LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA
La batalla de las Navas de Tolosa fue un auténtico
punto de inflexión en la historia de nuestra península. El 16 de julio de 1212 la
victoria sobre las huestes almohades supuso abrir el camino hacia el corazón de
al-Ándalus y marcar, por primera vez desde 711 la frontera en Sierra Morena.
En la primavera de ese año desde Toledo y Sevilla
salieron dos ejércitos para encontrarse en tierra jiennenses.
Una de las características de esta campaña es que fue
bendecida por el papa Inocencio III otorgándole carta de cruzada, cuando a
principios de 1210 ordenó al arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada que presionara
al rey de Castilla para que reanudase la lucha contra el islam de la misma
forma que se proponía hacerlo Pedro II, rey de Aragón. Esto suponía, además,
que durante la campaña, bajo amenaza de excomunión, los reinos cristianos no
entrarían en guerra entre ellos.
¿Pero como estaba configurado el mapa de aquella
Península Ibérica?
ANTECEDENTES
El mapa de principios del siglo XIII era, por
decirlo de alguna forma, complejo. Un entramado de reinos cristianos
enfrentados entre sí reinando la desunión generalmente. Frente a los almohades
de Al Ándalus y norte de África que habían llegado a la península para imponer mayor
rigurosidad o restablecer, en definitiva, la fe musulmana, sus costumbres y
moral, tal y como ellos la comprendían,
ya que entendían, se había deteriorado o
relajado en su espíritu.
Entre los reinos cristianos encontramos los de Castilla
gobernada por Alfonso VIII; León por Alfonso IX; Portugal por Alfonso II; Aragón
por Pedro II; y Navarra por Sancho VII.
En al-Ándalus en ese verano ya había fallecido el
califa Abu Yusuf Ya’ qub al-Mansur (1184-1199) quien derrotara al rey
castellano en Alarcos. Sería sucedido por su hijo Abu Abd Allah al-Nasir,
conocido por los cristianos como Miramaolín.
La línea divisoria estaba configurada por el Tajo.
El imperio almohade no solo regía en el sur peninsular y el levante si no que
lo hacía también en el norte de África, en las actuales Marruecos, Mauritania,
Túnez y Argel. El actual territorio que hoy comprende Castilla-La Mancha
ejercía de zona fronteriza, prácticamente despoblada y moteada de castillos
defensivos musulmanes.
Al principio de la década de 1190 el reino de
Castilla se encontraba en fase de expansión y hegemonía. Y eso generaba recelos
en el resto de reinos cristianos. León estrecha lazos con Portugal con una
política de casamientos. Aragón se había aliado con Navarra frente a Alfonso
VIII. Y la alianza leonesa-portuguesa consiguió el apoyo de Aragón para
estrechar el cerco sobre Castilla que se encontraba rodeada por todas partes.
Algunas tensiones se apartan en 1212 cuando los
reinos cristianos firman la paz y unen sus esfuerzos para combatir a los
almohades, al calor de la cruzada. Pero no todos. Caballeros leoneses acuden solos
a la llamada, porque su rey condicionó su participación a la devolución de los
castillos arrebatados por el rey de Castilla. Las diferencias entre ambas
coronas parecían insalvables. Y Sancho VII tampoco iría, en principio, por su
amistad con el califa almohade.
En el lado contrario tampoco reinaba la paz y
concordia y desde 1184 el califato se encontraba inmerso en tensiones por la
invasión de los Banu Ganiya y por una serie de revueltas protagonizadas por
miembros de la misma familia califal.
Esta coyuntura fue aprovechada por los cristianos al
final de la década para hostigar territorios musulmanes.
En verano de 1190 Castilla, ya hemos comentado, se
encontraba rodeada y hostigada por almohades y la coalición anti castellana,
por lo que se vio obligada a pactar una paz con los musulmanes. Al mismo tiempo
Abu Yusuf renovaba la tregua con los leoneses dejándole manos libres para
atacar a los portugueses. Además, consiguió forzar una paz con los portugueses
que sumadas a las ya mencionadas le permitió volver al Magreb una vez
pacificada la península.
Esta paz y marcha del califa fue aprovechada por los
reinos cristianos para aparcar sus diferencias y acabar atacando de nuevo al
califa.
