EL COMPROMISO DE CASPE 28 junio 1412
Cuando en 1410 fallece el rey de Aragón, Martín I el Humano
sin descendencia y sin haber nombrado sucesor, se abre un periodo de disputas
por subir al trono. La solución fue la elección del nuevo monarca. Tres
aragoneses, tres valencianos y tres catalanes elegirían al sucesor del trono
aragonés. Evitarían una guerra, pero no cerrarían todas las heridas. Caspe
significó la solución a un problema de forma pacífica, poco habitual en la
época.
La inestabilidad social y los intereses económicos
influyeron en las discusiones para encontrar un candidato al trono que
restableciera la paz social y garantizara la continuidad de la monarquía común.
La unidad estaba en peligro. Momento crítico fue, por ejemplo, el asesinato del
arzobispo de Zaragoza en la primavera de 1411 tras una reunión del parlamento
de Calatayud.
La muerte del rey sin descendencia supuso rápidamente un
movimiento para posicionarse por parte de los pretendientes y sus grupos de
apoyo. La táctica, ocupar plazas fuertes para una hipotética pero muy posible
guerra y mostrar su poderío. En 1411 la situación era muy tensa en Aragón y
Valencia y algo más suave en Cataluña y Baleares. Y poco ayudó a rebajar la
tensión la llegada de tropas castellanas al reino so pretexto de ayudar a la
pacificación pero que sirvieron de apoyo a otro de los grandes pretendientes,
Fernando de Antequera, Trastámara y regente de Castilla por la minoría de edad
de su sobrino Juan II.
Situación y posicionamiento
Las posiciones estaban claras en cada uno de los reinos de
la corona. En Aragón, las tierras de los Pirineos y el Somontano apoyaban al
conde de Urgel sin embargo el sur se decantaba por el pretendiente Trastámara.
La nobleza tampoco tenía un candidato único y estaba dividida, los Urrea y el
gobernador Gil Ruíz de Lihori apoyaba al castellano mientras los Luna, Alagón e
Híjar eran urgelistas. En Valencia los Centelles y la burguesía era
trastamaristas y el gobernador Arnau Guillem y los Vilaragur urgelistas. En
Cataluña la alta nobleza y la Iglesia apoyaba al conde de Urgel mientras que la
burguesía se posicionó en contra.
Institucionalmente las Cortes catalanas se trasladaron a
Tortosa, estaban más unidas que las de Aragón y Valencia. En Aragón hubo una
clara división, los urgelistas se reunieron en Mequinenza y los trastamaristas
en Alcañiz bajo la protección del ejercito castellano y fue el único reconocido
y operativo. En Valencia pasó algo parecido, pero fueron los urgelistas
reunidos en Vinaroz quienes si gozaron de cierta operatividad no así los
trastamaristas en su Parlamento de Traiguera.
Estas divisiones dificultaron el proceso de tomas de
decisiones. Con esta situación a principios de 1412 la posibilidad de convocar
un Parlamento general de Aragón, Valencia y Cataluña era muy reducida, casi
imposible.
Como forma de presión, Fernando de Antequera trasladó la
corte castellana a Ayllón, Segovia. Allí recibió a Vicente Ferrer con la idea
de estrechar lazos con el papado de Benedicto XIII. Y, de hecho, de esta
entrevista salió reforzada la entente entre el regente castellano y el papa de
Aviñon.
La concordia de
Alcañiz
En esos inicios de 1412 las Cortes Catalanas recibieron una
propuesta franco-provenzal para coronar a Luis de Anjou a cambio de ayuda
militar contra Castilla y la entrega del ducado de Anjou y el condado de
Provenza. Propuesta que no fue atendida pero que activó por parte de los
colaboradores del Papa Luna, nombre por el que se conoció a Benedicto XIII, a
buscar una solución.
El Parlamento de Alcañiz, en lo que se ha conocido como
Concordia de Alcañiz (febrero de 1412), establece las bases y las reglas de
juego para elegir al nuevo monarca seleccionando a un grupo de electores que
decidan el futuro de la corona. Esta propuesta se remitió al Parlamento de
Tortosa que la aceptó.
Los aragoneses firmantes de la Concordia eran en principio
partidarios del regente castellano y su influencia fue decisiva hasta el final.
Representantes de ambos Parlamentos determinaron el
procedimiento y las condiciones para la elección: nombramiento de nueve
compromisarios, tres por cada una de las entidades territoriales de la Corona,
es decir, Cataluña, Aragón y Valencia; reunión el 29 de marzo en Caspe para
analizar a los candidatos y elección de uno de ellos por mayoría de seis votos,
uno al menos de un represente de cada uno de los reinos.
El problema vino con la designación de esos compromisarios
ya que dependiendo del bando de estos el resultado era previsible. En Valencia
por ejemplo trastamaristas y urgelistas llegaron a enfrentarse en la batalla de
Murviedro el 27 de febrero. La victoria de los primeros decantaba la
designación de los compromisarios a favor de Fernando de Antequera.
Compromisarios y candidatos
Estos fueron los nueve compromisarios designados:
Por Aragón, Domingo Ram, obispo de Huesca y Francisco de
Aranda y Berenguer de Bardají. Por Valencia, fray Vicente Ferrer y su hermano
Bonifacio más Gener Rabaça, que fue sustituido por Pere Beltrán, al ser
declarado demente e inhábil. Y por Cataluña, Bernat de Gualbes, Guillem de
Vallseca y Pere de Sagarriga.
