LA BATALLA DE LAS TERMÓPILAS
El historiador Heródoto, casi contemporáneo, recogió en su obra Historia el epitafio que los griegos tallaron sobre la tumba de sus caídos: «Aquí lucharon cierto día, contra tres millones, cuatro mil hombres venidos del Peloponeso». Y el mismo Heródoto mencionó otro epitafio, esta vez de Simónides de Ceos en la tumba de los espartanos caídos en combate: «Caminante, ve y cuenta a los lacedemonios que aquí yacemos obedientes a sus mandatos».
Las Guerras Médicas (490-449 a.e.c.) con sus Maratón, Termópilas, Salamina y Platea ha pasado, como símbolo y mito, a la Historia de la Humanidad.
ANTECEDENTES
En el año 500 a.e.c., bajo Darío el Grande, el Imperio Persa Aqueménida alcanzó su máximo esplendor. En 520, Darío había reorganizado el imperio, delimitando las satrapías, regulando el sistema tributario e imponiendo mandatarios. Exigió tributos y sometimiento de las ciudades griegas a regímenes tiránicos apoyados por él, consolidando su política expansionista.
En el año 499 se sucedieron una serie de acontecimientos que afectaron el dominio persa en occidente. Todo comenzó con la insurrección jonia, que fue sofocada por el ejército persa, restableciendo su control sobre Asia Menor fortaleciendo el poder de Darío. Los persas conocieron la capacidad de los griegos para defender su unidad, sus tierras y sus ideales. Por otro lado, los griegos aprendieron la lección, conocieron la fuerza persa y su necesidad de organización y líderes confiables.
Atenas y Esparta no aceptaban estar sometidos a los persas, lo que acabaría provocando la guerra entre Persia y el mundo griego. Persia acabaría enviando dos contingentes militares. Uno en el año 490 (Primera Guerra Médica) dirigida por el mismo Darío y la segunda en el 480 (Segunda Guerra Médica), comandada por su sucesor, Jerjes.
La primera se saldó con victoria ateniense al mando de Milcíades en la batalla del Maratón. Para estos fue una victoria memorable, habían salvado Atenas y habían conseguido algo que parecía imposible, vencer al poderoso ejército persa. 192 atenienses perdieron la vida den la batalla, que fueron enterrados con todos los honores.
Tras la muerte de Milcíades el relevo lo tomó Temístocles, convirtiéndose en la figura indiscutible del panorama político ateniense. Fue el artífice de las medidas que se tomaron en el periodo de entreguerras a nivel militar e institucional, como la construcción naval o las reformas institucionales como la del Arcontado (su forma de gobierno).
Ante la afrenta recibida, Darío comenzó a preparar una nueva ofensiva, pero rebeliones en Egipto y Babilonia retrasaron su objetivo y tuvo que ser su hijo Jerjes quien se encargara.
LA SEGUNDA GUERRA MEDICA (480 a.e.c.)
¿Cómo fueron los preparativos para la guerra?
En el imperio persa la victoria ateniense del Maratón había supuesto una serie de levantamientos dentro del imperio, por ejemplo, en Egipto que se sublevó en torno al año 486, seguido por Babilonia, que pusieron en peligro su unidad y seguridad.
A la muerte de Darío, que murió al finalizar el año 486, le sucedió su hijo Jerjes, cuya primera misión fue sofocar estas sublevaciones. Su siguiente foco fueron las ciudades griegas con una gran expedición, confiando en su superioridad numérica.
Para ello reforzó su ejército con tropas venidas de todos los confines del Imperio. Se calcula que conformó un potente ejército con más de 200.000 hombres. No solo eso, sino que potenció su armada también. Se preocupó de almacenar víveres colocados en depósitos a lo largo de su recorrido y los elementos necesarios para su transporte. Y realizó importantes obras de ingeniería, como un canal en el camino hacia Grecia a través de la península de Calcídica, cruzando el promontorio del monte Athos, evitando el desastre ocurrido frente al mismo en el año 492. Esto llevó 3 años de trabajo; se construyó un puente sobre el río Estrimón; y quizá la obra más espectacular fue el doble puente flotante de barcas (360 y 314 m respectivamente) que atravesaba el Bósforo, con una longitud de más de 1600 metros, dispuestos de manera que podían movilizarse para dar paso a otros barcos menores, si era necesario.
