropas.
La llegada de Aníbal a
suelo itálico provocó en Roma una sensación de intranquilidad poco conocida y
por eso más temida. Esa sensación generó precipitación e hizo tomar decisiones
alejadas de cualquier calculo estratégico. Así, rápidamente, se dispuso a
enfrentarse al potente ejército invasor y fue cosechando derrota tras derrota
haciendo cundir el pánico mientras que el áurea de invencible se ceñía sobre el
general cartaginés.
Tesino, Trebia yTrasimeno fueron testigos de aquellas incontestables victorias púnicas y a la
vez de la perdida de potencial militar de las legiones romanas, desarticuladas
y en retirada de forma poco acostumbrada. Además, Aníbal según iba cosechando
esos triunfos conseguía que las poblaciones galas se pasaran mayoritariamente a
su bando, incrementado así su potencial militar.
Ante esta alarmante situación,
Roma nombró dictador a Quinto Fabio Máximo Cunctator, el Precavido, quien puso
en práctica una táctica militar distinta, no de enfrentamiento directo en campo
abierto, que había tenido consecuencias desastrosas, sino de guerrillas con
continuos hostigamientos. Esta táctica seria conocida como “táctica fabiana”.
En la batalla del Ager Falernus, Fabio estuvo a punto de conseguir una victoria
definitiva sobre Aníbal, pero éste demostró una vez más sus brillantes
cualidades de estratega para provocar a los romanos y que dejasen libre un paso
por donde pudo huir con su ejército.
CÓNSULES EMILIO PAULO y
TERENCIO VARRON
Pero en 216 a.C. con el
nombramiento de los nuevos cónsules, L. Emilio Paulo y C. Terencio Varrón, se
cambió de nuevo de estrategia y se volvió a la idea del enfrentamiento directo.
Estos lograron reclutar un poderoso ejército, superior en efectivos al
cartaginés y se dirigieron a su encuentro. Unos 80.000 infantes y 6.000
jinetes, ciudadanos romanos y aliados itálicos se dispusieron a expulsar a los
cartagineses liderados por la flor y nata de la aristocracia romana. Enfrente, 35.000 infantes y 9.000 jinetes del ejército
de Aníbal, compuesto por cartagineses, númidas, libios, celtas e íberos.
A finales de la primavera
del año 216 a.C. ambos ejércitos se van a encontrar al norte de Apulia, a
orillas del mar Adriático, en la localidad de Cannas. A la sazón gran depósito
de víveres del que se abastecía Roma. Aunque es incierta la precisa
localización del campo de batalla, principalmente respecto a en qué ribera del
río Aufidus se libró el combate. No sabemos qué curso seguía el río en el siglo
III a.C., pero está claro que era distinto al actual.
El mando de las legiones
romanas por parte de los dos cónsules se repartió en días alternos para cada
uno de ellos. Entre ambos pronto surgieron diferencias respecto a la estrategia
a seguir. Paulo Emilio, de mayor experiencia que su colega, era contrario a un
enfrentamiento directo. Ya conocía las consecuencias desastrosas para sus
intereses al llevarla a cabo y era más partidario de aplicar las tácticas
fabianas. Por el contrario, Varrón valoraba la superioridad numérica de su
ejército frente al púnico y prefería un ataque frontal a campo abierto.
El 1 de agosto el ejército
de Aníbal se desplegó en la llanura abierta a los ojos de los romanos.
¿Provocación? Ese día el mando de las legiones corría a cargo de Paulo. Y solo
reaccionó desplegando poderosas fuerzas de cobertura, pero sin atacar. Este movimiento
fue interpretado por los cartagineses como timorato lo que les supuso una
pequeña vitoria moral que acrecentó su espíritu guerrero. Pero, era lógica la
reacción romana, en campo abierto la superioridad de la caballería númida
podría ocasionar graves daños. Pero, también es cierto que los legionarios
romanos, ávidos también de vengar anteriores derrotas, no lo entendieron y se
ofendieron por esa pasividad.