Seis fueron los candidatos a la Corona:
La sentencia
Se reunieron en Caspe desde el 29 de marzo al 29 de junio.
Su estudio de las prioridades o no de las líneas dinásticas masculinas frente a
las femeninas de cada pretendiente debió ocupar buena parte de ese tiempo. O el
grado de parentesco de los candidatos respecto a Martín I y otros reyes
aragoneses.
Al final Fernando de Antequera fue el elegido consiguiendo
seis votos de los que uno al menos correspondía a compromisarios de cada uno de
los territorios de la Corona. A saber, recibió el voto de los tres
compromisarios aragoneses, dos de los valencianos (los hermanos Ferrer) y el
del catalán Bernat de Gualbes. No hubo sorpresa alguna. Y el 28 de junio
Vicente Ferrer hizo pública la sentencia o Compromiso de Caspe ante la iglesia
de la localidad. Con las reticencias mostradas por algunos, especialmente desde
Cataluña y algo menos Valencia, la sentencia fue aceptada en principio de forma
general.
Con ello se ponía fin a dos años de interregno desde la
muerte de Martín I.
Cuando conoció la decisión Fernando se puso en marcha con
dirección a Zaragoza donde llegó el 5 de agosto convocando Cortes para el mes
de septiembre. Conocedor de esas reticencias rápidamente puso en marcha una
política de acercamiento a sus enemigos.
En septiembre tiene lugar en Zaragoza las primeras Cortes
de Aragón con su nuevo rey a la que no asistieron la mayor parte de los
urgelistas, Jaime incluido. De esta forma las sesiones discurrieron sin
problemas y el día 5 Fernando fue reconocido como rey y el infante Alfonso como
príncipe heredero.
Levantamiento de Jaime de Urgel
El siguiente paso del nuevo rey fue intentar cerrar heridas
con Jaime de Urgel para lo que se trasladó a Cataluña. En principio lo
consiguió porque el 28 de octubre Jaime reconocía públicamente al nuevo rey. Y
pensando que el problema estaba resuelto convocó las Cortes de Cataluña para
enero de 1413 en Barcelona. Y cual no sería su sorpresa que estando reunidas las
Cortes catalanas se produce la revuelta armada comandada por el propio Jaime de
Urgel. El hecho de levantarse justo cuando las cortes estaban reunidas le restó
un buen número de partidarios porque los parlamentarios se pusieron al lado del
monarca. Mal influenciado por los Luna y algunos apoyos extranjeros se propuso
destronar al rey fuera de tiempo. Si lo hubiera hecho en el momento de conocer
la sentencia de Caspe seguro que hubiera contado con más partidarios y con
mayores probabilidades de éxito.
El 27 de junio las Cortes catalanas acordaron la
confiscación de los bienes del conde insurgente y el propio Benedicto XIII
promulgaba una bula declarando como cruzada la guerra.
La evolución no fue como esperaban los urgelistas y los
apoyos extranjeros, como el inglés, no aparecieron. Al final en Balaguer el 13
de octubre de 1413 capitularon. El conde de Urgel fue condenado a cadena
perpetua y perdió tanto el condado de Urgel como el vizcondado de Ager que
pasaron a formar parte de la corona. Murió en Játiva en 1433. En realidad, gozó
de la magnanimidad del nuevo monarca, lo habitual hubiera sido la ejecución,
pero seguramente Fernando no quiso convertirle en un mártir que supusiera un
aliciente para más rebeliones. Hubo algún intento por liberarle, pero de resultado
negativo para sus intereses, y poco a poco fue cayendo en el olvido.
Consecuencias del Compromiso de Caspe
En primer lugar, hay que decir que los cambios introducidos
por la nueva dinastía respecto a lo acontecido con anterioridad reciente fueron
mínimos. Se mantuvo por ejemplo el catalán como idioma imperante siendo
utilizado por el monarca en sus escritos.
Si generó problemas las diferencias existentes en
costumbres y formas de gobierno entre Castilla y la Corona de Aragón, entre el
absolutismo castellano y el pactismo aragonés.
La tradicional política aragonesa respecto al Mediterráneo
no sufrió variación con la nueva dinastía, sino que fue impulsada con fuerza.
Potenciando las relaciones marítimas con el Levante, reafirmando sus vínculos
con el África mediterránea y acercándose a Génova. Fernando I puso las bases
para la futura expansión de su hijo Alfonso V el Magnánimo. Y siguiendo con su
política exterior mantuvo buenas relaciones con Francia e Inglaterra.
Fernando murió el 1 de abril de 1416 solo cuatro años
después de su coronación.
Valgan a modo de resumen las palabras del historiador Jaume
Vicens Vives: «La causa de Fernando de Trastámara prevaleció sobre la de Jaime
de Urgell no porque dispusiera de más o mejores títulos jurídicos, sino porque
un pequeño grupo de hombres decididos supo imponerla sobre cualquier
contingencia, incluso legal, y defenderla como la más conveniente para la paz
de la Iglesia y de la Corona de Aragón.»
Fuentes:
Historia de España de la Edad Media,
Vicente A. Palazuela (coord.) Cap. 32 El Compromiso de Caspe, por Enrique
Cantera Montenegro
Revista La Aventura de la Historia num.164
Dossier 600 años del Compromiso de Caspe
Nueva Historia de España. La Historia en
su lugar. Vol. 8. Planeta
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