Posiblemente su punto débil era ser proclive al colosalismo en sus movilizaciones, reclutando levas provinciales masivas que más que sumar, restaban y eran un lastre logístico.
¿Qué hacían los griegos?
Acordaron una gran coalición de unas 30 ciudades y decidieron una serie de acuerdos: si querían vencer a los persas necesitaban la paz general en Grecia; tenían que conocer preparativos de Jerjes por lo que enviaron espías a Asia; volvieron los desterrados; aquellas ciudades griegas que colaboraran voluntariamente con los persas serian represaliadas; Esparta lideraría las tropas griegas, pues junto con sus aliados representaban las fuerzas más importantes.; y se acudió al Oráculo de Delfos. Según Heródoto emisarios atenienses fueron a solicitar las predicciones de Apolo. Pero los sacerdotes, posiblemente bajo dominio aqueménida, no dieron signos favorables y ante la insistencia ateniense, según Heródoto, la Pitia respondió:
«Zeus, el de penetrante mirada, concederá a Atenea (Tritogenia) un muro de madera único, pero inexpugnable, baluarte de salvación para ti y para tus hijos»
Fue Temístocles quien acertadamente convenció a los griegos de que el «muro de madera» era la flota naval, que en Salamina acabaría venciendo a los persas. Ello supuso iniciar sus refuerzos.
Los griegos tenían la certeza que el ataque persa se enfocaría por el norte, por ello, los tesalios, solicitaron de los aliados refuerzos en su frontera. Se enviaron 10.000 hoplitas, a los que se unió la caballería tesalia, para controlar el paso del Tempe, al sur del monte Olimpo. Pero acabaron retirándose, lo que supuso que muchas comunidades griegas al norte del paso de las Termópilas, conscientes del peligro, desertaran del apoyo a los griegos.
LAS TERMÓPILAS
Jerjes aceleró la marcha y en dos semanas llegó al paso costero de las Termópilas, a la altura del extremo norte de Eubea, llave de la Grecia meridional. La esperanza griega era derrotar a la flota persa y que se quedaran sin suministros en tierra. El lugar perfecto para batir a los persas por tierra y por mar, era el paso de las Termópilas y, en paralelo, el estrecho de Euripos, entre el continente y la isla de Eubea.
Pero los historiadores no se ponen de acuerdo. Unos piensan que la defensa de las Termopilas solo tenía el objetivo de retrasar a los persas para poder presentar batalla y resistencia al sur, en la zona del istmo de Corinto; otros, sin embargo, consideran que el verdadero objetivo estuvo siempre en el mar, en derrotar la flota enemiga, y que la fuerza presentada en Termópilas sería suficiente.
Los persas necesitaban la armada para apoyar a las tropas de a pie. Por eso, estas se paraban cuando los navíos sufrían las tempestades del final del verano, como sucedió al llegar al macizo de Magnesia y luego en el cabo de Artemision. Heródoto resumiría este cumulo de desgracias persas: «todo esto sucedía por voluntad divina, para que la flota persa se equilibrara con la griega y no gozase de una neta superioridad numérica».
LEÓNIDAS Y UN COMBATE DE TRES DÍAS
Segú Heródoto el núcleo de la fuerza griega apostada en las Termópilas era un contingente peloponesio de 3.100 hombres incluyendo a los 300 espartiatas de Leónidas. A ellos se sumaron 400 tebanos y 700 tespieos. Leónidas había convencido a los habitantes locales a sumarse también a la causa, unos 1.000 focenses, asegurando la llegada de refuerzos. Más varios miles de infantes ligeros, sirvientes de los hoplitas en las marchas, empleados en batalla. Pausanias nos habla de algo mas de 11.00 hombres lo que conformaba el ejército griego, una cifra razonable para haber hecho frente y frenar a los persas en el paso, si no hubiera sido por la torpeza focea.
La superioridad persa de poco servía en un espacio tan estrecho, donde los griegos podían hacer relevos en sus tropas y mantener el grupo fresco para seguir luchando. Por otro lado, las lanzas griegas, más largas que las persas, les daban ventaja. De esta forma Leónidas no pensaba que la situación fuera tan negativa.