ALARCOS
Abu Yusuf se vio obligado al principio del verano de
1195 a dirigirse con un gran ejército al encuentro de las huestes cristianas. A
la par Alfonso VIII lo hacía desde Toledo sin esperar ayudas, lo que le
costaría muy caro. Muy cerca de Alarcos
se produjo la batalla con victoria almohade con una inteligente estrategia,
infligiendo a los castellanos una aplastante derrota. Las consecuencias más
relevantes fueron la caída de la mayor parte del Campo de Calatrava, la pérdida
de la plaza de Alarcos y las de Caracuel, Calatrava, Benavente, Malagón y la
torre de Guadalerzas.
Las consecuencias ideológicas y propagandísticas
también fueron relevantes. En la parte musulmana la victoria fue explotada en
su beneficio y recorrió todo el mundo musulmán ya que, además, era su primera
victoria en campo abierto comparable con otras de los almorávides como Zalaca
(1085) y Uclés (1108). La frontera pasaba ahora a la línea de los Montes de
Toledo, perdiendo los castellanos una amplia zona de territorio viendo
amenazada la propia Toledo. Cuestión que generó miedo en los reinos cristianos
ante el poderío almohade.
Pero es que esta derrota castellana también fue
aprovechada por otros reinos cristianos como el caso de León que se alió con
los musulmanes, permitiendo a los almohades a realizar una campaña militar en
el sector occidental de la frontera castellana. Conquistando el antiguo señorío
de los Castro, las plazas de Montánchez, Trujillo y Santa Cruz que se rindieron
sin luchar. Solo Plasencia opuso resistencia, pero finalmente fue arrasada.
Devastaron también tierras de Talavera, Santa Olalla, Escalona, Maqueda y
Toledo.
Pero la repentina muerte de Abu Yusuf (1199) y la
proclamación de su hijo como nuevo califa detuvo ese avance. La retirada
almohade dio un respiro a los castellanos que, aliados, esta vez, con los
aragoneses atacaron a los leoneses.
En 2011, rotas las treguas, el castillo de
Salvatierra, que había sido la segunda sede de los Caballeros de Calatrava, fue
tomado por al-Nasir. Y en otoño Alfonso VIII realizó una expedición por la
cuenca del Júcar tomando la estratégica fortaleza de Jorquera.
LARGA MARCHA
Para el verano de 1212 Castilla prepara un gran
ejército para enfrentarse a los almohades con la concesión por parte del Papa
Inocencio III la categoría de Cruzada. Pero ni esta condición consiguió unir a
todos los reinos cristianos ni que los monarcas europeos acudieran al
ofrecimiento. Ni León ni Navarra se sumaron, como ya se ha comentado. Sin
embargo, el rey castellano si contó con la inestimable ayuda de Pedro II de
Aragón, interesado en derrotar a los almohades para afianzar sus empresas en la
costa mediterránea. A la concentración de Toledo llegaron cruzados de toda
Europa, especialmente del mediodía francés, pero también de Alemania e
Inglaterra, conocidos como ultramontanos. No hay datos fiables sobre el número
de cruzados, pero se calcula entre 20.000 y 30.000, infantes, jinetes y tropas
auxiliares. Sí contaban con integrantes de las cuatro órdenes militares,
Santiago, Templo, Hospital y Calatrava, verdadera élite de ejercito cruzado.
Es muy probable que el objetivo inicial fuese al
reconquista del castillo de Salvatierra, baluarte de la Orden de Calatrava cuya
perdida había supuesto un duro golpe psicológico en moral en la parte
cristiana.
Los almohades habían hecho lo mismo en Sevilla
concentrando tropas andalusíes y magrebíes durante esa primavera y dirigiéndose
al principio del verano hacia el encuentro de los cruzados. Se calcula un
número superior al cristiano, entre 70.000 y 50.000. Acampando en la llanura de
las Navas de Tolosa.
El 19 de junio se pone en marcha el ejército desde
Toledo, al frente va Diego López de Haro. El último en salir fue Alfonso VIII
con el monarca aragonés.
