LAS HORCAS CAUDINAS


Nos encontramos en el momento de la expansión romana por la Italia central y el encuentro con las tribus samnitas no se hizo esperar. El hecho del que vamos a hablar está encuadrado dentro de la segunda guerra Samnita (326-304 a.C.). Roma no solo tuvo que hacer frente a los samnitas sino también a sus aliados etruscos, hérnicos, volscos, etc…

Segunda Guerra Samnita

La joven república romana había calentado el ambiente con la fundación de las colonias de Fregelae y Cales, la primera en territorio sedicinio y la segunda aurunco. Su ambición parecía no tener límites.

La guerra comenzó en el año 326 a.C. El epicentro fue Nápoles, de origen griego y formada por dos asentamientos gemelos, Neapolis y Palaepolis. Esta segunda dominada por los samnitas amenazaba Neapolis, pro romana y la región de Capua que ante tal situación y previendo las intenciones samnitas pidieron ayuda a las legiones romanas quienes aprovecharon la ocasión para bajar más al sur de la península itálica.

Los primeros años de la guerra sonrieron a los romanos con diferentes victorias. Que crearon un halo de imbatibilidad alejado de la realidad. Los cónsules del año 321 a.C., a la sazón Sp. Postumio y Veturio Calvino, desoyendo todo tipo de prudentes consejos, se adentraron en territorio enemigo acudiendo en ayuda de la ciudad de Luceria. En realidad, cayeron en una trampa hábilmente planeada por el general samnita C. Poncio. Extendió el rumor de que estaban asediando Luceria para provocar la llegada de las legiones romanas. El rumor fue propagado por soldados samnitas disfrazados de pastores.

Un gran ejercito romano se puso en marcha, tomando el camino más corto para llegar cuanto antes a la ciudad sitiada. Se puede decir que fueron a ciegas sin conocer el terreno por el que pisaban y sin una preparación mínima previa. Así fue como se adentraron en un angosto paso montañoso sin la cautela de enviar por delante unos exploradores. Era el desfiladero de las Horcas Caudinas (Furculae Caudinae). En su imprudente avance se toparon con una empalizada que obstaculizaba el paso de las legiones y con la sorpresa a retaguardia de encontrarse con las fuerzas samnitas que les cerraban el paso. El grado de movilidad era nulo y en esas condiciones las legiones estaban condenadas a ser derrotadas. Pero los samnitas no atacaron y dejaron bloqueados a los romanos a su suerte. Cuando terminaron los suministros de comida solo les quedaba luchar y enfrentarse a una muerte segura o rendirse que es lo que finalmente hicieron.

Rendición humillante

Rendición que resultó humillante, ya de por si y que se plasmó por tener que desfilar sin armas por debajo de unas lanzas enemigas dispuestas de tal forma que los legionarios tenían que inclinarse para su paso en gesto de sumisión. La afrenta recibida fue pues doble.

Además de esta rendición humillante Roma tenía que entregar varias poblaciones fronterizas, como Fregelas, Terentino y Satrico, evacuar a los colonos romanos de Luceria y del valle del río Liris, y firmar una tregua de cinco años. Ese fue el compromiso de los cónsules derrotados pero que no ratificó el Senado.

Aunque como dice la profesora Vazquez Hoys: «sin embargo ahora se acepta que, lejos de rechazar el Senado el acuerdo alcanzado por los cónsules (como dice Tito Livio), Roma cumplió con los términos durante varios años hasta 316 a.C.».

Como no podía ser de otra forma en la Urbs la noticia de la derrota pesó como una losa y la vergüenza se apoderó de ella. Escenas de duelo presidian la ciudad y el luto se instauró en ella.

El error de los samnitas fue la compasión y confiar en la palabra de los cónsules. Les perdonaron la vida y los liberaron esperando que Roma cumpliera la palabra de sus cónsules. Pero Roma ni olvida ni perdona.

Recuperación romana

Los samnitas confiados en su victoria sobre los ejércitos romanos pensaban haber alcanzado una paz duradera y el dominio sobre la Campania. Los romanos volvieron a sufrir una derrota en Terracina (315 a.C.). Lejos de desmotivarles, se recuperaron y volvieron a la carga invadiendo el Samnio. A partir del 312 a.C, las victorias romanas se fueron sucediendo. En el 311 a.C, ocuparon la ciudad samnita de Bovianum para saquearla. Al año siguiente en el lago Vadimon derrotaron a una coalición de samnitas, etruscos y otros pueblos. Y en el 305 a.C. volvieron a derrotar a los samnitas en Tifernum. A partir de ahí la proliferación de colonias romanas fue in crescendo, en Luceria, Saticula, Suesula, Aurunca, Interamna Lineras y Sora. Los samnitas se vieron obligados s pedir la paz y renunciar a sus pretensiones sobre la Italia central.

La leyenda de Roma y sus legiones se iba fraguando.

Hoy la expresión horcas caudinas significa soportar una afrenta o humillación teniéndolo que aceptar de forma forzosa.

Así nos lo cuenta Tito Livio en su Historia de Roma, Libro 9

(9.6) «Los cónsules fueron los primeros en ser enviados, poco más que medio vestidos, debajo del yugo, luego cada uno en el orden de su rango fue expuesto a la misma desgracia, y finalmente, los legionarios uno tras otro. A su alrededor, el enemigo estaba completamente armado, malvado y burlándose de ellos; apuntaron espadas a la mayoría de ellos, y cuando ofendieron a sus vencedores al mostrar su indignación y resentimiento con demasiada claridad, algunos resultaron heridos e incluso asesinados. Así fueron marchados bajo el yugo. Pero lo que aún era más difícil de soportar era que, después de haber salido del paso bajo los ojos del enemigo, como si fueran hombres arrastrados de las fauces del infierno, parecían contemplar la luz por primera vez, la luz misma, servir solo para revelar una visión tan horrible mientras avanzaban, era más sombrío que cualquier forma de muerte».

Fuentes:
Historia Antigua Universal III Historia de Roma. Fe Bajo, Javier Cabrero y Pilar Fernández. UNED Unidad Editorial
Imagen: A Lucanian painting (fresco) of the Battle of the Caudine Forks. (Wikipedia)

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