2 DE AGOSTO DE 216 a.C.
El 2 de agosto le
correspondía a Varrón el mando del ejército y decidió desencadenar la batalla
de esa forma. Esa mañana, en el exterior de su tienda apareció izada
la bandera de color rojo, señal inequívoca y tradicional para entrar en
combate. Nada más amanecer el ejercito comenzó a salir del campamento principal
y cruzó el río. Los romanos formaron un solo frente de combate, con el flanco
derecho protegido por el río y por la caballería. El flanco izquierdo fue ocupado
por la caballería latina y de los aliados. Las alas no disponían del número
habitual de jinetes y estaba en franca minoría respecto a su enemigo.
El centro del ejército
estaba compuesto por la infantería pesada de las legiones, a las órdenes de
Cneo Servilio Gémino. Su disposición fue muy agrupada, más de lo habitual, y
compacta. El espacio del lugar del combate puede ser una explicación y el hecho
de que había muchos legionarios novatos y sin experiencia, así que esta
disposición les daba más cobertura y protección.
El plan romano era simple
y basado en sus lamentables experiencias pasadas. Tesino, Trebia y Trasimeno
estaban todavía frescas en su memoria. El ataque frontal debería ser capaz de
romper el centro cartaginés. Las alas de caballería deberían aguantar y proteger durante
el tiempo suficiente los flancos de la infantería para ganar la batalla por el
centro.
Se iba a luchar en un
terreno elegido por los romanos, donde estos esperaban evitar la superioridad
púnica en la caballería y poder estar seguros de no recibir emboscadas detrás de
sus líneas. Además, los cartagineses ya no contaban con el arma pesada de sus
elefantes que tantos estragos había provocado en anteriores encuentros.
Paulo dejó unos 10.000
hombre protegiendo el campamento principal que se encontraba en la misma margen
del río que el enemigo. Se cree que la intención era atacar el campamento
cartaginés en el caso de que Aníbal tragara el anzuelo y cruzara el río para
luchar.
Aníbal respondió
rápidamente cuando vio a los romanos cruzar el río. Envió a los honderos y
lanceros en avanzadilla actuando como fuerza de cobertura y entorpecer el
avance de la primera línea romana. El cuerpo principal vadeó el Aufidus por dos
lugares. En ese momento, el ejército giró formando una línea para encararse a
los romanos.
Situó a la caballería
númida, al mando de Hannón y Maharbal, frente a la caballería latina y
concentró a la izquierda a toda su caballería de galos e iberos, superando en
número a los romanos, con Asdrúbal al frente. Mientras que los númidas deberían
ser más o menos en número iguales a los latinos. Los números tanto en
caballería e infantería, como siempre, varían según las fuentes.
Una vez que el ejército
alcanzó sus posiciones, Aníbal hizo avanzar las compañías del centro de su
infantería, para que toda la línea se combara hacia el enemigo, con todas las
unidades escalonadas hacia atrás a ambos lados de ese nuevo y estrecho frente.
Él mismo junto con su hermano Magón, dirigió a la infantería gala e ibérica. Previendo
que el ataque romano se centraría en el centro dio las ordenes en consecuencia,
utilizando la propia fuerza del enemigo en su contra.
El panorama debió ser
estremecedor. Mas de cien mil hombres y dieciséis mil caballos reunidos en un
área reducida de unos quince kilómetros y medio cuadrados. Polvo y sol sofocante
impregnaban la atmósfera.
Tras unas primeras
escaramuzas el primer ataque se produjo cuando Asdrúbal dirigió la caballería
íbera y gala contra los jinetes romanos. Sin margen de movimiento hubo lucha a
pie cuando los jinetes se vieron obligados a desmontar. Logrando el púnico
desarbolar la caballería de Paulo.
Ahora le tocó el turno a
la infantería. Poco a poco y muy lentamente los romanos iban ganando metros. En
ese momento la original formación púnica convexa había adoptado una forma
cóncava. Los oficiales romanos incluidos la mayoría de los tribunos, el
procónsul y el propio Paulo que se habían desplazado cabalgando hasta el centro
después de la derrota de la caballería, animaban a los legionarios a seguir
avanzando. La infantería romana debido al ímpetu fue perdiendo de manera
gradual su ordenada formación convirtiéndose en un gran tumulto. Pero el empuje
era implacable y los defensores empezaron a resquebrajarse. Los romanos se
abrían paso a través del ejercito cartaginés.