El día 23 las tropas de vanguardia francesa atacaron
y tomaron el castillo de Malagón, pasando a cuchillo a la población, cuestión que
no agradó al rey castellano. El 27 cruzaron el Guadiana y
sitiaron Calatrava. Alfonso VIII pacta con los almohades la capitulación y les
concede la libertad. Esta vez la decisión no gustó a los ultramontanos del
arzobispo de Burdeos, que no entendían tales condescendencias con el infiel y
tras tensas discusiones deciden retirarse de la campaña. Además, otro motivo
para su marcha es que no se adaptaban al extenuante calor y a los caminos infernales
de aquella parte de Castilla. No todos dejaron la campaña porque se quedaron
130 caballeros más el arzobispo de Narbona.
La marcha continuó y fueron tomando nuevos castillos
como el de Alarcos, Benavente, Piedrabuena y Caracuel. En este punto se unió el
ejército de Sancho el Fuerte de Navarra, sobre el que había surtido efecto la amenaza,
solo en parte, del Papa de excomunión, porque solo lo hizo con 200 caballeros.
El 9 de julio el ejército cristiano pasó ante el
castillo de Salvatierra, perdido el año anterior, pero no se planteó un asedio
debido a la cercanía del ejército musulmán. La decisión era estratégica, no querían
un desgaste excesivo.
El día 11 Diego López de Haro decide enviar una
avanzadilla, capitaneada por su hijo y dos sobrinos, para ocupar las alturas
del norte de Sierra Morena. Al día siguiente esta avanzadilla entra en contacto
con las huestes del califa en el puerto del Muradal, junto al castillo del
Ferral y con gran dificultad se hicieron fuertes allí, hoy se conoce el lugar
como la Ensancha. El viernes 13 llegó el grueso del ejército cristiano tomando
el castillo del Ferral.
Las avanzadillas musulmanas se fueron retirando
hacia Santa Elena. Dejando bien guarnecido el Paso de la Losa que se ha venido
confundiendo con Despeñaperros. Y dificultando sobremanera el paso de las tropas
por la serranía. La situación era muy compleja porque atravesar dicho paso era
suicida dada que las posiciones almohades dominaban el mismo. Según la Crónica
de Jiménez de Rada fue un pastor quien ayudó a los cristianos mostrando un
camino alternativo que les permitió salvar el Paso de la Losa. Lo que supuso un
golpe estratégico dado que los musulmanes no se esperaban la aparición del
ejercito cruzado por aquel lado. El efecto sorpresa fue una baza cristiana en
el desenlace.
El ejército bajó de la Sierra por la antigua calzada
romana deteniéndose al llegar a la Mesa del Rey para establecer el campamento. El
campamento almohade se encontraba en el Cerro Olivares y únicamente les
separaba la llanura de las Navas de Tolosa
LA BATALLA
El sábado 14 se celebró entre los tres reyes un
consejo de guerra para establecer la estrategia a seguir y el plan de batalla.
Alfonso VIII, que era quien se erigía como líder, que había aprendido la lección
de sus errores tras el desastre de Alarcos, había reforzado el ejército con
caballería pesada, toda la que había podido reclutar y la dispuso como reserva.
Cuestión que posteriormente resultó decisiva. El global de las tropas se
dividió en tres cuerpos, uno por cada rey. El de Aragón en el ala izquierda, el
del castellano en el centro y el navarro en el ala derecha pero que tuvo que se
reforzado por las milicias de Segovia, Ávila y Medina ante su escaso número.
En la vanguardia del ataque iría, una vez más, Diego
López de Haro.
No hay mucha información respecto a la disposición
del ejercito del califa, estableciendo una formación en cuadrado cuyos lados
estarían compuestos por tres líneas defensivas de infantes. El campamento del
califa fue fuertemente protegido y la tienda de la califa custodiada por una
guardia de subsaharianos que fueron encadenados entre sí para, por un lado,
imposibilitar la penetración del enemigo y, por otro, obligarles a luchar hasta
morir si fuese necesario. Esta decisión es muy posible que fuera propia para
demonstrar su valentía y fidelidad a su señor.
El ejército de batalla debió colocarse cubriendo todo
el frente del ataque cristiano. En su vanguardia iría la infantería ligera
bereber y sobre todo tropas andalusíes poco preparadas y carne de cañón con el objetivo
de desgastar al enemigo. Tras ellos los almohades se dispusieron en cuadros
formados por varias filas, en sus partes exteriores lanceros, lanzadores de
jabalinas, honderos, arqueros… y por el centro la caballería pesada.
