EL CASTILLO EN LA EDAD MEDIA
Se trata del tipo de fortaleza más popular de toda la historia de la Humanidad, propias, en efecto, de la Edad Media, pero sus antecedentes los podemos encontrar en el propio Imperio romano, aunque no como el sistema defensivo que se popularizó en el Medievo. La palabra castillo viene del latín castellum y en origen servía para definir una especie de fortín o acuartelamiento de reducidas dimensiones. Podemos considerarlo como un diminutivo de castra en su acepción clásica: campamento o cuartel del ejército romano. Ahora bien, que la palabra castillo derive del latín, no significa necesariamente que las primeras construcciones de este tipo procedan de los antiguos campamentos romanos, ni que la estructura de los castillos responda a la disposición y planta de dichos acuartelamientos.
CASTILLO Y EDAD MEDIA
Castillo y Medievo forman una unidad prácticamente inseparable en el imaginario popular, podemos decir sin equivocarnos que la Edad Media es la época de los castillos. Aunque esas imponentes construcciones de las que hoy quedan restos o algunas muy bien conservadas pertenecen mayoritariamente a la fase final de la historia del castillo.
Hablamos de ellas como sistemas defensivos y de control, sobre todo en las fronteras y zonas neurálgicas, pero no hay que olvidar que, también, condicionaron la organización de la agricultura, fomentaron el nacimiento de las poblaciones, modificaron las formas de vida, los cambios sociales y las relaciones entre los propietarios de los castillos y quienes se acogían a su protección, es decir, el consiguiente ascenso de las aristocracias y la proliferación de las relaciones de dependencia personal en todas las capas de la sociedad. Entre las funciones que cumplían los castillos y sus murallas, la militar era solo una más, estaba también su papel simbólico y fiscal, su capacidad para señalar límites y posesiones o su misión residencial. Los castillos como tal y como los conocemos se empezaron a definir a partir de finales del siglo IX-X, y únicamente para determinadas regiones de Europa.
El medievalista francés Pierre Toubert, en su obra magistral Les structures du Latium médiéval: Le Latium méridional et la Sabine du IXe siècle à la fin du XIIe siècle (1973), describe un influyente y profundo estudio del incastellamento en la región del Lacio de Italia que perfectamente puede extrapolarse a otras regiones como la península ibérica. Su investigación ha dado luz al papel primordial que jugaron los castillos en el contexto histórico medieval y como afectaron a la sociedad, paisaje y entorno político económico.
Nos situamos en un momento, anterior a los siglos IX y X, en el que en el campo los labradores vivían dispersos en pequeños núcleos, en los que, a veces una pequeña iglesia rural, de las que fueron surgiendo en el campo, servía de base para la formación de modestos asentamientos compuestos por unas pocas familias; muy frecuentemente el campesino vivía en medio del campo que cultivaba, en ocasiones no lejos de otros agricultores, pero sustancialmente aislado. Y esto va a cambiar.
PERIODO DE TRANSFORMACIONES
A pesar de esa sensación de que el medievo fue una época de cambios lentos (la edad por excelencia de la historia inmóvil propugnada por Ferdinand Braudel), hacia el año 1000 el paisaje se va a transformar completamente. En numerosos lugares de la región, la organización del campo ya ha adquirido características que, al menos en grandes líneas, se conservan hasta el gran despegue económico de mediados del siglo XX.
Y ese proceso evolutivo lo provocó el nacimiento de los castillos y, con ellos, un fenómeno muy complejo al que hemos llamado encastillamiento. Se produce, por un lado, la concentración de la población dispersa por el campo en un asentamiento rural, y, por otro, la construcción de defensas adecuadas destinadas a proteger a la totalidad o gran parte de este asentamiento. Durante muchos siglos el castillo es un pueblo fortificado, no la residencia exclusiva de los nobles y de sus clientes.
La aparición de los castillos en altura, concentrando la población, hizo que los valles quedaran deshabitados. Comienza a variar el paisaje. Más allá, llegando a los límites del territorio que domina el castillo, predominan el terreno sin cultivar y el bosque. Del mismo modo que las casas antes dispersas han sido sustituidas por el castillo, la continuidad de cultivos de aquella época ha sido reemplazada por un nuevo paisaje, estructurado en una serie de sectores agrarios dispuestos, respecto al centro habitado, en orden de productividad decreciente.
De esta manera se formó una estructura política y económica que pervivió inmutable durante dos o tres siglos. Posteriormente, se mantuvieron sus elementos más característicos y, sobre todo, la organización agraria, incluso después de las largas luchas feudales, cuando los dueños de los castillos fueron obligados a renunciar a parte de sus prerrogativas en favor de nuevas fuerzas políticas, surgidas a la sombra del poder: en los siglos XIII y XIV, las autoridades municipales y, después, en época moderna, los aparatos estatales.
Parece claro que la proliferación de castillos por todos los rincones de Europa occidental y, sobre todo, en los siglos centrales del Medievo, tuvo ritmos formas y factores diferentes de una región a otra.