Cuando todo parecía
favorecer a las legiones romanas, las columnas libias que se encontraban a
ambos lados comenzaron a movilizarse. Formando una bolsa que iba envolviendo a
las huestes romanas. La estrategia de Aníbal se ponía en marcha.
A todo esto, Varrón
también fue derrotado en su ala por la caballería númida. Precisamente lo que más
temían los romanos se había consumado.
La bolsa que había diseñado
Aníbal se iba cerrando hasta que la infantería romana se encontraba totalmente
rodeada y sin poder recibir ayuda de la caballería. Luchando de forma
anárquica, aunque impetuosa, y sin posibilidad de huida. El desenlace se veía
venir y poco a poco fueron aniquilados por el ejército de Aníbal.
Según fuentes clásicas,
Livio, en la batalla de Cannas murieron cuarenta y cinco mil soldados romanos y
aliados, y dos mil setecientos jinetes. Paulo resultó muerto, así como
veintinueve de los cuarenta y ocho tribunos militares. Gemino y Minucio Rufo,
ambos cuestores de los cónsules también perecieron en batalla. Un gran número
de senadores romanos también perecieron a orillas del río Aufídio.
Varrón, en su huida
consiguió refugiarse en Venusia con sesenta jinetes. En Canusium había un grupo
mucho más numeroso del que se hicieron cargo cuatro tribunos, incluido Publio
Escipión, entonces con 19 años, y el hijo de Fabio Máximo. A esta localidad
fueron llegando maltrechos legionarios, se calcula que cerca de diez mil,
incluido Varrón que volvió a tomar el mando.
CLAVES DE LA VICTORIA
Pero ¿Cuáles fueron las claves
de la victoria púnica?
Podemos encontrarlas,
primero, en el mismo planteamiento de Aníbal de la batalla entre las colinas y
el río, forzando, por un lado, un frente estrecho donde los romanos no pudieran
hacer valer su gran superioridad numérica, y por otro, ideando una táctica en
el que el propio empuje de las legiones fabricase una bolsa donde quedaran
encerradas.
En segundo lugar, hay que
destacar en el empuje de la caballería de Asdrúbal (no el hermano de Aníbal).
Una vez quebrada la resistencia de la caballería romana y dispersada la misma,
volvieron sobre la caballería aliada, que formaba en el ala izquierda de Roma,
a la que no habían podido vencer los númidas de Maharbal, donde las fuerzas eran
más igualadas al principio, y la dispersaron igualmente. Y una vez cerrada la
bolsa, atacaron la retaguardia romana, aniquilando a las legiones.
Y tercero, la táctica de
cesión de terreno por parte de la infantería íbera y celta ante el empuje
romano, al principio de la batalla, hizo creer a Gémino que se estaban
consiguiendo sus objetivos, cuando totalmente alejado a la realidad, lo que estaban
haciendo es cavar su propia tumba.
VÍA LIBRE HACIA ROMA
Toda la partida estaba en
manos de Aníbal, y el camino hacia Roma totalmente libre. Pero también fue el momento de sus dudas. Es ahora cuando la leyenda nos ha dejado las palabras de
Mahárbal: «Realmente los dioses no le ofrecen todo al mismo hombre: tú sabes
cómo conseguir una victoria, Aníbal, pero no cómo hacer uso de ella.» Palabras
que recoge Livio pero que muy probablemente sean producto de su imaginación.
Por qué Aníbal no se
dirigió directamente a Roma ha sido desde siempre motivo de especulación y
discusión, que todavía hoy no tiene respuesta. Es una pena que quien mejor nos
ha traslado todo lo relativo a Cannas sea Polibio y, precisamente, sea allí
donde finalicen sus referencias. Muchos historiadores han estado de acuerdo con
el dictamen de Mahárbal pero también los hay partidarios de la idea de que un
asalto directo a la ciudad era casi imposible de finalizar con éxito, teniendo
en cuenta las circunstancias del ejército cartaginés que no estaba preparado
para un largo asedio. Cannas se encuentra a cuatrocientos kilómetros de Roma. A lo mejor las pérdidas de Aníbal fueron
superiores a las que las fuentes nos han trasladado y su capacidad de
recuperación no era como la de Roma. Necesitaba refuerzos bien desde la propia
Cartago o desde Hispania. Tampoco se sabe si, a ciencia cierta, Roma estaba tan
indefensa como se ha hecho pensar, A lo mejor no disponía de fuerzas
suficientes para otro enfrentamiento a campo abierto, pero, probablemente, las
suficientes para defender una ciudad amurallada. La estrategia que llevó a cabo
Aníbal tampoco era descabellada. Desgastar a Roma consiguiendo la deserción de
sus aliados, especialmente en el sur.