Con las primeras luces del 16 de julio el ejército
cristiano abandonó la Mesa del Rey hostigados por la caballería ligera del
califa con una lluvia de flechas y dificultando el avance. El hostigamiento y replicas musulmanas fueron desgatando la vanguardia y acabaron provocando que las
primeras filas de Diego Lope de Haro se rompieran y retrocedieran.
La situación por el centro era complicada en esas
primeras horas, pero no iba mejor por las alas. Pero los almohades cometieron
un error de bulto desde el punto de vista táctico ya que ante el retroceso de
los cristianos rompieron su formación de ataque en su persecución sin tener en
cuenta que todavía no habían entrado en juego otras líneas cristianas y la
caballería pesada. En ese preciso momento pasó al ataque lo mejor del ejército
cruzado, más experimentado y de alta calidad en combate, con los tres
reyes a la cabeza, aprovechando el
centro que la caballería musulmana había dejado abierto. Es lo que la historia
conoce como la carga de los tres reyes.
Roto el frente almohade los cruzados llegaron al
centro neurálgico de los almohades, a su cuartel general donde se encontraba el
califa. Quien viendo llegar las tropas enemigas se batió en retirada llegando a
Baeza. La lucha alrededor del palenque califal fue encarnizada asaltando las
tropas cruzadas las posiciones de los encadenados subsaharianos que morían defendiendo
a su huido señor. La batalla había terminado. Aunque no así la persecución de
los vencidos cuando se decretó que no se harían prisioneros.
Ese mismo día los cristianos toman los castillos de
Vilches, Baños y Tolosa y al día siguiente llegan a Baeza. Retirándose después
a Toledo y dejando guarniciones en todos esos castillos tomados.
Y se entra en al campo de la leyenda. Los navarros
ensalzan a su rey Sancho como el protagonista del último asalto al palenque del
califa mientras los castellanos lo hacen de la misma forma con Álvaro Núñez de
Lara.
El número de bajas debió ser muy similar y muy alto
en ambos bandos durante la batalla, multiplicándose las bajas almohades con la
persecución posterior.
CONCLUSIONES
Sin bien esta batalla marca un antes y un después lo
que es cierto es que la capacidad militar de los musulmanes no desapareció a
partir de entonces y la lucha se mantuvo casi otros tres siglos. El ocaso de los
almohades en al-Ándalus hay que buscarlo no solo en esta derrota, crucial, sino en el
fracaso de su teoría integrista. Supuso el inicio de su fin sumando el
hecho de que al-Nasir fue asesinado poco tiempo después en Marrakech.
Los musulmanes confiados tras lo de Alarcos no
pudieron aplicar en esta ocasión su estrategia y su disciplina dejó mucho que
desear. A partir de ese momento la frontera se estableció ya en tierras
andaluzas y se abrió de par en par las puertas de al-Ándalus.
Todos los reinos cristianos e beneficiaron de la
victoria pero Castilla como impulsora de la cruzada fue la gran vencedora y su
prestigio y liderazgo creció, no solo frente a los musulmanes si no respecto a
los otros reinos cristianos. Su expansión hacia el sur iba in crescendo, reforzado en 1230 cuando Fernando III unifica los
reinos de Castilla y León. Después consiguió tomar Córdoba en el año 1236,
Murcia en 1243, Jaén en 1245 y Sevilla en 1248. Prácticamente solo quedaría el
reino de Granada en poder musulmán pero que, en realidad, siendo vasallo del
rey de Castilla y pagando sumas improntas de dinero, reducía las urgencias y
necesidad de su conquista.
Quedaba lejos 1492 y el papel de Isabel y Fernando.
Fuentes:
Revista Aventura de la Historia, nº 65. Una jornada crucial
Las Navas de Tolosa de Carlos Vara Thorbek
La Historia de España de la Edad Media, Vicente Ángel
Álvarez Palenzuela (coordinador). Cap. 18 Consolidación de los cinco reino y
apogeo del Imperio Almohade por Enrique Rodríguez-Picavea
Cuadro Las Navas de Tolosa de Fco de Paula Van Halen y Gil
Muy bueno
ResponderEliminarGracias
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