El combate duró tres días. Quien golpeó primero, como se esperaba, fue Jerjes que fue rechazado con importantes pérdidas. Entró en escena entonces la elite del ejército persa, los conocidos como 10.000 Inmortales, con sus flamantes corazas de escamas, que también fueron rechazados. El segundo día de embestidas persas fue también infructuoso, cuando pensaban que la moral y la fuerza física griega iría en declive.
Jerjes cambió de estrategia gracias a un informante local, Efialtes, que le orientó a usar un camino por la montaña que rodeaba el paso y podría atacar la retaguardia enemiga. Por allí se encaminaron los Inmortales al atardecer del segundo día. Heródoto nos relata esta traición de Efialtes que «indicó (a los persas) la existencia de un sendero que, a través de la montaña, conduce a las Termopilas, con lo que causó la pérdida de los griegos allí apostados»
Los focenses, unos 1.000, estaban en ese camino protegiendo el paso, pero no debieron presentar combate dejando el paso expedito a los persas. La defensa de las Termópilas no corrió solo a cargo de los míticos 300 espartanos, sino que junto a ellos combatieron los 700 hoplitas de Tespias al mando de Demófilo, y los 400 tebanos, es decir 1.400 hombres, aunque la leyenda histórica solo se acuerde de los espartanos.
El tercer día de batalla, Jerjes ordenó el ataque sobre las 10 de la mañana, siendo nuevamente repelidos por los griegos hasta la aparición de los Inmortales por retaguardia. Con Leónidas ya caído los espartanos y los tespieos fueron aniquilados y los tebanos se rindieron.
Según Heródoto los persas habían perdido 20.000 hombres por 4.000 los griegos, pero esas cifras se han demostrado ser exageradas.
La flota combinada griega que estaba combatiendo con mejores resultados, al enterarse de la derrota en las Termópilas, decidió replegarse hacia el Ática. Jerjes con vía libre en el mar y en tierra puso rumbo a Atenas, la que tomó, saqueó e incendió. La Acrópolis fue en vano defendida por unos pocos atenienses, que se habían refugiado allí. Las magníficas construcciones realizadas por los Pisistrátidas y Clístenes fueron víctimas del pillaje y el fuego. El incendio de Sardes del año 498 a.e.c., estaba bien por fin vengado, pensó Jerjes.
Temístocles convenció al estratega Euríbiades de unir la fuerza naval, evitando su dispersión, y presentar batalla en Salamina. La flota persa salió del puerto de Falerón dispuesta en tres frentes siendo muy superior en número a la griega. Los atenienses lograron que sus enemigos se adentrarán en el estrecho que se encuentra entre Salamina y la isla Pistaleia. La estrechez del espacio impidió la capacidad de maniobra de la flota persa, que fue fácilmente destruida por la griega, al mismo tiempo que los hoplitas atenienses al mando de Arístides derrotaban a la infantería persa desembarcada en la isla de Pistaleia.
Jerjes regresó a Persia dejando en territorio griego a Mardonio con un ejército más reducido. Este seria derrotado un año después (479 a.e.c.) en la Batalla de Platea.
Los persas aprendieron la lección y cambiaron de estrategia para influir en los asuntos helenos. Sustituyeron la fortaleza del acero de lanzas y espadas por la del oro de las monedas. De esta forma los sátrapas persas consiguieron que las poleis retornaran a sus enfrentamientos.
A pesar de ello, las victorias en Salamina y Platea, incluso con la épica derrota en las Termópilas, fraguó en la consciencia griega una idea de orgullo y de unidad helénica que seria aprovechada, un siglo y medio más tarde, por Alejandro.
«Adelante hijos de los griegos, libertad a la patria. Libertad a vuestros hijos, a vuestras mujeres, los templos de los dioses de vuestra estirpe y las tumbas de vuestros abuelos. Ahora es el combate por todo eso» Esquilo en su tragedia Los Persas.
Fuentes:
Historia Antigua Universal II. El mundo griego. Pilar Fernández Uriel. Editorial UNED
La Aventura de la Historia, núm. 100. Una derrota convertida en victoria: Termópilas pags 190-197. Fernando Quesada
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