Pero hay otras preguntas
que tampoco tiene respuesta ¿Hubiera aguantado Roma ese asedio? O ¿hubiera
vuelto plantear batalla a campo abierto?, incluso ¿se hubiera planteado u
obligado a solicitar la paz a su invasor?
Fuera de especulaciones lo
que sí sabemos es que el siguiente paso del general cartaginés fue organizar una
delegación para negociar con Roma el rescate de los casi ocho mil prisioneros
romanos que habían hecho en la batalla. A la cabeza de la delegación fue uno de
los oficiales de Aníbal, un tal Carthalo, junto a diez representantes romanos
con el compromiso de volver con independencia del resultado de la delegación. Y
cuál sería su sorpresa que al llegar a Roma no podría ni acceder porque el
Senado se negó a verle y rechazó de plano cualquier negociación al respecto.
Aníbal ejecutó a algunos
de los prisioneros y vendió a los otros como esclavos. Respecto a los
supervivientes de Cannas se formaron dos legiones que fueron enviadas a Sicilia
de una forma denigrante con la prohibición de volver a la península hasta que
no acabara la guerra.
La reacción de Roma fue
de orgullo ante la situación que vivía y se decidió de forma unánime continuar
la guerra hasta expulsar al invasor. Aunque no existiera ninguna razón para el
optimismo con el ejercito cartaginés campando a sus anchas en el sur y la mayor
parte de la zona pasándose a sus filas, con Capua como mayor y doloroso ejemplo.
Pero no todas, Nápoles, Nola, Cumas y otras se mantienen a su lado. Poco a poco
se fue recuperando y formando nuevas legiones.
Livio nos cuenta como
recibió Roma a Varrón:
«Ni los desastres
sufridos ni las defecciones de los aliados indujeron a los romanos a hacer en
ningún momento mención de paz, ni antes de la llegada del cónsul a Roma ni
después que éste llegó y reavivó el recuerdo de la derrota sufrida.
Precisamente en estas circunstancias tuvo el pueblo romano tal grandeza de
espíritu que, cuando el cónsul regresaba después de la gran catástrofe, de la
que él era el principal responsable, una masiva afluencia de todos los
estamentos sociales salió a recibirle y además se le dieron las gracias por no
haber perdido la esperanza en la república; si él hubiera sido un general
cartaginés, no se le habría ahorrado ningún suplicio»
Pero seguramente el texto
no se ajusta a la realidad y el ambiente en Roma no era tal. Lo que reinaba era
el miedo incluso pánico. Sensaciones de desesperación y duda por huir, resistir
o resignarse.
Cannas fue un nuevo capítulo de las guerras púnicas. Pero la cuestión es que
Roma no se rindió y continuó su guerra hasta conseguir sus objetivos aunque el
mítico año del 202 a.C, todavía quedaba muy lejos y Zama no estaba en el imaginario
romano….todavía.
Fuentes:
Historia Antigua
Universal III. Historia de Roma. Fe Bajo, Javier Cabrero y Pilar Fernández. UNED.
La caída de Cartago. Las
guerras púnicas 265-146 a.C. Adrián Goldsworthy.
Escipión y Aníbal. La
guerra por la salvación de Roma. Giovanni Brizzi.
Las guerras púnicas.
Pedro Barceló.
Revista La Aventura de la
Historia nº 5. Cannas, la gloria de Aníbal (Carlos Tormo)
Revista La Aventura de la
Historia nº 11 Cartago. Aníbal frente a Escipión. Art. “Celebrarás un banquete
en el Capitolio” (Víctor Alonso Troncoso)
|
Me gusta mucho leer de historia.
ResponderEliminarGracias, entonces espero que te guste el blog
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