LOS ACUERDOS DE MUNICH
En septiembre de 1938 se escenificó uno de los dramas más significativos previo al comienzo de la guerra, cuando se legitimó el destino de los Sudetes, de Checoslovaquia y, en definitiva, el de toda Europa. Se conoció como la «traición de Múnich» . Chamberlain regresó a Londres enarbolando la bandera de la paz, como héroe que había evitado la guerra. Y lo mismo hizo Daladier en París. En realidad lo que pasó es que habían alimentado a la bestia que era insaciable . Porque Hitler jugaba esa carta, la del temor de sus enemigos a una nueva guerra. Mientras el presupuesto alemán para reforzar su arsenal iba creciendo, el de Francia y Reino Unido iba decreciendo. Y la guerra comenzaría justo un año después. Y no sería porque no había avisos, la remilitarización de Renania en 1933, la anexión de Austria (marzo de 1938), la de los Sudetes checos (octubre de 1938), su apoyo al bando franquista en la Guerra Civil española (1936-1939), fueron muestras inequívocas de que no se iban a quedar s