LOS CASTILLOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
Como ya dijimos el fenómeno castillos se empezó a definir a partir de finales del siglo IX-X y, en concreto, en la península ibérica destaca de ese momento los castillos de los condados catalanes, con una clara influencia de los modelos constructivos y organizativos carolingios. Pero también en el área occidental encontramos ejemplos relativamente tempranos de ese primitivo encastillamiento, alcanzando su cénit en los siglos XI-XIII, época de gran actividad constructiva, donde podemos hablar ya con toda propiedad de castillos.
El castillo, como es lógico, va sufriendo un proceso de evolución, adaptándose a distintas necesidades, gustos y avances técnicos de cada momento. En su época clásica y en su faceta más defensiva se caracterizó por un tipo especial de fortificación: el llamado castillo roqueño o de frontera. Ya en la Baja Edad Media la evolución hizo que se adaptara a los vientos “señoriales” que recorren Europa y a los progresos armamentísticos y militares, apareciendo las primeras adaptaciones a la artillería de pólvora, las defensas pasivas se multiplican y las torres del homenaje se elevan hasta límites insospechados.
Es en el último tercio del siglo XV y en las primeras décadas del XVI cuando la evolución se acentúa en lo que se ha conocido como etapa de fortificación de transición (uso de barreras artilleras, amplios fosos, cubos con troneras de buzón, etcétera) que convive con el llamado castillo-palacio renacentista.
En definitiva, el castillo no es una construcción monocorde, como estamos viendo. Su diversa tipología responde a una doble variable, material y funcional, motivadas por las distintas necesidades y desarrollo tecnológico de cada momento. Es, por tanto, un elemento vivo, fruto de una sociedad en continuo cambio y evolución, lo que necesariamente tendrá que afectar a sus manifestaciones materiales.
TIPOLOGÍAS
Recientes investigaciones arqueológicas han sacado a la luz todo un conjunto de fortificaciones tempranas (siglos VIII y IX), situadas en el noroeste peninsular, que podemos considerar como antecedentes inmediatos de los primeros castillos feudales. Son recintos amurallados simples realizados por acumulación de tierra y piedras, situados en la cima de un cerro o altozano. Sus ocupantes son poblaciones campesinas que levantan de forma colectiva dichos recintos con una función básica: servir de refugio a la comunidad ante la inestabilidad política y social reinante. Aunque no son exclusivas de esta zona geográfica, el común denominador de todos ellos, además de la simplicidad material y estructural, es la ausencia de estratificación social en el registro arqueológico, lo que parece estar en relación con el carácter comunitario de todos ellos.
El primer encastillamiento cristiano se empieza a documentar desde finales del siglo IX con las llamadas “fortalezas adelantadas”, como el castillo de Burgos, construcción todavía bastante simple, pero dotada ya de un alto torreón y un amplio recinto amurallado, donde se reunía a la población. Será durante la centuria siguiente y buena parte del siglo XI, cuando estos castillos, que podemos denominar ya feudales, siguen siendo muy rudimentarios, aunque en todos ellos destaca su solidez y la altiva figura de una torre.
Los castillos fronterizos y feudales son los que se sitúan en lugares estratégicos para el mejor control del territorio, interno y externo, y para la agrupación social de la población campesina. Son lugares de residencia de los señores feudales o de alguno de sus representantes siendo los instrumentos coercitivos más importantes. Se ejerce un poder político, administrativo y judicial en virtud del señorío jurisdiccional del que gozan sus titulares. Se convierte en el centro de gobierno feudal, en el más fiel garante de la autoridad política —incluida la monarquía— y en elemento primordial a la hora de garantizar la estabilidad institucional. Pero no olvidemos su función militar pues es también una construcción levantada para la guerra. En un contexto generalizado de lo que se ha venido en denominar “frontera en movimiento”.
Castillos-convento de las órdenes militares. Las órdenes militares heredaron de los
Terminamos con el castillo señorial. Propio del bajo medievo (último tercio del siglo XIII y siglos XIV y XV). Son construcciones donde el carácter residencial se va imponiendo al puramente militar. Su emplazamiento no tiene ya nada que ver con la ubicación de las antiguas fortificaciones de frontera. Ahora se colocan en el llano, junto a un pueblo, sobre la que el señor ejerce su jurisdicción recibiendo rentas y honores. Por este motivo, la villa aledaña suele aparecer unida por una cerca o muralla con el castillo que se sitúa en uno de los extremos de esta.
Fuentes:
El castillo, una clave de la Edad Media (Aventura de la Historia nº 15; Sandro Carocci, Investigador de Hª Medieval, Universidad Roma)
Castillos y Murallas, Miguel Sobrino, La Esfera de los Libros
El castillo medieval en la Península Ibérica: ensayo de conceptualización y evolución tipológico-funcional. Jesús Molero García, Universidad de Castilla-La Mancha. Vínculos de Historia, núm. 11 (2022) pp. 141-169
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